Crónica Mundana / Manuel Espín ■
El actual mandatario de la República, Alberto Fernández (centro-izquierda) renunció a disputar un segundo mandato para las elecciones de este mismo año. Con el problema de que su partido justicialista-peronista con aliados, el Frente de Todos, por ahora carece de candidato a pocos meses de las presidenciales. En las últimas fechas y desde hace semanas corrieron rumores sobre la aspiración de Cristina Kirchner, –exesposa de presidente, expresidenta y todavía ‘vice’ (aunque las relaciones con el presidente Fernández han estado sometidas a toda clase de tiras y aflojas), y con una causa judicial abierta que deberá ventilarse en tribunales de justicia–, a aspirar de nuevo a la Casa Rosada, mientras su hijo Máximo se presentaría por Buenos Aires. Los rumores se disiparon a las pocas horas.
“Por ahora el Frente de Todos (oficialista, peronista) no tiene candidato a las presidenciales tras la renuncia de Alberto Fernández a disputar otro mandato y disiparse el rumor de la expresidenta y ‘vice’ como candidata otra vez”
La previsión desde meses atrás era el encumbramiento de un ‘delfín’ en la figura de Sergio Massa (1972), ministro de Economía, un liberal en las filas peronistas, que militó en partidos de esa ideología hasta que en 2010 se integró en el justicialismo, de donde salió en 2013 para participar en la creación del Frente Renovador. El problema es que Massa ha transitado de candidato ‘in péctore’ a casi nada en unos pocos meses, a la vista de las magnitudes económicas. La inflación sigue siendo un enorme problema con constantes incrementos de precios y el fracaso de las tentativas de ponerle freno. Un ministro de Economía que no ha conseguido domar a la inflación va a tener un techo de cristal muy frágil si se convierte en candidato a la presidencia.
Argentina, que desde una perspectiva global no deja de ser un país potencialmente con enormes recursos, viene padeciendo tradicionalmente los problemas de la inflación y de la pérdida de valor constante de sus divisas de referencia frente al dólar, con las hipotecas añadidas y permanentes del pago al FMI, una pesadilla que nunca se acaba.
Para cualquier español es sorprendente conocer los elevados intereses que por los depósitos ofrece la banca argentina a pocos meses frente a la situación de nuestro país donde todavía la gran banca no ha entrado en la competencia por remunerarlos. La situación actual no es la de los tiempos de Alfonsín, cuando llegaban a cambiarse los precios dos o tres veces al día, los diarios o las entradas de cine tenían cada jornada un valor diferente al del día precedente, y los billetes de papel aparecían sellados con muchos ceros encima y un café podía valer un millón, auténtica locura para las cajas registradoras; entre otras cosas porque hoy el papel moneda ha perdido protagonismo frente a las tarjetas, y la situación no es tan desesperada como la de aquella época. Pero las subidas semana a semana de los productos cotidianos generan enorme tensión entre la ciudadanía, especialmente la más vulnerable.
A la inflación, y no sólo debida a la guerra de Ucrania, sino a factores internos/externos, se ha venido a unir el importante efecto de la sequía prolongada –atribuida al cambio climático– con unas pérdidas estimadas en 20.000 millones de dólares en un sector tan decisivo para las exportaciones y la formación de los precios como la agricultura y la ganadería.
Frente a ello, gravita el asunto de los pagos al FMI, una deuda histórica que sigue siendo un problema. Kirchner acusa al gobierno de Macri por «haber contraído una enorme deuda con el Fondo» y propone otra nueva renegociación de esa deuda millonaria. En su momento, el FMI concedió grandes sumas al anterior gobierno neoliberal y ahora parece reconocer las dificultades argentinas, aunque es difícil que se acepten sus propuestas de cambio en esos pagos. Aunque el Fondo asuma el ‘tirón de orejas’ a antiguos responsables (el representante de EE UU, el exdirector para el hemisferio occidental y la propia Lagarde) que permitieron esa ‘barra libre’ que Argentina tiene que seguir pagando.
La teoría del actual gobierno es que para hacer frente a los acuerdos que impusieron cada tres meses ajustes y recortes en función de la situación macroeconómica es imprescindible el crecimiento económico. Pero en este año, la inflación y la sequía ponen difícil un aumento del PIB. Kirchner pide una renegociación de esa deuda acompasada a la actual situación económica y a sus problemas. El FMI mantiene unas claúsulas restrictivas porque es necesario pagar la “desmesurada cantidad” recibida en tiempos de Macri.
Al llegar a la presidencia, el todavía mandatario Alberto Fernández logró renegociar parte de esa deuda, porque era esencial e imprescindible de cara a los mercados ofrecer una voluntad de pagar. Se trataría, como ahora parece plantearse, de nuevo una actuación paralela: por una parte pidiendo al FMI mayor flexibilidad en el pago dado que con la actual situación (inflación más sequía) parece imposible cumplir con las obligaciones salvo que se estrangule la posibilidad de crecer, y por la otra, la imperiosa necesidad de cara a los capitales extranjeros de que es inexcusable mostrar credibilidad en el cumplimiento de las obligaciones.
La dicotomía no es nueva y el tema se ha venido planteando de forma obsesiva a buena parte de los ejecutivos de cualquier signo político. Ya no vale un discurso de retórica antiimperialista para evitar el pago de la deuda, y ésta es una lección necesaria de aprender y no sólo por Argentina: los préstamos internacionales –algunos tan enormes como los recibidos en la época de Macri–, más allá de la coyuntural euforia que despiertan, hay que pagarlos, porque nadie regala nada en la economía mundial.
“La sequía que afecta a la agricultura y ganadería argentina está ocasionando pérdidas de 20.000 millones de dólares”
Los justicialistas echan en cara a la anterior presidencia neoliberal la amplitud de esa deuda, pero no caben justificaciones porque habrá que seguir pagándola, aunque Ucrania/inflación/seguía sean factores condicionantes. El Frente de Todos necesita con urgencia un candidato creíble y dialogante en la escena interior y de cara al mundo, frente al griterío populista ultraderechista de candidatos en liza que se aprovechan de la falta de candidato oficialista y de los datos de la inflación. La demora en la cuenta atrás para elegir un candidato va en contra de los intereses del actual Ejecutivo mientras la oposición ultra emplea términos grandilocuentes que difícilmente pueden ser contestados, y ese retraso hace aumentar las tensiones internas en el Frente, donde el peronismo y sus familias políticas representan un activo fundamental.