Cultura & Audiovisual / Equipo Lux
En la platea abarrotada del Teatro María Guerrero provoca escalofríos el largo discurso de Juan Mayorga a cargo de la protagonista de su función, ‘Felicia’/Vicky Luengo, con menciones expresas al ejercicio de los autócratas para cambiar el sentido de las palabras, justificando las acciones bélicas, las guerras, manipulando los conceptos… a las pocas horas de la invasión de Ucrania y cuando Europa se enfrenta a un conflicto armado dentro de sus fronteras. ‘El Golem’ de Mayorga, un autor teatral que en ocasiones tiene destellos de heredero natural de Buero Vallejo, utiliza la referencia a este personaje del XV-XVI representativo del relato gótico judío en torno a un objeto animado de arcilla hecho para defender a una comunidad que sin control alguno se convierte en una amenaza pública, a través de la novela de Gustav Meyring (1915), el expresionismo alemán (‘Calighari’) o el propio ‘King Kong’. Pero lo lleva a otro terreno: una distopía social con elementos de la realidad cotidiana en un espacio envuelto en densa oscuridad y lleno de sombras que podría ser la otra cara de un entorno demasiado próximo, en el que los personajes visten con informal ropa de hoy y hablan nuestras expresiones.
“El Centro Dramático Nacional pone en pie un texto inquietante, lleno de negrura sobre la destrucción y manipulación de las palabras por un abstracto poder”
Una mujer joven cuyo marido es atendido en un hospital público de una rara enfermedad, bajo la amenaza de que tras el abandono en la financiación de esos tratamientos por la sanidad pública él y otros muchos enfermos se vean en la calle, es abordada por una misteriosa mujer vestida con un traje casi masculino que le ofrece un singular pacto: ir asumiendo poco a poco palabras/conceptos que pueden permitir que su marido continúe siendo atendido.
Bajo esa situación casi kafkiana la esposa se irá transformando a medida que la capacidad de influencia y penetración de la oscura dama se consolide hasta aparecer ante los ojos de su marido como una extraña, un ser al que casi no conoce, que ha acabado por asumir los conceptos que se agazapan detrás de las palabras o el uso equívoco de las mismas. Todo bajo una situación de negro ‘thriller’ dramático donde el Estado del Bienestar se está viniendo abajo y la represión se enfrenta a quienes protestan contra la supresión de derechos. Este largo texto que en escena da lugar a una representación de 2 horas y 10 minutos sin pausa alguna tiene bastante de pesadilla que va más allá de la protagonista y le acerca a una realidad. Mayorga dice que el texto estaba escrito antes de la pandemia (se menciona indirectamente al ocaso del Estado del Bienestar de la época de los recortes y está presente la lejana resonancia de las protestas ciudadanas contra el deterioro de la sanidad) pero que fue reescrito nuevamente a partir del confinamiento. Un trasfondo que se detecta en esta obra de gran intensidad dramática, en la que se juega con distintos planos: el uso de las palabras y su capacidad que puede ser liberadora o castradora, la capacidad de manipulación y deformación por el poder en abstracto, los ciudadanos manipulados sirviendo a unos intereses a cambio de señuelos inmediatos o al servicio de un chantaje, el extrapoder omnímodo, casi invisible con capacidad para moldearnos o manejarnos, las formas de actuar de la represión en un complejo ámbito de relaciones que también alcanzan las más íntimas…
Todas esas sugerencias implícitas en este complejo, oscuro texto lleno de enigmas, forman distintas capas que no siempre están bien engarzadas entre sí, por lo que aparecen tonos discursivos y diálogos que parecen dirigidos hacia la galería, como el monólogo final mirando al propio espectador. La palabra de Mayorga está bien escrita, tiene fuerza, pero no siempre es eficaz por un cierto tono discursivo implícito en buena parte del esquema general de una obra que propicia múltiples lecturas.
“Deslumbrante y esforzado papel de la omnipresente en escena Vicky Luengo a la que este texto consagra como una de las grandes”
Para dar una expresión teatral a este misterio el director, Alfredo Sanzol, recurre a una estética ‘negrísima’, desde el versátil y cambiante decorado en el espacio escénico de Alejandro Andújar a través de paneles transparentes desplazados en directo por cuatro actores de movimiento teatral en lo que pasa de ser cafetería a habitación de hospital, biblioteca o cuarto de hotel; una música ambiental de duros toques y densidad de notas, y unas iluminaciones cenitales y frontales con cierta huella gótica, en la que brillan los tres únicos protagonistas: ‘Felicia’/Vicky Luengo, ‘Salinas»/Elena González, e ‘Ismael’/Elías González, excelentes y muy buen dirigidos en un texto nada fácil para ellos ni para el espectador, donde no hay ni el menor asomo de humor, en el que brilla el permanente ‘tour de force’ de Vicky Luengo. Sin lugar a dudas, un nombre para el estrellato (en el audiovisual ha brillado en ‘Chavalas’, ‘Antidisturbios’, y lo hará en ‘Historias para no dormir’). Tremenda la fuerza de un personaje que exige tanto en lo físico como en lo psíquico, siempre omnipresente en el escenario, con un discurso final que conmueve tras haber pasado a lo largo de tanto tiempo por los más elevados picos de tensión dramática. Luengo es un nombre a incorporar ya entre las grandes de la escena española.
La obra desconcierta al espectador, exige una alta capacidad de atención y complicidad de la platea, es tan negra como el personaje del que toma el título, a veces sugiere aspectos que no siempre remata, pero su capacidad de generar inquietud y discusión no se le debe negar, y en este aspecto es un texto que crea huella, invita al espectador a leer la obra, intercambiar opiniones, analizar posturas… Lo que no siempre ocurre cuando se sale de un teatro. ‘El Golem’ tiene mucho de reto también para el público, a quien se le obliga a confrontar términos con lo mucho que ha podido escuchar en ese dilatado cruce de conceptos resonantes sobre un escenario. El CDN hará gira con este montaje por distintas ciudades españolas, empezando por Bilbao, Avilés, Murcia, Santander o Las Palmas.