Crónica Mundana / Manuel Espín ■
Los sondeos que auguraban un resultado positivo fulminante para Lula en las presidenciales brasileñas han fracasado de forma estrepitosa. Así, en segunda vuelta, y en un panorama extremadamente polarizado, el candidato de la izquierda y expresidente ha logrado el 48,3% frente a un estimable 43,2% del actual mandatario de extrema derecha. Aunque con una leve ventaja de Lula con vistas al día 30, Bolsonaro tiene posibilidades de repetir mandato y no puede descartarse que continúe en el poder. Hay un dato que parece preocupante para la izquierda como es la victoria de candidatos arropados por el actual presidente en grandes Estados como Río, Brasilia, mientras en Sao Paulo, Freitas, el candidato ‘ultra’ con el 45%, ha quedado por delante de Haddad, vinculado a Lula, que sacó el 35, mientras en Río de Janeiro, el representante de Bolsonaro con 58% arrolló en la primera vuelta al izquierdista Freixo.
“Contra todo pronóstico Bolsonaro no se hunde en las presidenciales y disputará la presidencia en unas elecciones muy polarizadas en segunda vuelta”
Se debe destacar un hecho relevante ante cualquier consulta electoral de Brasil. No sólo se trata del Estado con mayor población de Iberoamérica, un emergente de enorme capacidad potencial, sino que buena parte de sus políticas tendrán incidencia en el resto del planeta, singularmente los contenidos ambientales. La situación de la Amazonía no sólo interesa a Brasil, o al continente americano, sino al mundo al tratarse del ‘pulmón’ del planeta. Bolsonaro desprecia el cambio climático, ignora las economías sostenibles y las políticas ambientales, y piensa en la explotación privada de ese inmenso territorio cada vez más amenazado y en riesgo de ser urbanizado, con la tala del bosque tropical y su sustitución por cultivos intensivos. Por eso el resultado de las presidenciales nos importa tanto como si se produjeran a un tiro de piedra.
¿Cómo se explica este muy digno resultado de la ultraderecha? Bolsonaro hace de sus constantes errores verdadera virtud gracias a una alta capacidad para utilizar el más descarado discurso populista según las reglas de su ‘maestro’ Trump. El exmilitar de mediana graduación arropado por un evangelismo militante se caracterizó por un negacionismo del Covid-19 y el mismo discurso acientífico del expresidente norteamericano. Fueron notorios los gestos del brasileño calificando al virus de ‘gripecilla’, compareciendo en lo peor de la pandemia en actos multitudinarios con sus partidarios y despreciando la opinión de científicos y sanitarios pese a las cifras de muertos. Ahora se aferra al discurso de que las espectaculares subidas de precios son debidas a la guerra de Ucrania, y que el programa de ayudas sociales que ha empezado a lanzar revertirá la situación en poco tiempo.
Bolsonaro tiene un arma que utiliza con profusión: el discurso maniqueo y el lenguaje grandilocuente. Dice que si Lula vuelve a gobernar “se acabará el cristianismo en Brasil». Bolsonaro abomina del feminismo, y del matrimonio gay y defiende a la “familia tradicional”, a la vez que desprecia a los movimientos LGTBI. Se presenta como salvador de las tradiciones, y referente del progreso “frente a lo que están sufriendo Argentina, Colombia y Chile” con gobiernos de izquierda. Su programa defiende la liberalización económica total, es decir, la privatización de sectores públicos. En su discurso, Lula es presentado como “peligroso personaje que llevará a Brasil hacia la ruina y al comunismo”. Aunque Lula no es un novato de la política, pese a sus orígenes autodidactas, este antiguo trabajador ya estuvo en la presidencia de la República, tiene una dilatada experiencia en la vida pública, y en su anterior mandato gobernó con una identidad de centroizquierda alejada de cualquier extremismo.
Además, arrastra un penoso paso por la prisión de nada menos que 580 días hasta que la Corte Supremaanuló su condena, en lo que formó parte de una campaña para destrozar su imagen utilizando a la justicia. Su salida de la cárcel exonerado de las graves acusaciones con las que se le encerró hicieron que su imagen pública se agigantara. Aunque con dudas, Lula decidió finalmente presentarse a las elecciones con la intención de «devolver Brasil a la normalidad», la de un país con estructuras democráticas. Frente al lenguaje burdo de Bolsonaro y a la dureza de sus frases y conceptos, Lula tiene poco que hacer. En estos próximos días vamos a ver acentuado ese tono del discurso altisonante entre todo o nada en el que Bolsonaro augura los peores desastres si pierde las elecciones, con «Dios y la familia como víctimas» y «el comunismo campando por sus respetos». Pero, ¿qué hay de ‘comunismo’ en Lula como no lo hubo en su anterior paso por la presidencia?
“Un dato relevante a considerar es el buen resultado del partido del ultraderechista en los Estados de mayor población y en grandes núcleos urbanos”
Un fenómeno a destacar en la creciente presencia de la ultraderecha en importantes parcelas de gobierno, ya sea en Italia, Suecia, Estados Unidos, Hungría y otros países, es su alta capacidad de movilización a través de discursos simples basados en mitos y estereotipos con capacidad para llegar a una parte de las masas. Esos mensajes ahora también a través de las redes sociales, contribuyen a mantener la tensión en sectores del electorado, frente a la frialdad, desinterés o indiferencia del antiguo centro progresista. En las presidenciales brasileñas apenas ha habido hueco para las opciones alejadas del polo Lula-Bolsonaro, por lo que los votos en juego para la segunda vuelta serán muy reducidos, y un pequeño corrimiento hacia un sentido u otro puede inclinar la decisión.
Lula ha sacado un 4% más que Bolsonaro, pero se trata de un porcentaje que aunque le convierte inicialmente en favorito no quiere decir que al final logre la presidencia, donde todavía el ultraderechista tiene posibilidades de ganar. Pensando en el tono altisonante de su discurso en esta segunda parte de la campaña en la que resultará difícil bajar los niveles de decibelios sobre mensajes en clave apocalíptica que tratan de apelar a las bases identitarias de una parte importante de la ciudadanía. Lula habla de igualdad, progreso, solidaridad, economía sostenible, derechos de las mujeres y LGTBI, preservación de la Amazonía, salarios justos, reactivación económica…, y Bolsonaro de Dios, familia, patria, economía libre, liberalización económica, o privatización, y promete las ayudas sociales más generosas. Lula resultó vencedor en primera instancia, pero se trata de un brindis de vino amargo: puede ganar dentro de pocos días, pero ya no tiene el colchón de seguridad que le atribuían las erráticas encuestas.