Preámbulo
Con este artículo de Ángel Martínez Samperio introducimos el pensamiento filosófico, o simplemente el pensamiento, en las tribunas de ‘El Nuevo Lunes’ para lo que contamos con la ilustre colaboración del Ateneo de Madrid.
Tribuna filosófica / Ángel Martínez Samperio. Doctor en Ciencias de las Religiones por la Universidad Complutense de Madrid. Ateneo de Madrid, Tertulia «El Búho de Atenea»
Se nos rompió la metafísica, y la ontología se quedó sin referentes externos a sí misma; los grandes sistemas explicativos de la realidad perdieron su fuerza normativa. La fuerza nutricia, el cordón umbilical que suministraba a la ontología, se rompió, y el ser tiene que respirar por sí mismo en la pandemia que ha generado, y nos da la imagen del “hombre puesto a sí mismo en cuestión”, que dijera Aranguren, carente de estímulos estéticos que no sean anzuelos, artificios fabricados.
El hombre que rompió vínculos con los pobres remedos de lo divino que le habían dominado, afrontó su destino en soledad; cargó con la piedra de Sísifo y, encadenado, ofreció sus entrañas al cuervo.
No estaba en sus frágiles piernas la posibilidad que Kierkegaard dice que tuvo: “Felizmente di un salto mortal hacia arriba, hacia la pura existencia del espíritu”, un salto cualitativo que sin embargo espera.
El hombre ha profundizado y extendido sus horizontes, pero carece de esa comunicación “de profundidad a profundidad”. Acelera el tiempo, expande los espacios, vuelve compleja la cohabitación, pero todo es demasiado romo, inmediato, insustancial, superfluo, absorbente, reductor.
El artificio, recrecido, se vuelve opresor, y el hombre tiene que dar el salto para poder ser dueño de sus obras. Sabido es que Kierkegaard hizo de su vida un encendimiento contra las trampas existenciales.
Trató de orientar su existencia saltando por encima de sus trampas, trascendiéndolas onto-religiosamente, mas no dejándolas desprovistas de reflexión. Su modelo fue “la trascendencia en la interioridad del propio ser como forma de existencia”.
Como señala Leo Gabriel: “La irrupción de la trascendencia en la realidad inmanente por el salto de la existencia moral del hombre en la existencia religiosa (como Theo-Ethos)”. Trascendencia acontecida y producida en la existencia moral y religiosa vinculada a lo divino, es su salto.
Hoy parece que hemos perdido nuestro pasado arbóreo. Cuando Sloterdijk le dice al hombre “has de cambiar de vida”, en su capítulo primero le solicita “la conquista de lo improbable”: “Por una ética acrobática”. Nos hacen vivir a saltos, pero tal parece que bajo la piedra no brota la chispa, y el hombre secular ya no da el salto hacia lo trascendente.
Habermas, el agnóstico buscador de diálogo entre las secularidades múltiples y el fenómeno religioso, casi al final de su libro señala: “La razón, profana, pero no derrotista, tiene demasiado respeto por la brasa que sigue ardiendo en el problema de la teodicea como para aproximarse demasiado a la religión. Sabe que el sacrificio de lo sagrado empieza con aquellas religiones universales que desencantan la magia, vencen el mito, subliman el sacrificio y revelan el misterio. Así puede mantener la distancia ante la religión sin cerrarse a la perspectiva de ésta”
Por mi parte, ahí dejo ofrecidas la paradoja entre modernidad y razón productora de progreso.
La dialéctica entre la estética y la ética.
La desnaturalización de la razón y la crisis de la modernidad.
La dialéctica entre secularidad y religiosidad.