Crónica Mundana / Manuel Espín
Gobernar y elegir opciones representa un desgaste político; más cuando se afrontan decisiones de gran calado como las que tienen que ver con la situación del Covid-19 cuyo impacto en la vida ciudadana es máximo. Esta intensa erosión política se afrontó en la primavera de 2020 con los forzados confinamientos que representaron una alteración sustancial en la existencia y la economía, y sobre los que los partidos-kamikace quisieron obtener rentabilidad a costa del malestar generado. El debate vuelve a producirse año y medio después, cuando se está en otra fase de la pandemia y la variante ómicron genera altos contagios en Estados europeos donde la mayor parte de su población ya está vacunada.
“A medida que los contagios por la nueva variante de Covid aumentan en la UE, gobiernos centroeuropeos adelantan severos controles y sanciones contra los no vacunados que provocan reacciones en sectores de población”
Ahora el discurso público varía y diversos Ejecutivos se proponen exigir el ‘pasaporte Covid’ imponiendo un forzado aislamiento a los no vacunados. El pasado fin de semana se volvieron a producir manifestaciones en Viena, Berlín, Ámsterdam, Bruselas e incluso Barcelona, contra la exigencia del certificado de vacunación. Las medidas más duras las ha impuesto El ejecutivo austriaco con confinamiento total para los no inmunizados, y sanciones de 7.200 euros; mientras, Alemania a partir de febrero pedirá la obligatoriedad del justificante, y ya veta el acceso a cines, teatros, restaurantes y bares de quienes no lo lleven, quienes tan sólo podrán entrar a supermercados, librerías y droguerías. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, dice que la UE va a abrir debate sobre la obligatoriedad de la vacuna, por ahora imprescindible sólo para personal sanitario y de servicios esenciales para la ciudadanía, pero que podría extenderse al resto del tejido social.
La nueva fase del debate cambia el discurso de los que dicen ‘no’ al pasaporte covid. En un principio fueron los negacionistas y antivacunas, alimentados por una abundante batería de ‘fake news’ (desde quienes quisieron atribuir el origen de la epidemia a las causas más variopintas sin base científica, los que se negaron a vacunarse por motivos supuestamente religiosos-ideológicos a aquellos que dicen temerlas por sus posibles efectos secundarios). Ahora adquiere protagonismo otro grupo: quienes, aun admitiendo las vacunas, se oponen a su obligación por considerar que se trata de una expresión de totalitarismo del poder.
Gobiernos europeos de todo signo político se enfrentan a dos presiones antagónicas. Por una parte, la necesidad de reducir los riesgos de la pandemia tanto desde la perspectiva de la salud individual y comunitaria como de la economía, y para ello las vacunas se han probado relativa y socialmente eficaces, o al menos han atemperado la sobresaturación y el colapso de los primeros meses de 2020 con las elevadísimas cifras de víctimas. Por otra, la de quienes dentro de un amplio abanico de motivaciones, desde las puramente ideológicas a las oportunistas e interesadas que pretenden sacar rédito político de la incomodidad y el malestar ciudadano, alegan la oposición a medidas de control desde perspectivas de acracia o ultraliberalismo. En los próximos días Bruselas tendrá que enfrentarse a tomar una decisión para el ámbito comunitario sobre la obligatoriedad del pasaporte Covid por razones no sólo sanitarias y estratégicas, sino directamente económicas; cuando Estados Unidos acaba de imponer controles a sus ciudadanos en sus viajes a distintos países de la zona en los que las tasas de contagios vuelven a ser altas.
El reto para los gobiernos es poder demostrar su capacidad para informar a sus ciudadanías y situarlas ante la perspectiva de optar por medidas exigentes que puedan aminorar los efectos en la salud y la socioeconomía de esta nueva ola o situarlos ante el riesgo de otro nuevo colapso sanitario y de su actividad cotidiana.
“Von der Leyen afirma que Bruselas tendrá que discutir entre sus miembros sobre la exigencia del ‘pasaporte Covid”
La claridad en este debate debe poner en evidencia tanto la capacidad de gestión de los Ejecutivos, como el vergonzoso oportunismo de ciertos partidos de oposición conscientes de que el malestar y el caos es un buen caldo de cultivo para los estereotipos más radicales e intransigentes. Esa capacidad de información debe contrarrestar la fábrica de ‘fake news’ en que se han convertido las redes y su uso demagógico y oportunista para difundir mensajes de odio.
Aunque es bien sabido que para muchas formas de radicalismo los argumentos parecen casi inútiles porque se está luchando contra algo que recuerda a una fe cuasi religiosa o una actuación de secta que siempre encontrará motivos para tratar de desarmar cualquier principio que parezca científico. Ahora la papeleta la tiene la UE en su conjunto: deberá manifestarse en un periodo incierto pero próximo sobre la exigencia del pasaporte Covid y las vacunas. Bajo la presión de lo que pueda ocurrir a la vuelta de las Navidades (que en Europa acaban después del 1 de enero, más pronto que en España) y con la eventualidad de un incremento de contagios y hospitalizaciones tras las fiestas.