Tribuna / José Massa. Doctor en Economía. Profesor de Finanzas en CUNEF
A los españoles con frecuencia se nos olvida que el mundo es algo más grande que nuestro pequeño rincón. Los periódicos y los políticos ayudan mucho a eso. Tanto los unos como los otros necesitan ruido para llamar la atención de sus clientes y nada más morboso y atractivo que las peleas de patio de vecinos. Pero conviene tener cuidado y no perder de vista lo que sucede por ahí fuera a nuestro alrededor, porque, siendo la comparación con nosotros mismos interesante, la comparación con los demás suele ser muy ilustrativa.
Pedro Sánchez tomo posesión como presidente del gobierno por primera vez el 1 de junio de 2018. Aquel día, nuestro Ibex-35 estaba en torno a 9.450. El CAC francés, por su parte, cotizaba sobre 5.400.
Cuando escribo esta breve reflexión (el 7 de diciembre de 2021) el Ibex está en unos 8.500 puntos y el CAC por encima de 7.000. En números redondos, durante los tres años y medio de mandato del actual presidente, el Ibex ha caído unos 1.000 puntos, algo así como el 10%.
No parece muy brillante. Pero, también, decirlo así, sin más, es muy injusto: a mitad de mandato se produjo una pandemia que afectó a las economías de todo el planeta, y de cuyas consecuencias, no sólo económicas, aún nos estamos recuperando.
Puesto que la pandemia afectó a todo el planeta, no sólo a España, para ser rigurosos deberíamos comparar la evolución del Ibex en este período con la evolución de indicadores similares de otros países, que puedan servirnos de referencia. En este sentido, por proximidad no sólo geográfica, Francia y Portugal son dos buenas referencias. En el caso de Portugal, además, el gobierno tiene un perfil parecido al nuestro.
Pues bien, frente al 10% de caída del Ibex, en el mismo plazo de tiempo, el índice CAC-40 francés ha subido unos 1.600 puntos, nada menos que un 30% entre junio de 2018 y diciembre de 2021. Y el índice portugués, el PSI-20, ha subido el 2% en el mismo período. Tomando como referencia los índices bursátiles, España no sólo lo ha hecho mal en términos absolutos (pérdidas del 10%), sino que lo ha hecho peor en términos relativos: el 40% peor que Francia y el 12% peor que Portugal.
Un inversor que hubiera invertido 100.000 euros en junio de 2018 hoy tendría 90.000 si hubiera invertido en Bolsa española, frente a los 130.000 que tendría si lo hubiera hecho en Francia. Los inversores internacionales (grandes fondos de inversión), que buscan las mejores rentabilidades para sus clientes (muchos de ellos, ahorradores particulares de sus países de origen) habrán tendido a invertir en Francia y a no hacerlo en España, lógicamente.
Con todo, me parece más llamativa la evolución comparada desde que se inició la pandemia. Porque desde enero de 2020 la Bolsa española ha caído casi el 12%, más que eliminando la pequeña subida que tuvo a partir de junio de 2018. Es decir, que podríamos sostener que la caída se ha debido a la pandemia, porque hasta que ésta empezó, la Bolsa no iba mal. Y esta afirmación sería cierta. Aunque quizá incompleta.
Nuevamente mirar hacia fuera puede darnos alguna pista. Desde enero de 2020, justo antes del inicio de la pandemia, la Bolsa francesa, medida por el índice CAC-40, ha subido cerca del 18% (frente a la caída del 12% de la española). Es decir, en comparación con Francia, casi toda la diferencia negativa en la evolución de las bolsas se ha producido después del inicio de la pandemia. Casi un 30% peor en el último año y medio. Y, no se olvide, la Bolsa francesa está el 18% más alta que antes de la pandemia.
La comparación con nuestro otro vecino cercano, Portugal, tampoco es muy favorable para nuestra Bolsa: desde el inicio de la pandemia, la Bolsa portuguesa ha subido el 7%, frente a la caída del 12% de la española. Casi un 20% peor en el último año y medio.
La pregunta obligada es si la responsabilidad de este objetivamente mal comportamiento corresponde al gobierno y a sus políticas económicas o si las causas hay que buscarlas en otros ambientes, como la estructura económica de España o, de forma aún más técnica, la peculiar composición de las empresas cotizadas españolas, con mucho peso concentrado en sectores muy concretos (suele señalarse a banca, constructoras y eléctricas). Es decir, ¿el mal comportamiento de la Bolsa es un síntoma de mala política económica o es un asunto estrictamente financiero que no conviene magnificar?
Con frecuencia se señala que España se ha visto especialmente afectada por la crisis pandémica como consecuencia del importante peso que tiene el sector turístico en nuestro país, lo que parece innegable.
Pero en Portugal el turismo pesa, como en España, aproximadamente el 10% del PIB. Y, sin embargo, la Bolsa portuguesa ha subido veinte puntos más que la española desde el inicio de la pandemia. Así que señalar al peso del turismo como causa de la mala evolución bursátil quizá no sea del todo una explicación completa. Del mismo modo que la pandemia en sí tampoco parece serlo a estas alturas, porque las Bolsas de nuestros vecinos han subido, mientras que la nuestra ha bajado.
Así que, si ni la pandemia ni el peso del turismo explican el mal comportamiento de la Bolsa española, parece que tendremos que buscar las razones del descalabro en algún otro sitio. La composición sectorial de las empresas cotizadas españolas podría ser una explicación, sin duda: la política monetaria acomodaticia no ayuda a los resultados de los bancos y el parón de la actividad afecta directamente a las constructoras.
Pero también es verdad que una parte del actual gobierno se ha mostrado muy poco amigo, cuando no abiertamente enemigo, del éxito empresarial en general. Actuaciones como las acusaciones gratuitas y totalmente infundadas a empresarios de éxito, o las reacciones antiempresariales desde el Gobierno porque suben los precios de las materias primas, o las subidas de impuestos en mitad de una crisis, o, por acabar, la persecución a los inversores demonizando a las Sicav, conducen a una conclusión: España no es un país investor-friendly. Y como los inversores pueden elegir, pues deciden irse a sitios donde se les trata mejor que aquí. Así que venden acciones españolas, y la Bolsa española baja, y compran acciones francesas y portuguesas, cuyas Bolsas suben.
No sé valorar en qué medida este mal comportamiento de la Bolsa está afectando a las expectativas de los consumidores españoles (muchos de los cuales también son pequeños ahorradores), pero bueno no puede ser. Y quizá el retraso en la recuperación tenga algo que ver con todo esto.