Acaban de publicarse, casi al unísono, sendas revanchas en contra de dos amos de este mundo. El primero, un tocho de 560 páginas cuyo titulo original es ‘Spare’, ha inundado las librerías desde el 10 de enero, con los mensajes tóxicos del príncipe Harry hacia su propia familia real y británica. Habrá sucesivas entregas, no sólo literarias, sino también en las pantallas televisivas.
En España lo han bautizado como ‘En la sombra’, título tenebroso e inexacto. ‘Spare’ puede traducirse por ‘de repuesto’ o ‘segundón’, papel al cual el duque de Essex y su esposa, Meghan Markle, han renunciado para exiliarse a California y obtener sustanciosos beneficios del cotilleo cortesano.
“Spare’ ha inundado las librerías desde el 10 de enero, con los mensajes tóxicos del príncipe Harry hacia su propia familia real y británica”
El título de la segunda obra es muy descriptivo: ‘Nada más que la verdad. Mi vida junto a Benedicto XVI’. El ajuste de cuentas procede de otro segundón de lujo, el hoy arzobispo Georg Gänswein, conocido como ‘el George Clooney vaticano’ por su atractivo físico. Ha salido dos días después y es menos grueso, si bien denso y dogmático. De momento su difusión se reduce a Italia. Pronto se traducirá a otros idiomas, aunque nunca alcanzará las ventas del libro de Harry (no confundir con su homónimo Potter). Pudiera creerse, a primera vista, que se limita a reflejar la convivencia entre el Papa emérito y su hombre de confianza. No es así.
Alemán como el recién fallecido pontífice, Gänswein ha sido secretario, confidente y asesor del jefe, hasta que Dios lo ha llevado consigo. En una primera etapa, Gänswein compaginó las agendas de Francisco y de Benedicto. Hasta que el primero le despidió de forma destemplada. Ha esperado a que falleciera Joseph Ratzinger para vengarse de Jorge Mario Bergoglio, revelando profundas desavenencias entre ambos dirigentes sobre cómo debe actuar la iglesia católica en materias doctrinales. O en asuntos tan prosaicos como la pederastia, el celibato o la corrupción financiera.
Debe aclararse a los legos en nomenclatura papal, que Benedicto ha sido Ratzinger, al igual que Francisco es Bergoglio. A semejanza del mundo del espectáculo, los pontífices tienen el privilegio de cambiarse su nombre de bebé por el que más les guste. Santísimas dualidades.
Opinarán algunos que entre los escritos de Harry y de Georg existe el abismo que separa la tierra y el cielo, lo contingente y lo eterno. Para nada. El chismorreo de palacio es la base de ambas seudobiografías. Coinciden asimismo en que dos empresas de Silvio Berlusconi han asumido su edición en Italia. Mondadori y Piemme, respectivamente. Se dan similitudes adicionales. Si uno de los autores es vástago de Carlos III, gobernador supremo de la Iglesia de Inglaterra, el otro ha sido como un hijo para el fallecido jefe de la religión católica. Y tanto Essex como Gänswein se han rebelado contra los nuevos soberanos.
En tiempos pretéritos, nadie duda que el panfleto del príncipe le habría llevado directo a una temporada en la Torre de Londres, para luego ser decapitado en la plaza pública por alta traición. El Vaticano siempre ha sido sutil en cortar por lo sano. En siglos anteriores, o no tan anteriores, habría optado por un discreto envenenamiento.
¿Alcanzaría el castigo a cómplices como J. R. Moehringer, ganador del premio Pulitzer, quien ha sido el escritor auténtico del libro de Harry, recopilando sus rencores? ¿Sería también reo el periodista Saverio Gaeta, experto en vidas papales, quien ha tecleado la venganza de Gänswein? Muy posiblemente.
Tanto el príncipe como el arzobispo seguirán funcionando como ‘a pain in the ass’ para Carlos III, y como ‘la mosca zoppa’ para Francisco a secas
Una interrogante, más fácil de responder, se refiere al destino de los autores a partir de ahora. Para Enrique de Inglaterra, quinto en la linea sucesoria, cualquier esperanza al trono queda definitivamente descartada, incluso si una explosión nuclear desintegrara a los cuatro primeros en el ranking. Deberá conformarse con hacerse rico y famoso hasta extremos obscenos.
Georg Gänswein vivirá momentos incómodos en la Santa Sede. Ya las pasó canutas en 2010, cuando el Papa Francisco sospechó que era impulsor de un libro, inspirado por Ratzinger, a favor del celibato sacerdotal obligatorio y en contra de sus intenciones de abrir el apostolado a los seglares.
No cabe duda de que tanto el príncipe como el arzobispo seguirán funcionando como ‘a pain in the ass’ para Carlos III, y como ‘la mosca zoppa’ para Francisco a secas. Lo que en tiempos de Quevedo se llamaba popularmente ‘mosca cojonera’ contra el poder establecido.