Crónica Mundana / Manuel Espín
Buena parte de la opinión pública española no es consciente del riesgo que representa la escalada de hostilidades entre Marruecos y Argelia, seguida de una carrera de armamentos, especialmente las compras de Rabat confirmando su creciente protagonismo en la subregión. Para nuestro país el mantenimiento de unas relaciones privilegiadas tanto con Marruecos como con Argelia debe ser uno de los elementos básicos de la política exterior cualquiera que sea el ocupante de La Moncloa. En los últimos meses, las tensiones entre ambos Estados han alcanzado un tono de extremo dramatismo. Se rompieron las relaciones diplomáticas y Argelia prohibe el vuelo de aviones marroquíes sobre su territorio, con una larga frontera que apenas puede ser utilizada. Días atrás el gobierno argelino denunció a fuerzas de Marruecos por la supuesta muerte de tres camioneros, con la amenaza de una “respuesta tiempo al tiempo”.
“La ruptura de relaciones diplomáticas y prohibición de vuelos sobre su territorio generan enorme riesgo para España y el sur de Europa”
Si para la UE el norte del Mediterráneo debe ser prioritario en su perspectiva internacional, con un frente abierto como el de Libia, donde la guerra civil ha provocado una situación de no retorno, para España lo es todavía más. Nuestro país tiene intereses comunes con Marruecos que van más allá de los comerciales y entran en el terreno social, cultural y estratégico. La inmigración marroquí ocupa el grupo más amplio de residentes en España (junto a quienes proceden de Rumanía) y una parte muy importante de ellos están arraigados e integrados en la sociedad española. Las tres administraciones –estatal, comunidades, ayuntamientos– deben favorecer esa integración aunque los ciudadanos de origen marroquí conserven su identidad cultural, perfectamente compatible con la española dentro de una sociedad pluralista, abierta, democrática e integradora. El flujo de intercambios comerciales abarca toda clase de contenidos y zonas de interés compartido, empezando por el turismo español hacia el otro lado del Estrecho.
Lo mismo se podría decir respecto a Argelia, primer suministrador de gas natural a España, que ahora llega a través del conducto directo sin pasar por el territorio marroquí, con el riesgo de un futuro desabastecimiento y encarecimiento de la energía. Tanto Marruecos como Argelia ejercen un papel relevante en el control de la inmigración ilegal, y en la colaboración respecto a la presencia de un islamismo de yihad o guerra santa. En ambos casos las relaciones con España vienen de muy lejos: en otras épocas Argelia y Marruecos fueron destino de inmigrantes y colonos españoles. Las televisiones españolas se ven en el norte de Marruecos de la misma forma que en el Levante español se captan emisiones de Marruecos y Argelia.
Al fondo del conflicto está el tema del Sáhara. Mohamed VI, en su discurso conmemorativo de la Marcha Verde ha calificado de “irrenunciable e innegociable” su soberanía sobre la excolonia española, a la vez que insta a los países europeos a dar un paso más rotundo en favor de sus tesis. Una indirecta respecto a Alemania, cuyas relaciones con Marruecos no pasan por su mejor momento al posicionarse (lo mismo que España) junto a las tesis de Naciones Unidas sobre la descolonización del territorio y la consulta a sus habitantes, que el reino alauita rechaza. Marruecos exhibe músculo tras el reconocimiento de Trump a su soberanía en el Sáhara Occidental a cambio del reconocimiento de Israel.
“El reconocimiento unilateral de Trump sobre la soberanía marroquí del Sáhara Occidental ha acelerado la carrera de armamentos entre los dos rivales del norte de África”
La diplomacia española sabe que pisa un terreno sembrado de minas en las relaciones con Marruecos y Argelia, debiendo evitar cualquier imagen de unilateralidad. Es Naciones Unidas quien tiene que dar la pauta sobre el tema del Sáhara, aunque hace un año Trump la despreciara. La actuación española en esta zona tan decisiva debe ser de ‘apagafuegos’ frente a la escalada de tensiones Rabat-Argel, el rearme y las cuantiosas inversiones en armamento. Por sectores de oposición al gobierno de Pedro Sánchez se utiliza cualquier tema relacionado con Marruecos para desgastar al Ejecutivo. A sabiendas de que con otro presidente las relaciones estarían sometidas al mismo encaje de bolillos. Es imprescindible evitar jugar con fuego y ser especialmente delicado ante un espacio tan sensible para los intereses españoles como el norte de África, donde España está obligado a tener relaciones de extrema cercanía con Marruecos y Argelia.