Crónica Mundana / Manuel Espín
La segunda absolución de la reprobación a Trump por los sucesos del 6 de enero al no lograr los tres cuartos de la Cámara, pero sí el apoyo demócrata y el de algunos representantes republicanos, ha dado pie a una salida de la zona de confort de su refugio para millonarios de Florida con un comunicado en el que el expresidente anuncia el retorno de su «movimiento histórico, patriótico y hermoso para que Estados Unidos vuelva a ser grande», dispuesto a «comenzar de nuevo para emprender el camino». Un mensaje que siembra ciertas dudas no sólo en el gobierno de Biden, sino en el Partido Republicano.
“Incertidumbre en la Administración Biden y en el Partido Republicano sobre los futuros pasos del ‘ex’, que promete volver «con un movimiento histórico, patriótico y hermoso»
La Casa Blanca teme que con los meses y el lógico desgaste de la nueva administración, Trump genere inestabilidad social en una tendencia de difícil valoración. En las pasadas elecciones, que perdió sin ningún género de dudas, alcanzó un número de votos significativo entre ciertas zonas geográficas y del tejido social: Medio Oeste, la ‘América profunda’ nada cosmopolita ni sofisticada, obreros manuales y desclasados y grupos de trabajadores que desconfían del libre comercio y la apertura de mercados, defienden el nacionalismo económico a ultranza y el proteccionismo; las capas recelosas ante artistas e intelectuales, medios, universidades y Wall Street; defensores de un discurso único de arrebatados tonos ‘patrióticos’ en su verbalización y alimentados por el humo de la retórica y la expresión convencional pero muy directa.
Ese es el tono del ‘mensaje’ de Trump que se despereza tras unas semanas de silencio. Parece dispuesto a poner en marcha al trumpismo quizás a través de unas conferencias-mítines en los próximos meses o de apariciones personales. De su ‘silencio’ de estas semanas han sido responsables los medios y las redes sociales que bloquearon sus cuentas.
Reto
Aunque el primer reto no corresponde a Biden y los demócratas –un partido muy plural que discurre desde el centro y la derecha liberal pro Wall Street a la izquierda socialdemócrata– sino particularmente al Republicano. El ‘problema’ lo tiene en primer término la derecha, o mejor las diversas derechas acogidas a la sombra de la formación, como les ocurre en el resto del mundo a otras organizaciones de origen liberal-conservador alineadas tradicionalmente en el territorio de las derechas parlamentarias.
¿Qué hacer frente al auge creciente de las extremas derechas y el populismo ultra? ¿Establecer una barrera radical como en Francia o Alemania con el lepenismo o con Alternativa, sin posibilidad alguna de pacto?, lo que explica que pese a su alto porcentaje de voto el Frente Nacional apenas haya tenido oportunidades de gobierno o que AfD se consuma en su aislamiento parlamentario sin que Merkel y su partido le den la menor oportunidad de ganar oxígeno… ¿O mimetizarse con el discurso radical de la extrema derecha con el riesgo de que ese electorado se quede con la primera marca y no con un sucedáneo? ¿Competir por el centro o por el radicalismo ultra de la derecha?
Algunos representantes republicanos han sido críticos con Trump, como ha hecho Mitt Romney, candidato en 2012, lo mismo que otros parlamentarios que consideran a Trump moralmente responsable de los sucesos de enero por la persistencia de su teoría de la conspiración y las llamadas que encontraron eco en grupos variopintos del espectro de la ultraderecha, desde ácratas antiestado a neonazis.
Trump sigue teniendo más influencia que poder, y en 2016 fue capaz desde la nada de ‘asaltar’ el ‘establishment’ republicano y hacerse con la nominación y el músculo de la organización. Ahora cuenta con la fidelidad de un sector de los electores que esperan su vuelta encabezando lo que denominan un ‘movimiento’. Situación que crea perplejidad entre los más abiertos del partido, enfrentados a la duda de si en futuras elecciones se debe competir por el centro, con un discurso moderado, o bajo el utilizado por los ultras donde no hay otro espacio que para el ‘blanco o negro’ sin matices.
Pero, a su vez, hay cautelas sobre los pasos a dar del constructor expresidente que no se resigna a tirar la toalla, aunque pueda pasar unos meses de reflexión y análisis: ¿si el Partido Republicano deja de ponerse a sus pies como antaño, no podría reinventar el mito del tercer partido, sin cortapisa alguna?
“El foco está puesto en su hija y heredera política Ivanka, en lo que podría ser una nueva edición del ‘caso Le Pen”
De entrada, Trump ha lanzado críticas a representantes republicanos que le han vapuleado en las cámaras. Otros interrogantes a la vista: ¿puede aguantar Trump casi cuatro años hasta 2024 y su movimiento sobrevivir si no recupera su presencia mediática y en las redes? ¿Desembarcará en 2022 con la renovación parcial de las cámaras?
En medios norteamericanos se apunta una posibilidad, emparentada con la del lepenismo: el reemplazamiento del liderazgo por una heredera. En este caso su propia hija, Ivanka, que ahora tiene 39 años y de la que se dice que a día de hoy constituye el ‘núcleo duro’ de su bíceps político, y que aspira a saltar a la primera línea política con idéntico discurso al del padre. Las miradas apuntan hacia ella, que, teóricamente, se estaría preparando para ese acceso a la primera línea primero mediática y luego política. Pasando de ser lo que era hasta ahora, una ‘influencer’ en las redes, a una presunta líder.