Humor Asalmonado / Mateo Estrella
Hace unos meses Miguel Bosé denunciaba en público una conjura universal, cuyo objetivo sería introducir en nuestro organismo microchips que controlarían la vida de cada persona. Recordemos que el vehículo para la manipulación sería, de acuerdo con el famoso artista, la vacunación contra el Covid-19. Entonces unos pocos le creyeron, y otros muchos consideraron sus declaraciones como estrafalarias. ‘Es imposible que un chip, con el tamaño de un grano de arroz, quepa en la aguja de una jeringuilla’, argumentaron.
“Una sencilla intervención quirúrgica colocará en alguna zona de nuestras molleras una interfaz cerebro-computadora”
Quien esto teclea estaba entre los más reticentes. Pero recientes publicaciones en medios de probada solvencia, me obligan a revisar mi alineación entre los anticonspiranoicos. No porque vaya a pasarme de golpe a las filas del terraplanismo, sino por conceder el beneficio de la duda a quien, allá por 1980 y sin que nadie hiciera burla y escarnio de sus rimas, cantaba lo siguiente:
“Don diablo que es muy cuco / siempre sale con el truco/ del futuro colorado colorín / y si acaso cedes/ usará sus mil placeres / para ver cómo te puede /conseguir, conseguir”
¿Eran premonitorias aquellas estrofas? ¿Anunciaban los supuestos desmanes de la neurotecnología? Puede que Bosé se haya equivocado relacionando las inyecciones de Pfizer, Moderna, Janssen o AstraZeneca con la inserción de los microprocesadores por vía intramuscular. Sin embargo, nuevas e inquietantes revelaciones le darían la razón: están en marcha inversiones multimillonarias para implantar sensores en la sesera de millones de seres humanos. Y, lo que da más mieditis, pretenden nuestro beneplácito.
No es ninguna broma. La víspera de los últimos Reyes Magos lo han contado en el diario ‘El País’ dos españoles influyentes. Tanto Rafael Yuste, catedrático de la Universidad de Columbia, como Darío Gil, director mundial del área de investigación de IBM, colaboran con el gobierno de Estados Unidos. Y dicen que a partir de 2032 empezarán a comercializarse gorros, diademas y cascos que conectarán nuestras mentes con Internet.
“A semejanza de Manuel Fraga Iribarne, cualquier político de medio pelo albergará el Estado en su cacumen gracias a las redes”
Más adelante, aseguran, una sencilla intervención quirúrgica colocará en alguna zona de nuestras molleras una interfaz cerebro-computadora. Como resultado, afirma Yuste, “va a cambiar la naturaleza del ser humano. Nos vamos a convertir en híbridos”. La entrevista considera en especial las consecuencias positivas. Gracias a las interacciones con las redes, nos expresaremos en cualquier idioma, sabremos con certeza cómo invertir el dinero y cuál es la mejor opción para emparejarnos con hombre o mujer, según los gustos. Por si fuera poco, el acceso instantáneo a incontables bases de datos nos hará inmensamente cultos, aunque no poseamos el Graduado Escolar…
Repetiremos como loros cada párrafo de la Wikipedia, al igual que los cristianos evangelistas conocen cada versículo de la Biblia sin interfaces. O, a semejanza de Manuel Fraga Iribarne, cualquier político de medio pelo albergará el Estado en su cacumen gracias a las redes.
Cuando terminé de leer la entrevista, mi imaginación se desbocó. Me vi opositando a notario o a registrador de la propiedad, con los veinticinco tomos del Aranzadi en el caletre. Antes habría cursado cinco carreras universitarias y atesorado másteres en tiempo récord, de forma no presencial, sin renunciar a juergas, excesos y adicciones a diferencia de Pablo Casado.
No todas mis visiones fueron triunfalistas. Contemplé con angustia como la Agencia Tributaria penetraba en mi inconsciente, desvelando cada uno de mis manejos defraudatorios sin recurrir a la brigada de delitos monetarios. Sufrí un ataque de ansiedad, imaginando que Jeff Bezos capturaba mis células grises con los algoritmos de Amazon, y me impelía a comprar compulsivamente en Amazon hasta arruinarme.
“Sufrí un ataque de ansiedad, imaginando que Jeff Bezos capturaba mis células grises con los algoritmos de Amazon”
Intuí, consternado, los previsibles fallos multiorgásmicos de origen psicosomático. Mi cerebro y las demás vísceras, habituados a las rutinas de los sistemas circulatorio, respiratorio y digestivo, estallarían a causa del bombardeo masivo de ‘Big Data’. Por otra parte, ¿cómo podremos evitar que ese vecino que hoy nos martiriza con Spotify a todo volumen, ‘hackee’ en el futuro nuestra mente para martirizarnos con oleadas de raperos?
Confío en morir antes de que esos científicos chalados entren a saco en mi psique con sus locos cacharros.
Creo, sobre todo, que hemos sido muy injustos mofándonos de Miguel Bosé.