Humor Asalmonado / Mateo Estrella
La historia se repite desde la Antigüedad. Un grupo de generales organiza una conspiración para atacar el orden establecido en el Imperio, acusando a sus gobernantes de corruptos e ineficaces. Pongamos que el jefe de la trama, el hasta entonces victorioso general Tito Floren, se enfrenta a la diarquía de los dictadores Infantino y Ceferin. Cuenta con la complicidad de algunas legiones (no con todas) en las penínsulas hispánica e itálica, así como en la isla de Britania, confiando en que otros ejércitos se sumen a la rebelión.
Pero el caudillo comete dos errores de papiro.
“No existe relación entre la campaña del Partido Popular y la de los clubes para montar partidos elitistas”
1º Anuncia sus intenciones en el ágora ‘El chiringuitus’, sin haberlas revelado antes a los centuriones, a la infantería, a los patricios y a la plebe. Vende el oso antes de cazarlo.
2º En lugar de derribar a las instituciones y hacer que sus dirigentes muerdan el polvo, pretende compaginar el orden viejo y el orden nuevo. ‘Que todo cambie para que todo siga igual’, escribiría Lampedusa siglos después.
Los dictadores reaccionan sin contemplaciones y amenazan con penas capitales a todos los cómplices. Los generales británicos desertan, aterrados, y los estamentos sociales rechazan unas pretensiones que les han comunicado mal y tarde. Siguen la desbandada otros sediciosos. Desastre total.
Volvamos a la actualidad. Aunque no lo haya desmentido personalmente, se confirma que Miguel Ángel Rodríguez, asesor estrella de Isabel Díaz Ayuso, no ha sido el autor intelectual del eslogan apocalíptico ‘Superliga o muerte’, pronunciado por Florentino Pérez como esencia de su discurso.
Inciso para los ajenos al fútbol: Pérez preside el grupo Actividades de Construcción y Servicios, S.A. (ACS). Pero, sobre todo, dirige el Real Madrid Club de Fútbol. Una frase similar sobre la constructora no habría dado la vuelta al mundo en ochenta segundos, cuando la otra noche propuso a la opinión pública que eligiera entre su proyecto y la extinción del fútbol.
Repito, si bien se rumorea que José María Aznar, madridista confeso, inspira a la presidenta de la Comunidad de Madrid, vía Rodríguez, no existe relación entre la campaña del Partido Popular y ésta otra de los clubes para montar partidos elitistas. Los conjurados argumentaban que la gente se aburre con los choques tipo Eibar-Alcorcón. Añadían que los jóvenes han destronado al deporte rey en sus preferencias de ocio. Concluían, por medio de su líder, que se mejora el espectáculo, o el nuevo estadio del Real Madrid Bernabéu se reconvertirá en Camposanto Bernabéu.
Durante unas horas, el universo ha contenido la respiración, contemplando el duelo letal entre UEFA y FIFA, por una parte, y los cabecillas de la conspiración por la otra.
Hay más. Las decisiones financieras suman otra pifia más monumental que el Coliseo. La Superliga cuenta con el concurso del banco de inversión JP Morgan Chase, que –según anuncia el medio británico ‘Financial Times’– prestaría 3.250 millones de euros al enredo, a devolver en 23 años con un interés entre el 2% y el 3%.
Un analista amigo me transmite el comentario de uno de sus compadres en un foro ‘on line’:
—Jippy Morgan le ha cogido el gusto a batir los récords de fraude. En 2013 el Gobierno de Estados Unidos impuso a la empresa una multa de 13.000 millones de dólares (sobre 11.000 millones de euros) por adulteración de las hipotecas ‘subprime’ en la anterior crisis. Y hace nada, en septiembre de 2020, la Comisión de Negociación de Futuros de Materias Primas, de su propio país, la obliga a pagar otros 920 millones de dólares (casi 800 millones de euros) por manipulación del mercado de metales y bonos. ¿Cómo se les ha ocurrido pactar con este gafe?
“Jippy Morgan le ha cogido el gusto a batir los récords de fraude. ¿Cómo se les ha ocurrido pactar con este gafe?”
Sería sugerente conocer la opinión ‘post mortem’ de Wenceslao Fernández Flórez, humorista gallego hoy casi olvidado, En los años 40 del franquismo ejerció de corresponsal para el diario ‘ABC’ en los estadios de toda España. En una de sus piezas definió así el espectáculo, que ya congregaba a las masas: “Veintiún hombres en calzoncillos persiguiendo a una pelota”. En otro de los artículos se preguntaba cuál era el precio del dedo gordo de un futbolista, teniendo en cuenta las cantidades desorbitadas que cobraban.
Consumado el fiasco, aunque los rebeldes juran volver a la carga, la cuestión crucial ahora mismo es la siguiente: La cotización de los dedos gordos de Neymar da Silva, Kylian Mbappé o Erling Haaland, se va a desplomar si el fútbol muere. En tal caso, ¿va a recomendar JP Morgan que se siga invirtiendo en pulgares inservibles?