Crónica Mundana / Manuel Espín
Hay que ponerse en la piel de cualquier responsable público, y no sólo de España, a la hora de tomar decisiones en torno a la nueva ola de contagios y los pasos a dar cuando resulta que la pandemia no ha acabado y se ha minimizado el riesgo de contraer Covid a medida que se relajaron los controles y la vacunación se fue extendiendo. El dilema pasaporte Covid (es decir, vacunación casi obligatoria por medios directos o indirectos) o vuelta a los confinamientos y restricciones en la vida cotidiana lo tienen sobre la mesa administraciones de todo signo político. El gobierno austriaco formado por una coalición de derecha y verdes decidió la vuelta a los controles hasta las Navidades para salir al paso de contagios y saturación en las urgencias e incremento de fallecidos. La llama se ha extendido a Bélgica, Holanda, Dinamarca, Croacia… con manifestaciones y protestas callejeras, algunas muy violentas.
“El dilema pasaporte Covid o confinamiento provoca disturbios en distintos países europeos convocados a través de las redes sociales”
La facilidad con la que las redes sociales extienden las convocatorias da lugar a un incremento de las acciones externas por parte de un conglomerado de antivacunas, negacionistas, libertarios ultraderechistas, ácratas y neoliberales extremos, en el que partidos de la derecha más radical alzan su bandera. Hasta Bidenha tenido que recular en su intención de imponer la vacunación obligatoria en el ámbito laboral, o al menos en sectores estratégicos. Una medida que podría atentar contra las libertades individuales (entre las que estaría el suicidio o el rechazo a recibir tratamientos).
Poco a poco, en las últimas semanas los índices de peligrosidad de los contagios han aumentado e inciden en un riesgo potencial mayor en próximas fechas con los desplazamientos navideños y la mayor cercanía en las relaciones personales, que darían lugar en enero a tomar medidas más drásticas para evitar otro colapso hospitalario y el incremento en las víctimas mortales.
Las posiciones de los negacionistas y antivacunas por las razones más variadas cala en un sector de las opiniones públicas, con las más variadas oposiciones y abanicos de argumentos: desde quienes rechazan vacunarse por temor a supuestos efectos secundarios a quienes se rebelan contra el poder de los laboratorios que las fabrican. Pero hay un dato que no puede ser soslayado: la mayor parte de los ingresos por Covid tienen lugar entre personas no vacunadas –en España todavía unos cinco millones sin la pauta completa–, y aun en el caso de las recaídas sus efectos son menores entre aquellos a los que se les ha suministrado.
Aun reconociendo los derechos individuales de los ciudadanos hay un riesgo no sólo para su salud, sino para la comunitaria entre quienes se niegan tanto a vacunarse como a asumir limitaciones para evitar los efectos de la pandemia. El problema: desde su aparición a principio de 2020 el virus y sus respuestas se ha convertido en tema prioritario del espacio político. Es recomendable invitar al lector a la hemeroteca de aquellos meses y no sólo en España (donde se clamó contra la inercia del Gobierno respecto a las medidas a tomar para protestar más tarde por los confinamientos y las decisiones adoptadas calificadas de dictatoriales).
“La extrema derecha encuentra un motivo para calar en sectores de ciudadanía y su peso se notará en futuras convocatorias electorales”
Sabemos más sobre el virus y sus efectos sociales que en marzo del año pasado, y se dispone de un arma como la vacunación y los nuevos fármacos. Pero a la vez se teme que un recrudecimiento de la pandemia erosione de nuevo el tejido productivo, tal como han sentido varias Bolsas en días pasados. De persistir los datos negativos los Ejecutivos tendrán que adoptar medidas drásticas e incómodas, que además representan un riesgo para la economía. En ese estanque de aguas revueltas los partidos de ultraderecha nadan con soltura, porque no gobiernan ni tienen que asumir obligaciones ni responder al dilema vacuna o confinamiento, de nada fácil respuesta. El impacto electoral de esos mensajes se verá pronto en distintos procesos electorales, empezando por las presidenciales francesas de 2022. De momento, la ciudadanía debería valorar tanto a los gobiernos como a sus oposiciones cuando se está jugando con algo tan esencial como la vida, la convivencia y los puestos de trabajo.