Mi vecina Celia, que tiene ocho años, exclamó muy seria el otro día: “¡No quiero que venga el apagón!”. Estábamos de sobremesa en su casa, con la presencia de padres y abuelos. Pensamos que se refería a uno de esos odiosos cortes de electricidad, siempre que estás finalizando un reportaje de diez páginas y no has tenido la precaución de guardarlo en el disco duro.
El abuelo aprovechó para rememorar cuando se iba la luz en sus años de posguerra civil y, por tanto, de mucha más penuria energética. Tiempos en que Francisco Franco era una figura relevante, y no una fundación como ahora mismo.
«La solución está en manos de los políticos, aunque no pase de declaraciones solemnes en sucesivas cumbres del clima»
—Encendíamos el candil de aceite, porque las velas eran un lujo. Atizábamos el cisco del brasero con la badila y, en torno a la mesa camilla, los mayores nos contaban historias de miedo que nos hacían palpitar de emoción. El tufo del brasero nos adormecía. Entonces no sabíamos que el ‘colocón’ se producía por inhalación de monóxido de carbono.
—¡No abuelo! —cortó la pequeña—. ¡Digo que no quiero que venga el gran apagón que nos han contado en el cole!
Celia está asustada ante la perspectiva de un colapso en sus queridas pantallas, que maneja con suma habilidad. Es decir, el móvil, la tableta, el portátil y la tele.
Esta anécdota me ha servido para lamentar mis limitaciones sobre esa nueva amenaza que se cierne sobre el mundo, tras una pandemia aún sin doblegar. Al día siguiente me puse dedos a la tecla, intentando descubrir el riesgo real de que se imponga la noche oscura. No he llegado a una conclusión válida.
Simplifico. Las principales especulaciones sobre las causas del fenómeno se refieren ora a perturbaciones del campo magnético de la Tierra (causadas por las tormentas solares), ora a que las fuentes de energía llegarán al límite de su capacidad por exceso de demanda empresarial y doméstica. Entonces, deducen, nos quedaremos en tinieblas. De quince días a varios años, aproximadamente.
Para superar la primera hipótesis únicamente cabe rezar, mientras agonizamos por inanición. Para la segunda no bastará con poner la lavadora sólo los fines de semana. La solución está en manos de los políticos, aunque no pase de declaraciones solemnes en sucesivas cumbres del clima.
Una tercera vía está representada por los Testigos de Jehová. Cada cierto tiempo anuncian el inminente fin del mundo, sin precisar motivos técnicos, y la conveniencia de que nos afiliemos, desde ya, a la organización. Así saldremos indemnes de la catástrofe. Acabarán acertando, por pura insistencia. Como cuando el economista Santiago Niño Becerra anuncia, año tras año, el fin del capitalismo.
En la búsqueda de cuándo y cómo se producirá El Gran Apagón, era inevitable que me topara con Marc Vidal en las redes. Tal vez quien más sabe sobre todo cuanto se mueve desde la corteza de nuestro planeta al núcleo, pasando por la litosfera.¿Un experto omnisciente? Mucho más. Es conferenciante, ‘speaker’, formador, divulgador, presentador, colaborador en televisión, consultor, inversor tecnológico y escritor.
¿Lo he visto en la Wikipedia? No, él cuida de no aparecer en esta enciclopedia virtual. Lo he leído en su propio blog. Nadie mejor que Marc Vidal para elogiar a Marc Vidal. Su actividad pública, entre frenética y exhaustiva, le ha llevado a criticar jocosamente la propuesta de Unidas Podemos en pro de la semana laboral del 32 horas. Se dice de él que dedica 48 horas cada día a su presencia polifacética en la sociedad de la comunicación.
Algo he leído sobre un Marc Vidal, también de Granollers, quien fuera presidente de Nuevas Generaciones del Partido Popular a finales del siglo XX
No dispongo de espacio para glosar su dinamismo. Remito al lector que no sepa quién es (cosa muy improbable), a www.marcvidal.net. ¿Su versión sobre ‘The Great Blackout’? Mejor escucharla de su propia boca, pinchando aquí:
https://www.marcvidal.net/blog/2021/11/2/nuevo-vdeo-anlisis-y-reflexin-ante-la-amenaza-de-gran-apagn
Anticiparé que da un montón de datos, se muestra escéptico sobre el asunto (¿noticia manipulable por los poderes ocultos?), y hace una sutil defensa de la energía nuclear.
Es hombre risueño, ocurrente, parapetado tras anteojos enormes de color azul. En la línea ‘óptica desmesurada’ de otros líderes carismáticos como Jordi Hurtado (‘Saber y Ganar’), Bob Pop (‘Late Motiv’) y Rappel (sus videncias). Influidos los cuatro por el rey de las gafas raras. La superestrella musical Elton John.
En mi navegación algo he leído sobre un Marc Vidal, también de Granollers, quien fuera presidente de Nuevas Generaciones del Partido Popular a finales del siglo XX. No pega nada que sea la misma persona. Una coincidencia como tantas otras, porque él no lo menciona en su vasto curriculum.