Cultura & Audiovisual / Equipo Lux
El pasado 1 de agosto fallecía tras una caída accidental Julio Diamante Stihl (1930-2020). Nacido en Cádiz fue, mucho más que un director de cine y de teatro, un personaje sensible a los más variados contenidos de la cultura y un hombre preocupado por su sociedad. En febrero de 2020, poco antes del inicio del confinamiento, la Academia de Cine le ofrecía un homenaje, donde Diamante acabó cantando jazz y flamenco sin acompañamiento musical: en YouTube se puede encontrar su homenaje personal ante los restos mortales de Berlanga donde entona un cante con un cariñoso texto dedicado al cineasta.
Ahora se publica su libro de memorias, ‘Del cine y otros amores’ (Cátedra-Grupo Anaya), donde repasa aspectos de su vida personal y su carrera. Bisnieto de un obispo protestante que se vio obligado a exiliarse en Gibraltar, a los cinco años sus padres se trasladan a vivir a Madrid comenzando a estudiar en el curso de 1935 en un centro plurilingüe.
Al estallar la guerra, su abuelo, responsable del Circuito Nacional de Carreteras, seguirá la suerte del gobierno republicano trasladado a Valencia y su nieto no le volverá a ver más que varios años después acabado el conflicto y en la cárcel. Su padre, encargado de la distribución de aguas en Madrid, es nombrado jefe del batallón de Puentes, y tras acabar la guerra también pasará años en prisión.

“Dirigió cinco largos, varios cortos experimentales, diversas obras teatrales, tuvo un decisivo papel en los ‘sucesos del 56’ en Madrid, fue el máximo responsable del Festival de Benalmádena, impulsó en España el jazz y el flamenco, que también cantaba, fue un hombre con una agenda privilegiada de amigos y un luchador por la libertad”
En sus memorias, Julio Diamante recuerda el Madrid de la guerra donde se trataba de buscar una cierta normalidad. Su casa en la calle Cristóbal Bordiú, cerca de la glorieta de Cuatro Caminos, no quedaba lejos del frente de la Ciudad Universitaria: cuando se producía un bombardeo los vecinos se refugiaban en el sótano o en la portería.
Cuenta que un día su madre le llevó a ver dibujos animados al cine Actualidades en la Gran Vía junto a Callao, y al salir se encontraron con un ataque de la aviación, teniendo que buscar apresurado refugio en el metro. Al acabar la guerra las contraventanas de su casa familiar acabaron llenas de agujeros de metralla. En su mente de niño se le quedó grabada la imagen de un hombre que en las últimas horas de la guerra pasaba casualmente por la calle Ríos Rosas y recibió un inesperado y mortal impacto de bala.
En la posguerra, el padre es dado de baja en el Cuerpo de Ingenieros de Caminos, sale de la cárcel en 1945 en ‘libertad vigilada’ pero no se le permite volver a ejercer su profesión hasta 1973, debiendo jubilarse forzosamente en 1976. Estudiante del colegio de El Pilar, Julio Diamante ha descubierto el cine de muy niño cuando le llevan a ver ‘El delator’ de John Ford. En el ambiente de las tertulias familiares de finales de los 40 conocerá a muy interesantes personajes en precarias comidas dadas las circunstancias, en una de las cuales el postre se reduce a una uva.
Estudia la carrera de Medicina, pero cuando está a punto de acabarla se cruzan en su camino dos intereses: el cine y la aspiración democrática. Diamante tuvo un gran protagonismo en el homenaje a Ortega y Gasset, y en los sucesos de 1956 en la Universidad de Madrid como secretario general del Congreso Universitario de Escritores Jóvenes. Tanto que debe huir a casa de un familiar en Cataluña y finalmente volver a Madrid y presentarse a la policía, pasando por la cárcel. Mantiene una gran cercanía personal a ‘Federico Sánchez’ (Jorge Semprún) con quien da largos paseos por las zonas más alejadas del Retiro donde nadie pueda escucharlos, e ingresa en el PCE. Aunque Diamante, que siempre mantuvo un compromiso cívico hasta el fin de sus días, nunca quiso ser profesional de la política.
Abandona Medicina a punto de terminar la carrera y logra entrar en el IIEC, precedente de la Escuela de Cine, un reducto de disidencia, donde tiene una estrecha relación con, entre otros, Carlos Saura y Jesús Fernández Santos, y rueda sus primeros cortos de estilo expresionista (la pasada semana Filmoteca Española pasaba tres de ellos rodados entre 1954 y 1957 en el acto de presentación del libro). Julio Diamante escribió y dirigió teatro, y especialmente cinco largometrajes, cuyas vicisitudes cuenta en sus memorias. Todos ellos piezas fundamentales para comprender el momento en que fueron rodados, especialmente ‘Tiempo de amor’ (1964), tres historias sobre parejas de la época y la dura condición femenina en el franquismo, una película que hoy se mantiene con vigencia. Diamante rodó piezas dramáticas y adaptaciones literarias para TVE, y entre 1972 y 1989 dirigió la Semana Internacional de Cine de Autor de Benalmádena, en plena etapa de Transición, con constantes luchas con la censura y la incomprensión, por la que pasarán primeras figuras mundiales.
“En su largo documental ‘La memoria rebelde’ entrevistó a personajes de la Transición del espacio político y cultural”
En 2012, Julio Diamante y de su propio bolsillo rueda el largo documental ‘La memoria rebelde’ –que acompaña en DVD a su libro de memorias–, una producción de 125 minutos donde los más variados personajes, de la política a la cultura hablan de la República, el franquismo y la Transición, y que hoy constituye un documento interesantísimo sobre el reciente pasado de nuestro país.
En ‘Del cine y otros amores’ no hay acritud, ataques ni ganas de ‘hacer sangre’. Tampoco demasiadas referencias de proximidad que seguramente contará en un futuro libro su viuda, Sagrario Muñoz, profesora de Medicina de la Complutense, y que desde 1991 ha sido inseparable de Julio; pareja a quienes se podía ver hasta días antes de la pandemia en los más variados espacios culturales y con personajes muy significativos de esa inteligencia. Cultura y compromiso cívico fueron dos referencias fundamentales en la vida de ese gaditano en una vida donde el teatro, el cine, el flamenco y el jazz tuvieron tanto peso como la aspiración democrática. Sus memorias son un itinerario personal, pero también una expresión de la realidad de este país.