Cultura & Audiovisual / Equipo Lux
Sin dudarlo, ‘Aída’ está considerada desde su estreno en 1871 en El Cairo una de las obras que exigen mayor espectacularidad en la historia de la ópera. Cuestión que supone disponer de medios si se quiere hacer con brillantez. En su primera representación la ópera ya se presentó como gran espectáculo y Verdi, que estaba en la sesentena y era reconocido como gran autor incluso a nivel popular, la creó desde esa perspectiva. En las últimas décadas, ‘Aída’ ha tenido los más variados tratamientos escénicos, también aquellos que prescinden de la ambientación en el antiguo Egipto y optan por escenarios contemporáneos o no realistas. Aunque la tendencia a la superproducción está presente en montajes referenciales como el del Metropolitan de Nueva York de finales del XX, auténtico y desbordante exhibición de medios. De la misma manera que el Liceu de Barcelona conserva su ‘Aida’ referencial con los telones pintados en 1945 por Mestres Cabanes que son una joya, bajo el tratamiento historicista que pedía aquella época aunque nos pueda parecer ‘kitsch’.
“La versión teatral de Hugo de Ana estrenada en 1998 se adaptó en 2018 y ahora regresa con algunas correcciones en 20 representaciones, con tres repartos distintos, Nicola Luisotti como principal director musical y 300 artistas en escena”
Hay que pensar que cuando se puso en cartel en Madrid en 1998 la versión de Hugo de Ana, recién inaugurado el nuevo Teatro Real, buscaba poder mostrar las posibilidades técnicas y la capacidad del coliseo, con un montaje que parecía extraído de las superproducciones cinematográficas de los años 60. Bajo una concepción historicista con un espectacular decorado vertical alzado hasta la parte superior del escenario y un enorme ciclorama material con coros, actores y bailarines ubicados a lo largo de su superficie. Veinte años más tarde, en 2018 volvía la base de ese montaje al Real, pero en un ‘compact-mix’ porque los tiempos habían cambiado, las nuevas prescripciones técnicas y de seguridad impedían repetir idéntico formato, y las estructuras de la arquitectura escénica estaban cambiando, con una mayor implicación de las tecnologías, presencia de transparentes telones-filtro y del vídeo, aunque conservando la referencia general de la pirámide en el centro del escenario.
Este último remontaje es el que ahora vuelve al Real aunque con correcciones como las correspondientes a las videocreaciones. En la de 2018 éstas no siempre estaban utilizadas de forma oportuna y en algunos momentos embarraban la concepción plástica y teatral del montaje hasta generar cierta confusión. El hecho de que por tercera vez se recurra a la versión de Hugo de Ana, aunque con distintas evoluciones y cambios desde 1998, se quiere explicar por la efeméride del cuarto de siglo transcurrido desde la reinauguración del Real y el carácter emblemático de este montaje absolutamente respetuoso con la identidad formal de la ‘Aída’ tradicional aunque otras interpretaciones recientes del clásico prescindan totalmente de dicha concepción respetuosa del pasado.
Desde la perspectiva del esfuerzo de producción esta ‘Aída’ representa un gran empeño de una maquinaria de producción que requiere una gran envergadura, con nada menos que 300 artistas en escena y un trabajo detrás del escenario que implica enormes bíceps de producción. Con decir que coros, y especialmente actores y bailarines están citados tres o cuatro horas antes de cada representación para oscurecer el tono de piel de todo su cuerpo con un tinte inyectado y una caracterización para instalar una calvicie, y que el juego de desarrollo escénico propone un trabajo minucioso, da la medida de la actividad para una producción tan enorme. Las veinte funciones anunciadas, 19 oficiales más un preestreno joven, 20 en total en una coproducción con Abu Dhabi Music and Arts Foundation, patrocinada por Telefónica, en todas sus representaciones, con la participación en la joven de otros apoyos: Deloitte, Estrella Damm, entre otros, ya han tenido su respuesta: si se entra en la página web del Real para adquirir una entrada para los primeros días se verá que la mayor parte de las mismas están ya compradas y se tendrá que esperar a las posteriores representaciones. ‘Aída’ es el pórtico seguro desde el punto de vista del público a una temporada donde también habrá apuestas más arriesgadas.
Como en 2018, Nicola Luisotti vuelve a colocarse al frente del foso de la orquesta. El locuaz y comunicativo director, experto en el repertorio del XIX y en particular el italiano, al que se ha visto al frente de los teatros más importantes, es un valor seguro que domina los matices de la partitura e impone una de las características de su estilo: una vibrante y entusiasta energía en los momentos de mayor impulso coral. En esta ocasión Luisotti va a dirigir 13 funciones, mientras Daniel Orén lo hace en siete y Diego García Rodríguez en una. Habrá que fijarse en las comparativas de esas tres direcciones orquestales.
También hay un triple reparto, con estrellas de campañillas: las sopranos Krassimira Stoyanova, María Agresta, Roberta Mantegna y Anna Netrebko como ‘Aída’, las mezzo-sopranos Jamie Barton, Sonia Ganass, Ketevan Kemoklidze como ‘Anneris’, los tenores Piotr Beczala, Yusif Eyazov y Jorge de Leóncomo ‘Radamés’ , barítonos Carlos Álvarez, Artur Rucinski y Gevorg Hakobyan en el personaje de ‘Amonastro’, y los bajos Alexander Vinogradov, Jongnin Park y Simón Orfila en ‘Ramfis’, entre otros.
“Telefónica patrocina las representaciones, junto a otras empresas en el estreno joven”
Esta tercera ocasión de ‘Aída’ versus Hugo de Ana, aun con las consabidas correcciones y adaptaciones respecto a 1998, se acompaña de un amplio programa de actividades paralelas tanto desde el ciclo ‘Enfoques’ del Real, como del Círculo de Bellas Artes, Istituto Italiano di Cultura, Museo Nacional del Romanticismo, Biblioteca Regional ‘Joaquín Leguina’, entre otros. Además, RNE-Radio Clásicaregistrará una de las representaciones para ofrecerla en su momento a las emisoras de la UER.
En definitiva, una vez más una ‘Aída’ que representa un gran esfuerzo de producción y con toda seguridad hará caja, pues Verdi es sumamente agradecido, y este título tiene tanto o más gancho que ningún otro del repertorio operístico. En una función capaz de satisfacer al espectador medio por su grandiosidad; aunque hay que preguntarse si la concepción de Hugo de Ana se mantiene igual que en el 98, aunque el Real justifique esta reposición corregida por tratarse de una producción emblemática de su repertorio. Lo que es seguro, por encima de los peros que se le puedan poner sobre si merece otra tercera vida escénica o si hubiera sido posible otro tratamiento menos historicista de gran producción, es que se trata de un montaje imposible de repetir por sus características en otro teatro de España e incluso de algunos países de Europa.