Humor asalmonado / Mateo Estrella
Tengo un amigo al que no veo desde hace tiempo. Mi curiosidad es grande por reencontrarle. ¿La causa? Dicen las lenguas de doble filo que votó a Vox en las últimas elecciones generales. La cosa no tendría en principio nada de raro. Exactamente 3.656.978 españoles, sin contar a mi amigo, eligieron al mismo partido. Lo extraordinario es que en los anteriores comicios de 2016 su opción fue Unidos Podemos, antes del cambio de sexo a Unidas sin pasar por el quirófano. Es decir, habría transitado de Pablo Iglesias a Santiago Abascal. Dicho en términos estilistas, de la coleta al injerto capilar.
Últimamente me han llegado decisiones similares entre otros compatriotas. ¡Qué bien nos vendría una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), sobre una muestra de quienes hayan cambiado de chaqueta morada a verde, o viceversa!
«Jorge Verstrynge ha necesitado largos años para resolver sus propias contradicciones y abrazar la causa del proletariado»
«¿Por qué razón ha transitado de un extremo al otro del arco parlamentario?
—Para j… a Pedro Sánchez y a Pablo Casado.
En su caso concreto:
—Se mudó de Vox a UP porque creyó que Unidas Podemos descartaba el voto masculino.
—Se mudó de UP a Vox porque temía que «okuparan» su vivienda y la regalaran a inmigrantes ilegales.
—Otras razones».
El destino determina que me cruce un domingo con el presunto tránsfuga. Él sale de la misa de 12, y yo me encamino al bar de la esquina. Le agarro del brazo derecho y le pregunto por los motivos de su volantazo.
—Para volantazo el de los podemitas —puntualiza—. Se han aburguesado nada más conquistar los cielos parlamentarios. Enseguida han cogido el ascensor social y han subido hasta el ático de lujo.
Frente a metáfora tan pedestre, despliego un argumento contundente.
—No te entiendo. Puedo, en cambio, comprender la trayectoria de Jorge Verstrynge. Vale que pasó de los neonazis a Fraga Iribarne. De Fraga al PSOE. De Felipe González al comunismo. Y, de momento, a un puesto segundón con Pablo Iglesias, su compañero en la «Facu» de Políticas. Ha necesitado largos años para resolver sus propias contradicciones y abrazar la causa del proletariado. Pero, tú… ¿Cómo puedes acostarte populista de izquierdas y levantarte para votar a Vox?
—Te corrijo, Mateo, no te fíes de las habladurías e intoxicaciones. La mañana del 10 de noviembre de 2019 me desperté de Falange Española de las JONS. Y ya que hablas de populismos, has de saber que los llamados extremismos, diestros o siniestros, aspiran a los mismos objetivos económicos en sus programas. O, para mayor exactitud, tienen más puntos en común que divergencias.
—¿Cuáles son esos objetivos tan comunes? —le aprieto.
Se embala.
—Me limitaré a glosar los aspectos económicos, porque tengo gente a comer en casa y se pasa el arroz. Enuncio: aversión a la propiedad privada, educación estatal gratuita, prioridad a sanidad y televisión públicas, plan de viviendas de protección social, nacionalización de la banca y de las grandes empresas estratégicas, erradicación de los especuladores, oposición frontal a los desahucios de gente humilde, mayores impuestos a las grandes fortunas y a las compañías del Ibex-35… ¿Sigo?
—Para, para, por favor. Sólo dime cómo justificas tu salto repentino de Carlos Marx a José Antonio Primo de Rivera.
Levanta el brazo en un gesto que me resulta familiar.
—La respuesta está en los luceros. Cambié de bando en cuando supe con retraso que el icónico Julio Anguita se había declarado admirador de nuestro Fundador. Y, más tarde, cuando nuestro jefe nacional, Norberto Pico, valoró la visión social y anticapitalista de Unidas Podemos.
Me pongo en modo irónico.
—Claro, y acabaréis en coalición, ¿no? ¡Qué ingenuo! Son ‘fakes’ que habrás leído en tu portátil.
—Son verdades más grandes que el templo donde acabo de oír misa.
—Que yo sepa, ni FE de las JONS ni UP son muy de confesar sus pecados y darse golpes de pecho.
—Pues, mira por dónde, gracias a mis plegarias tenemos una parlamentaria en Andalucía, Luz Belinda Rodriguez. He rezado mucho para conseguirlo.
«Has de saber que los llamados extremismos, diestros o siniestros, aspiran a los mismos objetivos económicos en sus programas»
—Lo ignoraba.
—Si, hombre, ya es noticia antigua. Se pasó a mi partido porque según ella sufría acoso laboral en Vox.
Transijo.
—No te puedo negar que por algo se empieza a edificar un gobierno. Un día reúnes a cuatro gatos y al cabo de los años arengas a las masas en la Plaza de Oriente.
—Mejor que consigas varios millones de seguidores en las redes. Pareces más receptivo, Mateo. Estás invitado al próximo fuego de campamento y a la izada de bandera al amanecer. ¿Te sabes «Montañas nevadas»?
—No, pero la busco en Internet.