Cultura & Audiovisual / Equipo Lux
La denominada ‘tasa Google’ o impuesto a las grandes compañías digitales, ha tenido una larga y nada rectilínea trayectoria. En su día fue una reivindicación de fuerzas, sindicatos y partidos progresistas, que tropezó con la incomprensión de otros sectores, finalmente aceptada por espacios más amplios de la sociedad. El tema enfrentó a las administraciones europea y la de Donald Trump. Dentro del marco comunitario, Francia llevó siempre la voz cantante en este asunto ya fuera con gobiernos liberales o socialdemócratas, frente a la tibieza de otros gobiernos como el de Rajoy.
“Las plataformas repercutirán a los anuncios un 2% del impuesto, derivando el cargo a otra instancia”
En España, el ejecutivo de coalición PSOE-UP contempló este asunto como una referencia. El pasado otoño se aprobaba la Ley de Impuesto sobre Determinados Servicios Digitales a Grandes Empresas, es decir, un tributo pensado para colosos mundiales como Google o Facebook que en España obtienen sustanciosos beneficios del mercado local. No son sólo espacios de comunicación, sino grandes plataformas de comercio con una gigantesca presencia en el territorio de la publicidad digital, en una etapa en la que la pandemia ha potenciado todavía más las redes y el desplazamiento de la inversión de los soportes convencionales hacia las plataformas tecnológicas.
El paso adelante del Parlamento en la aprobación de esa ley estaba en línea con la decisión de la UE de regular tasas y tributos a las tecnológicas. El cálculo inicial de Bruselas esperaba que en conjunto los países de la zona podrían recibir unos 6.000 millones de euros por esa tasa, de los que 968 serían percibidos por España.
El anuncio de la tasa hizo enfurecer a la Casa Blanca y a su ocupante. Trump amenazó con responder de forma recíproca si el tributo se imponía en Europa, a falta de un acuerdo global en un espacio supranacional como la OCDE o los tratados de comercio entre Estados Unidos y Europa. Ahora se vislumbra un momento distinto y con más capacidad de diálogo tras la llegada de la Administración demócrata.
Absoluto dominio del mercado y los soportes
En las últimas semanas, las tecnológicas han respondido a esa de tasa sobre sus ingresos por publicidad, internacionalización en línea y transmisión de datos con una amenaza: el desplazamiento del 2% a los anunciantes, que deberán asumir a sus expensas el recargo. La toma de postura ha generado un enfrentamiento con anunciantes a los que de manera unilateral las plataformas quieren hacer repercutir el coste de la tasa. El malestar de quienes contratan anuncios es mayúsculo tanto en España como en otros países que se enfrentan a la misma decisión unilateral de las tecnológicas.
La Asociación Española de Anunciantes afirma que esa decisión unilateral de Google atenta contra la competitividad de las empresas españolas, el desarrollo de la tecnología y la digitalización del mercado. Además, el incremento del precio de la publicidad acabará por repercutir en última instancia sobre el coste de servicios y productos al consumidor.
Los anunciantes españoles destacan la situación de un mercado internacional, según su organización de referencia, la Federación Mundial de Anunciantes a la que pertenecen 65 estados, donde la competencia dentro de este mercado tecnológico es casi imposible, puesto que entre Google y Facebook se llevan el 70% de la inversión en publicidad. La libre competencia queda en entredicho ante gigantes tecnológicos hegemónicos en los mercados mundiales. Compañías que cotizan al alza e ingresos millonarios obtenidos en los espacios más amplios de la globalización.
“Google y Facebook se llevan el 70% de la inversión publicitaria mundial: ¿donde está la competencia?”
Los anunciantes de nuestro país reclaman lo que denominan “enfoque global” sobre los desafíos fiscales de la tecnología digital, con negociaciones al más alto nivel y la presencia de instancias internacionales, singularmente Europa-América del Norte, para una tipificación de esos tributos, poniendo coto a las acciones unilaterales de macrocompañías como la ya citada de Google, lo cual encarece el precio de la publicidad en un mal momento de la economía por la crisis del Covid-19. Ese traslado se produce en un inoportuno momento, cuando la recesión impuesta por la situación sanitaria repercute muy negativamente en una caída del consumo y un retroceso en el PIB.
Se mira hacia el espacio europeo y Bruselas en particular, desde donde tendrá que tomarse alguna decisión comunitaria para evitar vaciar de contenido a la tasa que se piensa aplicar a algunas prestadoras de servicios tecnológicos cuya facturación es elevadísima, y que dominan el mercado mundial sin posibilidad de competencia.