Crónica Económica / José García Abad
Se puede entender, recordando cómo es la naturaleza humana, cómo somos para bien y para mal, que Jordi Sevilla diga en su prédica en Llorente y Cuenca, eludiendo los matices de los que tanto se valen los economistas, que la economía va rematadamente mal. Se comprende apelando a nuestra naturaleza imperfecta, que no excluye la soberbia ni el resentimiento, que Sevilla, con veterano carné del PSOE y que fue ministro de Economía con José Luis Rodríguez Zapatero, respire por la herida de su destitución como presidente de Red Eléctrica de España, un envidiable chollo confiado a un personaje que no se le conoce por su dominio del complejo asunto de la electricidad. El socialista puede ser un lobo para el socialista. O para decirlo con la finura de Giulio Andreotti, siete veces primer ministro de Italia: «Hay amigos íntimos, amigos, conocidos, adversarios, enemigos, enemigos mortales y… compañeros de partido».
El temor de que se percibiera que en lugar de un Gobierno disfrutaríamos de dos parece haberse confirmado a base de la percepción diaria de sus contradicciones internas expresadas a viva voz, con vocación de llamativos titulares de prensa. De la percepción de que en la coalición social comunista el ministro morado es el enemigo del ministro rosado. El ministro es un lobo para el ministro.No es tan fácil comprender el espectáculo diario de los dirigentes de Podemos, empezando por su secretario general, un partido que gobierna junto al PSOE, empeñados en resaltar sus discrepancias con los compañeros ministros y ministras socialistas.
“En el gobierno de coalición no debieran confundir el Consejo de Ministros con el Parlamento. En el primero se puede y hasta se debe debatir sobre las decisiones que afectarán a todo el país pero, a diferencia del segundo, sin luz ni taquígrafos”
¿Es que no se hablan en la Comisión Delegada de Asuntos Económicos?
Colegimos que un gobierno de coalición es por definición un gabinete compuesto integrado por dos partidos discrepantes, aunque compartan la casa común de la izquierda, en distintas cuestiones pero no debieran confundir el Consejo de Ministros con el Parlamento. En el primero se puede y hasta se debe debatir sobre las decisiones que afectarán a todo el país pero, a diferencia del segundo, sin luz ni taquígrafos, pues como les afeaba Felipe González el pasado lunes en la cadena SER estamos perdiendo el debido respeto a las instituciones y al juramento que los ministros hacen de guardar silencio sobre lo que se debate en el Consejo de Ministros.
Cuando escucho las críticas de ‘podemitas’ a distintas decisiones del Consejo uno se pregunta si es que no aprovechan la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos que preside la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, para dejar perfilados los temas que elevaran al Consejo de los martes donde los asuntos señalados con lápiz rojo o azul tendrán su última redacción. Una Comisión que está integrada por ministros y ministras de ambas confesiones, “la social” y “la comunista”: la de Hacienda; la vicepresidenta cuarta del Gobierno y Ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico; la de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación; el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana; la ministra de Educación y Formación Profesional; la de Trabajo y Economía Social; la de Industria, Comercio y Turismo; el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación; la ministra de Política Territorial y Función Pública; el ministro de Ciencia e Innovación; el de Consumo, y el de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones.
“Uno se pregunta si es que no aprovechan la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos que preside la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, para dejar perfilados los temas que elevaran al Consejo de los martes donde los asuntos señalados con lápiz rojo o azul tendrán su última redacción”
¿Lo pactan en secreto Pedro y Pablo?
La única explicación que se me antoja es que todas las manifestaciones fuertemente discrepantes y hasta hirientes de Pablo Iglesias y su tropa han sido previamente pactadas en riguroso secreto, eso sí, con Pedro Sánchez. Ahora Giulio Andreotti no podría asegurar que en la política española ‘manca finezza’. Si es cierta mi presunción, Sánchez el Equilibrista e Iglesias el Provocador, habrían llevado la política a un nivel de sofisticación que debería estudiarse en los manuales de ciencia política, superando a Andreotti y al ‘Maquiavelo de León’.
Según mi presunción, se equivocaría Manuel Vicent, quien concluiría su muy admirada columna por mí, que nunca me pierdo, publicada en ‘El País’ del pasado domingo, quien se refería a la deslealtad de Pablo Iglesias acusándolo de “no callarse nunca con tal de segar la hierba bajo los pies a sus socios de Gobierno”.