Crónica Mundana / Manuel Espín
Los sondeos electorales han vuelto a fracasar. En los meses anteriores a la disolución anticipada del Parlamento portugués daban un resultado muy favorable al Partido Social Demócrata (derecha conservadora) frente al socialista del primer ministro António Costa que ha encabezado el gabinete en la crisis social y sanitaria de la pandemia, bajo un intenso desgaste y toma de decisiones incómodas para la ciudadanía. En los días previos a los comicios, la prospectiva adelantaba un virtual empate derecha-izquierda que no se ha producido ni por asomo. El PSP ha logrado la segunda mayoría absoluta de su historia (42,1%), frente a la pérdida de la derecha tradicional, a quien hace mermar la ultraderecha de Chega (7,5%) y la presencia de los ultraliberales (4%) partidarios de las privatizaciones en servicios y recursos hasta ahora públicos. A partir de ahora, Costa podrá gobernar sin depender de nadie, lejos de los anteriores acuerdos con las dos formaciones a su izquierda, y sin que se cumpla el pronóstico de algunos medios conservadores que auspiciaban una gran coalición entre socialdemócratas-derecha liberal en caso de que ninguno de ellos alcanzara la mayoría absoluta.
“La inesperada mayoría absoluta del ahora primer ministro António Costa refrenda el liderazgo durante la crisis en uno de los periodos más duros de gobierno”
Pese al gran desgaste de gobierno en estos pasados meses en los que los gobernantes del país vecino tuvieron que enfrentarse a una situación imprevista en todos los sentidos, los electores portugueses han buscado estabilidad, bajo el miedo a perder pie en una travesía que todavía circula por caminos inciertos. Este factor explica la gran mayoría de Costa, cuando aparecía sufriendo una profunda erosión y era vapuleado desde la derecha y la izquierda. Su campaña se basó en lograr una mayoría «para no depender de nadie»; los electores, incluso de la izquierda, vieron en él la clave para evitar una desestabilización en tiempos difíciles. Las diez formaciones en el Parlamento portugués salido de las elecciones de 2019 se reducen ahora a ocho, cerrando la anterior fórmula en la que la mayoría dependía de los dos grupos a la izquierda del PSP, Bloco y CDU (Partido Comunista más ecologistas), que con su rechazo a la aprobación de los Presupuestos precipitaron la disolución de la asamblea. Ahora el Bloco y la plataforma auspiciada por el PCP apenas suman entre ambos el 10% de los sufragios y 14 diputados. El resultado nada satisfactorio para la izquierda portuguesa siempre fragmentada debe hacerles reflexionar sobre sus errores del pasado inmediato y cómo han sido percibidos por los electores que antes los votaron y ahora lo han hecho por el PSP, al considerarlos los causantes de la caída de Costa.
Aunque quien tendrá que hacer una reflexión más profunda es la derecha conservadora del Partido Social Demócrata, a quien, como en otros mapas políticos continentales, les surge una ultraderecha (Chega) de tonos muy altisonantes y populismos ultras, que ha logrado un 7,5 %, y una formación ultraliberal (Iniciativa) con un 4%, partidaria de liquidar toda clase de recursos hasta ahora públicos. El PSD necesita renovar su mensaje y su liderazgo porque el 27% obtenido representa un fracaso para sus aspiraciones de obtener el gobierno solos o acompañados. La catástrofe del otro partido de la derecha conservadora-liberal, CDS, que llegó a formar parte de gobiernos de coalición, alcanzar 47 diputados en el Parlamento y estar presente en ayuntamientos y Cámaras no tiene paliativos: es la primera vez en 47 años que no logra representación en la Asamblea, lo que lo condena a su irrelevancia o desaparición.
Costa, indiscutible ganador, tiene ahora un reto consigo mismo: saber administrar la mayoría absoluta sin dar lugar a una apisonadora parlamentaria tan típica de esos resultados y que con frecuencia acaban por generar malestar que se vuelve en contra de las victorias indiscutibles. Tener en sus manos todas las posibilidades de imponer decisiones y proyectos no debe representar que éstos se consigan sin buscar acuerdos previos a derecha y a izquierda. El refrendo a la estabilidad no es el cheque en blanco ni el muro indemne a críticas.
“La derecha necesita repensar su identidad con fracturas en su extrema derecha y flanco ultraliberal, mientras a las dos formaciones a la izquierda del PSP les sale caro el rechazo a los Presupuestos que dio origen a las elecciones”
Los datos de estas elecciones tienen muchas lecturas, también en clave española. Con el efecto de que no siempre el que más grita es que el añade más votos a sus candidaturas. En una situación tan llena de dificultades como las de estos tiempos hay un importante sector de electores que se muestran cautos e incluso conservadores, y que ante el temor a dar un mal paso ponen sus ojos ‘en lo que hay’, y en Portugal Costa y el PSP estaban ahí, durante muchos meses, soportando un constante desgaste y erosión por decisiones sobre la crisis sanitaria con efectos sociales que raramente podrían agradar pero que era necesario tomar.
Los datos ponen de relieve la importancia de que la derecha liberal reconsidere sus relaciones con la extrema derecha y sus mensajes: la mímesis alimenta al crecimiento ultra y el reconocimiento de la ‘primera marca’, no de la imitación sobrevenida. En Portugal Chega pasa de un partido con representación simbólica al tercero, mientras las dos formaciones a la izquierda del PSP que podrían superar con su suma ese porcentaje siguen siendo incapaces de ponerse de acuerdo entre sí, y su negativa a aprobar los Presupuestos de Costa les pasa factura.