Crónica Mundana / Manuel Espín ■
Ni un mes pasó en el 10 de Downing Street la nueva primera ministra conservadora, Liz Truss, sin sufrir durísimas críticas, incluso dentro de su partido, por la ‘tocata y fuga’ de su propuesta fiscal, que finalmente ha forzado su dimisión. Como otros ejecutivos de la derecha liberal, prometió bajadas de impuestos, especialmente a los ricos del último tramo del IRPF, los que más ganan por ejercicio. Pero el propósito de ‘bajar impuestos’ se topa con una realidad: una economía inflacionista, una previsión que depende de factores ajenos como la guerra de Ucrania y su impacto mundial, el riesgo de pérdida de estabilidad de los mercados y de endeudamiento financiero. Aliviar la carga de los tributos a los más ricos con el pretexto de que se irán a países con menor carga o a paraísos fiscales representa un salto en el aire, cuando la prioridad es acercarse lo más posible a la estabilidad entre ingresos y gastos.
“A poco más de un mes en el cargo tras despedir a su ministro de Finanzas y relevarlo por Hunt, una estrella emergente, más centrista, la primera ministra sufre un inesperado KO”
El toque a la ya ex primera ministra Truss se lo dieron representantes de su mismo partido, autoridades financieras y medios de comunicación. La situación ha abierto un debate: ¿es mejor quitar impuestos (también a los más ricos) aun a costa de favorecer el déficit fiscal, o dar prioridad a la estabilidad presupuestaria para asegurar la credibilidad del sistema? Truss se decantó inicialmente por la actitud neoliberal de bajar impuestos, hasta que llegó el serio aviso: su plan conduciría al Reino Unido (RU) a un aumento del déficit en época en la que adelantar un pronóstico de la economía mundial es utópico por causa de una guerra que se desarrolla en Europa, encarece las materias primas y genera un escenario inestable en todos los terrenos, del bélico al económico.
La ‘metedura de pata’ de la líder británica –Ayuso puso en su día como ejemplo plausible el anuncio de bajada de impuestos de Truss, contraponiéndola a Pedro Sánchez– costó una primera cabeza política, la de Kwarteng el frente de Economía, convertido en chivo expiatorio de la crisis, finalmente ‘sacrificado’ para preservar a la líder. Su relevo por Jeremy Hunt como responsable de Finanzas no sólo sirvió para cambiar el enfoque de la política fiscal en un sentido más centrista, sino que inesperadamente lanzaba al ruedo a una ‘estrella política’. Hunt, aunque prudente en los términos, deja ver la ‘equivocación’ de adelantar bajadas sin contar con las adecuadas estimaciones presupuestarias, poniendo en entredicho la estabilidad de las finanzas públicas. Frente al optimismo de los esbozados Presupuestos británicos donde cabía, según Truss, la bajada del IRPF también a los más ricos, Hunt promueve un baño de realidad. No deberá ascender el gasto público, ni se puede renunciar a recaudar, incluso algunas áreas tendrán que mostrarse extremadamente austeras para cumplir las previsiones presupuestarias sin aumentar el déficit.
¿Estamos al inicio de otro ciclo de ajustes como el de la anterior década? Cuestión que merecerá atención pública en estas próximas semanas. En la UE a la que ya no pertenece RU, tanto como en Estados Unidos la pandemia revirtió conceptos: la prioridad fue el aumento de la inversión para no congelar la economía tras el golpe sufrido en 2020 y 2021, pasando a segundo plano el equilibrio presupuestario. Hoy la agenda mundial se caracteriza por su inestabilidad. Desde febrero de este año con la guerra de Ucrania, las magnitudes varían bajo una explosión de los índices de inflación a niveles desconocidos en décadas, especialmente en productos como alimentación, energía y servicios, que mayor impacto tienen en la vida cotidiana de la ciudadanía.
Los ejecutivos, ante ese escenario inesperado se preparan para asumir gastos imprevisibles si fuera necesario (como hace el ‘plan b’ de las previsiones españolas enviado a Bruselas) evitando que al disparo del gasto se una la pérdida de recaudación. Mientras, el FMI apoya el aumento de la recaudación y se fija en aquellos que más ingresos perciben.
“Fecha clave: el día 31 se presenta el Plan de Finanzas para los próximos años, prueba de fuego para los conservadores, ya sin Truss”
La hora de la verdad de Hunt tendrá lugar el 31 con la presentación del Plan Fiscal, distinto al que la jefa del gobierno británico anunció a pocos días de llegar al puesto. Ese giro radical la puso en evidencia, y su deterioro político finalizó con su claudicación el pasado jueves; una parte importante de su propio partido le había señalado la puerta de la calle. Mientras, Hunt brilla, abriéndose paso al más rápido giro en la política económica de un ejecutivo británico contemporáneo. El último día de octubre será clave para conocer no sólo la previsión sobre finanzas e impuestos británicos, sino para determinar el futuro político de los conservadores. Además de reabrir el debate sobre la prioridad de quitar impuestos o dar estabilidad a los mercados.