Crónica Mundana / Manuel Espín ■
Buena parte de los líderes europeos han visitado Kiev para expresar su solidaridad con la Ucrania independiente invadida por el ejército de Putin en una aventura cuyas consecuencias son pavorosas para la ciudadanía de ese país, con millones de refugiados, elevado número de víctimas y heridos, más las destrucciones que la cooperación internacional tendrá que ayudar a reconstruir cuando pare el ruido de las bombas. Los efectos colaterales son enormes y afectan a las economías de la UE en forma de una estrepitosa caída en su previsión de crecimiento post-Covid para 2022, como le ocurre a España, y una elevada inflación que conlleva de enorme malestar en la ciudadanía y en las familias. Asunto que obligatoriamente repercute en las futuras elecciones, donde esa inquietud se puede canalizar hacia las opciones muy radicalizadas y antieuropeístas.
“Todos los Estados de la UE, incluido España, ven recortada sustantivamente su expectativa de crecimiento por la crisis de Ucrania mientras la inflación se dispara con escasas posibilidades de control”
En los últimos días, el debate sobre las respuestas para parar la guerra alcanza nuevas dimensiones, tras el sexto paquete de medidas: ¿se pueden hacer más en las presiones económicas y diplomáticas para el aislamiento de la Federación Rusa, sin traspasar una línea peligrosa que conduciría a un apocalipsis? Una pregunta que apunta contra uno de los puntos clave: la disponibilidad energética. La exigencia de Putin de pagar las compras en gas en rublos y no como hasta ahora en otras monedas internacionales, se viene a convertir en otra forma de chantaje: supone financiar al país invasor. Aunque pueda haber una voluntad política de acabar con los suministros de gas, por ahora su presencia en el mercado de países comoAlemania es indispensable, y ningún responsable va a tomar decisión alguna si no aparece una alternativa segura y clara a esas necesidades. Este país cree que hasta por lo menos 2024 no será posible contar con otros proveedores. De momento, la UE propone un embargo al petróleo ruso para finales de este año; Berlín lo acepta pero poco a poco y con un periodo de transición.
En sentido inverso, las exportaciones de gas desde Rusia son esenciales para la financiación de la economía de ese país y la pérdida de sus mercados internacionales, todavía incierta, a medio plazo significaría una catástrofe. Moscú juega con la baza de que su gas es imprescindible en muchos Estados de la Europa del Este. Donde ya Orban se ha desmarcado nuevamente de la línea de la UE, aceptando las condiciones de la Federación a la compra de gas por Hungría, volviendo a ponerse de relieve la ‘relación especial’ y los estrechos lazos entre Budapest y Putin. Si Orban persiste en oponerse al boicot del combustible ruso, los 27 no tendrán la unanimidad requerida para una decisión de ese calibre.
El problema para Alemania y el resto de los compradores europeos es dónde encontrar esos suministros alternativos. La primera decisión de ‘amnistiar’ a la energía nuclear es un error, mientras la obligación de acabar con los combustibles fósiles en los plazos fijados debe ser ineludible para toda Europa, porque el cambio climático no es ninguna quimera, ni una retórica amenaza, y las decisiones han de ser inmediatas para no condenar a las futuras generaciones hacia un desastre cuyos indicios se multiplican. La opción norteafricana está llena de incógnitas, por cuanto Libia no ha sido capaz de crear un verdadero Estado ni de controlar sus exportaciones, y Argelia y Marruecos siguen con sus relaciones diplomáticas interrumpidas y bajo una tensión latente. El paso en falso de Pedro Sánchez sobre el Sáhara no ha sido precisamente un acierto que favorezca la reconciliación entre los adversarios y el apaciguamiento de las tensiones en un área hoy en día decisiva para los futuros suministros de gas a Europa.
Las nuevas medidas del boicot pueden afectar al sistema interbancario del que se excluiría a Rusia y Bielorrusia, y más sanciones contra individuos y sociedades de esa procedencia. La cuestión es hasta qué punto el embargo llegará a afectar a la ciudadanía rusa y de qué manera podría revertir su actual y clamoroso respaldo a la aventura de Putin que se encuentra en la cima de su popularidad; pero ésta puede caer en picado a nada que se produzca un cambio de signo o una vacilación en el conflicto.
“La UE propone el embargo total al petróleo ruso pero es dudosa la unanimidad de los 27 porque Orban podría desvincularse de las nuevas sanciones”
De forma paradójica, a Putin le ha salido el tiro por la culata en un tema: la OTAN. Si antes de la invasión de Ucrania se podía entender su malestar por la entrada en la Alianza de Estados fronterizos que, en teoría, rompían los acuerdos con Occidente del tiempo de Gorbachov, y la posibilidad de un Kiev neutral y tutelado en su independencia tanto por la UE como por la Federación Rusa, con las brutal guerra desatada ha logrado lo contrario: que dos estados como Finlandia o Suecia, por naturaleza neutrales y fuera de bloques militares, incluso en los peores tiempos de la Guerra Fría, contemplen ahora la entrada en la OTAN porque se sienten amenazados por Moscú. Las aventuras imperialistas tienen un elevado precio, y disipada la euforia de las primeras semanas se pagan las consecuencias: tiempo al tiempo.