En el ámbito presuntamente cultural, no hay medio que haya eludido comentar la transformación de Carmen Mola, la autora tremendista de novela negra, en tres guionistas heterosexuales. Una aplicación inesperada de la nueva Ley LGTBI, que permite cambiar de sexo sin trámites de ningún tipo.
Dentro del periodismo económico, el desplome en el suministro de los chips, y su encarecimiento, se llevan la palma del interés informativo. Brotan por doquier negros augurios sobre un impacto brutal en la sociedad, cuando la escasez de estas piececitas de material semiconductor (signifique ello lo que signifique) provoque un apagón tecnológico en todo el mundo.
«Aquel manjar que, de niños, nos pringaba las manos de aceite cuando lo sacábamos de la bolsa de papel, se ha reconvertido en patata con dudosa composición»
Tenemos un consuelo. Que Elon Musk, uno de los empresarios más estrafalarios de Estados Unidos (aunque nacido en Sudáfrica), renuncie a su proyecto de implantarnos un chip en el tejido cerebral. Basa su proyecto en que el injerto controlaría para bien nuestra salud, y en la conexión con sistemas informáticos externos que nos harían tan inteligentes como él mismo (signifique ello lo que signifique)
Son asuntos de gran calado. Pero no debemos desdeñar otros elementos que modifican el cuerpo y dominan la mente, sin que apenas nos demos cuenta. Alguno de ellos está muy presente en nuestro consumo cotidiano. La inspiración me vino hace un mediodía de otoño cálido, tomando el aperitivo en una terraza al aire libre. Suele ocurrir.
Has pedido una caña con un piscolabis, por el módico precio de 5 euros, y te traen un platito con cuatro patatas fritas. Entonces, al morder con delectación la oblea ondulada y crujiente, sientes que la inspiración invade tu cerebro, como debió sucederle a Isaac Newton cuando masticó la manzana tras el impacto en su cabeza que le reveló la Ley de la Gravedad.
En mi caso no me ha iluminado una manzana, sino un chip. Un chip que, según la otra acepción, no electrónica, de la Real Academia de la Lengua, es una ‘papa frita crujiente cortada en rodaja muy fina’. Aquel manjar que, de niños, nos pringaba las manos de aceite cuando lo sacábamos de la bolsa de papel, se ha reconvertido en patata con dudosa composición, cuyo mercado mundial está dominado por empresas norteamericanas como Pepsico. Multinacionales que van absorbiendo marcas tradicionales. Una vez compradas, descartan los buenos tubérculos elaborados con aceite de oliva y los sustituyen por una mezcolanza de elementos aditivos para dar sabor, y de adictivos para crear dependencia.
El exceso de sal, almidón y calorías provoca, dicen los nutricionistas, hipertensión diabetes y obesidad. En contrapartida, disfrutas, ya desde el crujido inicial, con una oleada de recuerdos gustativos a barbacoa, queso, jamón, jalapeño y otros espejismos. Un amasijo que se vende muy bien y revaloriza las cotizaciones bursátiles. El mercado mundial de estos productos alcanzará en 2022 los 30.000 millones de dólares.
¿Acompañará su aperitivo con papas sospechosas el presidente de la Universidad Católica de Murcia, José Luis Mendoza? Quien vino a declarar públicamente en plena pandemia: ‘Quieren controlarnos cuando se anuncie la vacuna con un chip a cada uno de nosotros para controlar nuestra libertad, pero ¡qué se han creído, esclavos y servidores de Satanás! ¡No les tengáis miedo!’
Este empresario y católico integrista, citaba a Bill Gates y a George Soros entre los magnates que conspiran en contra del libre albedrío. De Elon Musk, ni palabra. Y eso que es agnóstico.
«Lay’s, la marca líder nacida en Estados Unidos y ahora propiedad de Pepsico, popularizó un eslogan como incitación a la papadepencia: ‘Apuesto a que no puedes comer sólo una»
Lay’s, la marca líder nacida en Estados Unidos y ahora propiedad de Pepsico, popularizó un eslogan como incitación a la papadepencia: ‘Apuesto a que no puedes comer sólo una’. La empresa llegó a España en 1998. No reparó en gastos para fichar, como protagonistas publicitarios, a Emilio Aragón, Ronaldinho, Leo Messi… ¡y a Miguel Bosé!, futuro icono de las teorías conspirativas.
Hace algo más de diez años, la compañía dio un paso decisivo en la seducción hacia la dieta con alimentos ultraprocesados. Un dúo formado por Andreu Buenafuente, comunicador estrella, y Samantha Vallejo Nájera, vigente promotora de la buena gastronomía en el programa ‘MasterChef’, se prestaron a montar un ‘Casting de sabores’, con el fin de encontrar nuevos paladares para encandilar al consumidor.
Así nacieron Lay’s Kebab, Lay’s Bravas y Lay’s Gambas al Ajillo. Como escribió un participante en Forocoches: ‘Tremendo. Incluso se están planteando sacar Lay’s con sabor a patata’.
No perdamos la esperanza.