Crónica Mundana / Manuel Espín
La derecha conservadora-liberal europea –no necesita apellidarse ‘centroderecha’, pues no se cuestiona su pedigrí democrático-parlamentario– de Alemania o Francia marca distancia total con la ultraderecha de AfDy RN. Le Pen, tras los malos resultados de las recientes regionales caracterizadas por una fortísima abstención se quejó de la amalgama de votos de la derecha liberal y de la izquierda en la segunda vuelta en contra de la extrema derecha que fue incapaz de conseguir gobiernos como pretendía. Situación que se repite en los grandes partidos conservadores-liberales europeos, como Los Republicanos (ex UMP) o CDS-CDU de Merkel: no conceder la menor oportunidad política a los ultras. El tema sale del ámbito interior y trasciende a la identidad europea.
“Frente a la extrema derecha que está contra Bruselas y la Europa federalizable, la derecha liberal-conservadora marca toda clase de distancias”
Semanas atrás, 14 partidos de ultraderecha, donde figuran los poderosos que gobiernan en Hungría y Polonia suscribieron un documento en el que se posicionan en contra de la “oligarquía” de Bruselas y a favor de la “verdadera idea de Europa”, revindicando un “modelo nacional” donde todo el peso de la soberanía recaiga en cada gobierno; contra una Europa supranacional en trance de convertirse en una especie de federación de estados soberanos, con normativas comunitarias y tendencia a la armonización en contenidos como los judiciales o fiscales. Pero sobre todo donde la política de derechos y de libertades sea un común denominador de obligado e inexcusable cumplimiento, en materias como la división de poderes, la separación Iglesia-Estado, los derechos civiles, o la igualdad y la diversidad de género.
El choque es cada día más evidente ante los casos de Hungría y Polonia, con una concepción diametralmente opuesta sobre la identidad y el proyecto europeo, posición sostenida por otros partidos de ultraderecha de Europa Occidental. La discrepancia afecta a los cimientos de la UE y a sus tratados fundacionales. Cuando a finales de los 50 se constituyó el antiguo Mercado Común a partir del eje franco-alemán, con los añadidos de Italia y Benelux, no sólo se consideró una zona sin aranceles para el tránsito de mercancías y personas, sino también un espacio que defendía derechos y libertades. Cuestión que se explica muy bien bajo la perspectiva española: tras la liberalización comercial y el entierro de la autarquía el régimen de Franco intentó la adhesión a las Comunidades Europeas. Un imposible: la España franquista era una dictadura y no cumplía los mínimos democráticos exigidos por Europa Occidental.
Junto al impulso de Francia y Alemania Occidental para crear la superestructura aparecía un eje político, el de los partidos de la derecha liberal-democristiana y los socialdemócratas, identitarios en esa Europa, frente a las críticas que todavía los viejos PC realizaban al MC, que acabaron cuando emergió el llamado eurocomunismo. Hoy la gran mayoría de partidos de la denominada izquierda alternativa o nueva izquierda y los reconvertidos del poscomunismo mantienen programas en clave de socialdemocracia, y se encuentran cómodos dentro de las estructuras de la UE que no cuestionan aunque pidan más calado social.
Conflicto
El conflicto se plantea entre Bruselas y las instituciones europeas, donde la derecha liberal-conservadora sigue teniendo una importante presencia, y la extrema derecha que cuestiona el modelo de esta Europa. El argumento de Orban, Kaczynski o de Eslovenia, sobre que a la hora de adherirse a la UE no se les exigió una cesión de soberanía en asuntos tan importantes como los derechos ciudadanos, cae por su propio peso: sin asumir unos valores compartidos su pertenencia al club europeo no tendría sentido. Se quiere enfrentar la defensa de la tradición nacional frente a esos valores; denominados despectivamente por los ultras como ideología progre; y que no vienen a ser otra cosa que la Declaración de Derechos Humanos, los Tratados de la UE, y en el caso de España la propia Constitución de 1978.
“Los malos resultados del RN de Le Pen y el éxito de Los Republicanos pronostica un duelo en las presidenciales donde la derecha liberal recibiría los votos de la izquierda en una segunda vuelta”
El enfrentamiento entre la derecha liberal y la ultra sobre el futuro de la UE es un asunto de calado. Los países del Este entraron en la Europa política y económica bajo el interés de Alemania por abrirse hacia esa zona; casi todos formaban parte del Pacto de Varsovia, y apenas tuvieron tiempo de asumir valores de democracia e igualdad; y ahora tratan de burlar las obligaciones contraídas con Bruselas en materias como los derechos LGTBI. Gobiernos y partidos que se benefician de las ayudas europeas no quieren asumir identidades imprescindibles para la UE. Aceptar su perspectiva significaría una regresión en el modelo europeo, considerado bajo ese perfil solo un mercado que recibe ayudas de Bruselas sin más obligaciones.
El reto se plantea a las poco comunes en el continente alianzas de la derecha liberal con los ultras. Con un escenario como el del Parlamento Europeo, donde los representantes del PP se abstuvieron en la condena a Orban por su legislación anti-LGTBI, con la notable excepción de Esteban González Pons, que votó en la misma línea que las instituciones europeas, Merkel, Los Republicanos y la derecha liberal-conservadora, marcando todas las distancias posibles con las políticas ultra.