Crónica Económica / A.S.A. ■
Igual que están siendo implacables los bancos centrales (BCE, Fed o el Banco de Inglaterra) en su política monetaria, así deben actuar la UE respecto a la política fiscal, en paralelo, por la misma senda. Es decir, que la política fiscal y la monetaria no circulen en sentido contrario. Si el ajuste presupuestario se suma a esta corriente, no habrá que subir tanto los tipos de interés. Y “si la inflación resulta ser más rígida de lo esperado, el endurecimiento de las políticas tendrá que mantenerse durante más tiempo”, explica el Fondo Monetario Internacional.
“Mientras la política monetaria está pisando el freno”, señala la directora gerente del FMI, “no debería haber una política fiscal que esté pisando el acelerador. Esto supondría un viaje muy duro y peligroso”
Pero, cuidado, el Fondo alerta de la necesidad de mantener las ayudas a los más vulnerables y que, al mismo tiempo, se esté preparado por si los acontecimientos descabalan las expectativas y las cosas se tuercen, como sucede últimamente con frecuencia.
No es la primera vez que lo ‘sugiere’. Lo había advertido hace unos meses: “Mientras la política monetaria está pisando el freno”, señalaba su directora gerente, “no debería haber una política fiscal que esté pisando el acelerador. Esto supondría un viaje muy duro y peligroso”, Ahora lo ha hecho de nuevo y con contundencia. El FMI argumenta que “los esfuerzos de las autoridades monetarias para que la inflación vuelva al nivel fijado como meta deben complementarse con una política fiscal más restrictiva”, tal y como recoge en el informe Monitor Fiscal, presentado hace pocos días en Washington.
El informe esgrime varios argumentos en este sentido: que “la política fiscal puede y debe apoyar a la política monetaria para que la inflación vuelva a su objetivo”; que “al moderar las subidas de tipos, “contribuye a la estabilidad financiera”; que de esta manera se “ayuda a limitar los riesgos de las finanzas públicas y crea espacio fiscal para responder a una evolución macroeconómica o financiera adversa” y que “unos equilibrios más sólidos también contribuyen a la sostenibilidad de la deuda a largo plazo en un contexto exigente que incluye tendencias demográficas, digitalización y la transición ecológica”.
Y si vuelven las sorpresas, los acontecimientos inesperados, el organismo que dirige Kristalina Georgieva marca una serie de pautas para que el dinero de los ciudadanos esté a salvo, en caso de una crisis financiera. “Con el objetivo de proteger los recursos públicos, el proceso de toma de decisiones ha de basarse en principios de gestión de gobierno, respaldados por procedimientos sólidos de insolvencia y de quiebra”. Es decir, ser ágil y tener cintura para intervenir lo antes posible, sin que sea demasiado costoso y, sobre todo, controlar que los denominados ‘rescates’, no recaigan en quienes no lo necesitan, o no lo merecen.
El Fondo pide también a los bancos centrales y a los diferentes Gobiernos que tengan listas las herramientas adecuadas por si el crecimiento no es el previsto y crece el desempleo.
Si fuera así, habría que ‘aflojar’ y aplicar una política menos restrictiva, mientras los estabilizadores automáticos hacen su trabajo, especialmente si se tiene la suerte de que inflación esté parcialmente controlada y se cuenta con cierto margen fiscal.
“El Fondo Monetario alerta, no obstante, de la necesidad de mantener las ayudas a los más vulnerables y que, al mismo tiempo, se esté preparado por si los acontecimientos y las expectativas se tuercen”
El documento del FMI destaca, además, la rapidez con que la economía mundial se ha recuperado de la crisis sanitaria que, no obstante, ha dejado secuelas. “Hasta la fecha, el tejido económico y social ha soportado las cortes en el suministro de energía. Pero los múltiples shocks han anulado los avances en la reducción de la pobreza, y es probable que hayan retardado el cumplimiento de la meta mundial de erradicar la pobreza extrema en 2030”.
Recuerda además el documento de primavera que la crisis fue el detonante de un crecimiento sin precedentes de la deuda pública hasta rozar el 100% del PIB mundial, al desplomarse la economía mientras los déficits públicos marcaban records por la menor recaudación y el mayor gasto. En este momento, “con un destacado crecimiento del PIB nominal en 2021-22, la deuda mundial se ha reducido, con la caída más pronunciada en las últimas siete décadas y se ha situado en torno al 92% del PIB a finales de 2022, aunque todavía unos 8 puntos porcentuales por encima del nivel de finales de 2019”.