Crónica Mundana / Manuel Espín
Los atentados del 11-S contra las Torres Gemelas fueron una conspiración judaica; el primer viaje a la Luna, una comedia; detrás del Covid-19 hay un pacto secreto entre oscuros plutócratas junto a millonarios, chinos y marxistas por hacerse dueños del planeta; tras las nuevas vacunas permanece un poderoso ‘lobby’ que quiere secuestrar la voluntad del mundo y hacerse con los ADN de los habitantes de la Tierra… Las más delirantes teorías conspiratorias circulan por las redes, y a veces emergen en los medios y resuenan en algún Parlamento. El problema de las ‘fake news’ y las teorías de la conspiración es que siembran cizaña, ponen dudas, introducen sombras de sospecha, generan desconfianza y provocan miedo; y a veces son cortinas de humo para evitar que el foco ciudadano se fije en los verdaderos problemas y las causas.
“Aunque finalmente Trump ha debido rendirse a la evidencia de su derrota electoral, seguirá poniendo todas las zancadillas al nuevo presidente, dentro y fuera de la Casa Blanca”
Tres semanas después de las presidenciales, Trump ha tenido que aceptar de manera indirecta que no ha ganado, y acceder al tránsito de poderes entre las dos administraciones, aunque lo hace a regañadientes, a desgana, con enorme reticencia; mientras desde sus ‘tuits’ y especialmente a través de su influyente abogado (Giuliani), que se está haciendo más rico todavía con su ‘asesoría’, se difunden las más delirantes teorías sobre el resultado de la consulta. Dejando entrever como hacen redes y medios minoritarios, y alguna voz del espacio político-mediático, conspiraciones judeo-comunistas que en esta ocasión alcanzan a alguna empresa bajo vínculos ¡con Venezuela!. Por surrealista que parezca, algún comunicador español cercano a la ultraderecha da credibilidad al ‘fraude electoral’ de EE UU; precisamente el mismo que durante meses y años sostuvo que los atentados siniestros del 11-M en Madrid fueron obra de ETA.
Podría ser desde el punto estrictamente humano que Trump, que se considera a sí mismo un triunfador a lo largo de su vida, se vea obligado a justificar –mejor: a justificarse– que esta vez no ha ganado. Pero con la vista puesta en una retirada del foco y una manera de reinventarse hacia otra personalidad y ocupación: lo más probable la vuelta los espacios de ‘telerrealidad’, a sus negocios inmobiliarios, a escribir un libro (o que se lo escriban) con memorias más o menos verosímiles, o a dar ‘shows-conferencias’ a precio de oro para contar sus cuatro años en el Despacho Oval.
Falta de cortesía
Aunque en parte ha admitido que Biden es el presidente electo, sin felicitarle como se prescribe en las normas de cortesía de un sistema político estable y una democracia liberal-parlamentaria consolidada, las semanas hasta el 20 de enero pueden estar sembradas de sorpresas y espectáculos para la galería mediática. La toma de posesión del demócrata promete ser un ‘show’ a los ojos del mundo, porque el presidente saliente sigue repitiendo la ‘teoría del fraude’ para justificar la diferencia de votos.
Todo esto formaría parte del nuevo ‘showbusiness’ de la política-mediática si no llevara parejo consecuencias de imagen y credibilidad social. Más de la mitad de quienes votaron a Trump –y su voto no puede ser ignorado en buena lid democrática– creen que hubo fraude y consideran que Biden va a llegar a la Casa Blanca a través de una trampa o una conspiración. Trump promete no quedarse callado y su estilo de kamikace ultra dista de cualquier elemento de moderación y ‘fair play’. La visceralidad y altisonancia tiene un alto riesgo en la política: da alas y empuje a radicales ‘justificando’ las acciones perturbadoras y el ‘todo vale’. Trump no se lo quiere poner fácil a Biden, un centrista alejado de altisonancias. Está por ver el grado de altavoz de esa destemplanza de Trump desde la calle, es decir los medios, las televisiones y las redes, con esa insólita ‘amenaza’ de volver a presentarse en 2024 para ‘recuperar lo que le fue robado por el fraude electoral’.
“La teoría de la conspiración funciona: más de la mitad de los electores del republicano creen que hubo fraude en los comicios”
El reto lo tiene el partido republicano: con verdadera necesidad debe analizar y evaluar si alimenta un discurso de ultraderecha o le es más rentable y agradecido reemplazarlo por otro de tono más abierto y dialogante, menos hosco y agresivo, sin concesión al extravagante disparate, como en estos cuatro años. Por ahora Biden no lo tiene fácil y lo que parecía sencillo en otras situaciones –la transmisión de poderes– se convierte en camino de trampas, porque cualquier sorpresa puede acechar aunque se trate de un ‘fuego artificial’. El ‘show mediático’ de Trump podría llegar a parecer divertido si no fuera porque cada día hay miles de contagiados y mueren centenares de personas en el país más rico del mundo, donde se ha carecido desde la Casa Blanca de una política frente a la pandemia, que su presidente banalizó, ignoró o ridiculizó; y a la que ahora Biden deberá plantar cara sin broma (macabra) alguna.