Mar de Fondo / Raimundo Castro
La llegada de Alberto Núñez Feijóo al liderazgo del PP ha vuelto a abrir las especulaciones sobre un adelanto electoral. Por un lado, se argumenta que podría producirse un entendimiento de fondo del gallego con Pedro Sánchez, obligados ambos por los nuevos acontecimientos que implican la guerra de Ucrania y la enorme crisis económica que conlleva, ligada a la herencia del desastre de la pandemia. Y a ello se suma que los socios soberanistas e independentistas de izquierda pueden dejar de apoyar al Gobierno en temas tan importantes como los Presupuestos Generales del año que viene o que podría producirse un entendimiento entre el PP y el PNV (preocupado por la colaboración entre el PSOE y Bildu) que permita producir un giro hacia el centroderecha en Madrid.
Nada más lejos. Por más que Feijóo parezca estar dibujando un PP más acorde con los conservadores europeos, que se aleje de la ultraderecha y deje de gobernar con Vox, falla la premisa básica. El propio PNV tiene muy claro dos cosas. Que no hay base alguna para llevar a cabo una moción de censura y que los actuales Presupuestos son tan expansivos que permiten ser prorrogados en caso de rechazarse los que presente el Gobierno para el año que viene.
Además, el PNV tiene muy claro que cualquier alternativa pasaría por un entendimiento del PP con Vox desde dentro o con apoyo exterior del Gobierno de Feijóo. Y eso, aseguran sus dirigentes, “ni de coña”. De manera que, acogiéndose a la filosofía de San Ignacio de Loyola, como hacen tradicionalmente, los nacionalistas vascos andan en lo de siempre: no cambiar de caballo cuando se cruza el río.
Por lo demás, ni Sánchez ni Andoni Ortuzar, el presidente del PNV, se fían de lo que vaya a hacer finalmente el líder gallego. Y, aunque el presidente del Gobierno se reúna con el del PP y busque un entendimiento para los temas de Estado, tanto el Gobierno central como el vasco (que además se apoya en el PSE) ambos desconfían de cómo van a evolucionar las cosas en el seno del principal partido de la oposición. Atisban lucecitas significativas que emite Feijóo como las de recuperar al PP moderado de Rajoy en la dirección o colocando en la Oficina del Presidente que va a crear a personas como Alfonso Alonso o Fátima Báñez que, de momento, no quieren abandonar sus buenos y bien pagados puestos en las empresas privadas que les han acogido (Alonso presidiendo ACENTO, la consultora del ex número dos de José Luis Rodríguez Zapatero, Pepe Blanco, y Báñez siendo consejera de la empresa farmacéutica Rovi). Pero piensan en la formación del Gobierno autonómico de Castilla y León donde el PP ha incluido a Vox y no descartan que eso se extienda por otras autonomías y alcaldías de toda España.
De ahí que ambas fuerzas (socialistas y nacionalistas vascos) esperen a ver qué sucede primero en las elecciones andaluzas que podrían celebrarse antes de las vacaciones veraniegas o inmediatamente después y, sobre todo, en las municipales y autonómicas de mayo del año que viene. En todas ellas se verá, primero si el PP evita el ‘sorpasso’ de Vox y, después, con quién opta por gobernar Feijóo allá donde pueda hacerlo con otras fuerzas. Que hechos serán amores y no buenas disposiciones, se dicen ambos.
De entrada, a Sánchez le mosquea mucho que Feijóo también le dé largas al acuerdo sobre la renovación del Consejo del Poder Judicial, escandalosamente bloqueado por el PP para dominar la cúpula judicial heredada de la mayoría absoluta de Mariano Rajoy y guardarse las espaldas en los procedimientos sobre corrupción. Algo que, encima, perjudica también al propio PP, porque quien lo está aprovechando propagandísticamente es Santiago Abascal, que recurre todo lo que hace el Gobierno e incluso aprueba el Parlamento. Esa herencia dice poco del nuevo PP.