Crónica económica / José García Abad ■
Titulaba yo en mi Crónica Económica del pasado 14 de marzo: “Mejor inflación que sangre, sudor y lágrimas” y sostenía, y sostengo, que “la inflación, si no supera ciertos límites, es una receta indolora e insípida, como el agua”. Desgraciadamente, en los dos meses y medio que han pasado desde aquella crónica las cosas han empeorado que es una barbaridad, superando los límites que entonces preveíamos. El Gobierno y los analistas coinciden en que las cosas cambiarán pronto pero los hechos son los hechos y los buenos augurios del consenso económico empiezan a parecer piadosas profecías.
“El informe adelantado de la inflación de mayo que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE) sitúa la variación anual del Índice de Precios al Consumo (IPC) en el 8,7% en mayo, cuatro décimas por encima de la registrada en abril”
La verdad es que ya entonces Pedro Sánchez, optimista empedernido, se había puesto en lo peor augurando que “vienen tiempos duros” pues “la guerra de Putin va a hacerlo todo más duro y difícil y sin duda va a tener impacto en los precios”. Rebajaba la dramática apelación de Churchill que prometía, ante el estallido de la Segunda Guerra Mundial, “sangre, sudor y lágrimas” al estallido de la inflación, puñetera pero no sanguinaria.
Que tiempos aquellos en los que una de las mayores preocupaciones del Banco Central Europeo era conseguir que la inflación se acercara al objetivo del 2 por ciento pues era insoportable tanta retención de los precios. El BCE constata que en términos anuales ha superado ligeramente el objetivo del 2% a largo plazo que ahora sitúa en el 2,25. Claro que, como decía Keynes, a largo plazo todos muertos.
Petróleo en máximos
Los datos señalan la escalada del petróleo, que está en máximos, y el encarecimiento de las cosas de comer como los cereales con los que se fabrica el pan nuestro de cada día. No hay que olvidar que Ucrania, granero del mundo, tiene inmovilizados sus barcos de trigo.
Hoy la inflación se ha convertido en el primer problema de España y del mundo, lo que sería un consuelo de tontos. En el caso de España no hay que atribuirla en exclusiva a la subida de la luz, pues el informe adelantado de la inflación de mayo que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE) sitúa la variación anual del Índice de Precios al Consumo (IPC) en el 8,7% en mayo, cuatro décimas por encima de la registrada en abril. Y lo que es muy significativo, también sube la inflación subyacente, que excluye la energía y los alimentos frescos. La tasa anual de la subyacente aumenta cinco décimas, hasta situarse en el 4,9%.
La inflación galopante que estamos sufriendo no es fácil de manejar por sus repercusiones en el crecimiento económico y en las prestaciones sociales, especialmente en el capitulo de las pensiones y en el de los pactos salariales. La escalada de la inflación se corresponde con la desescalada de los índices de crecimiento del PIB que el Gobierno había previsto para 2022 en un 7% y tuvo que rebajar al 4,3, mientras la Comisión Europea lo fijaba en el 4.
Hasta el BCE recomienda subir los salarios
En el informe de estabilidad financiera del BCE presentado el pasado 26 de mayo por su vicepresidente, Luis de Guindos, formula una recomendación que harán tambalearse las paredes liberales de la institución: que se suban los salarios para compensar la inflación y no aumentar el riesgo de impago de hipotecas y otros préstamos, al tiempo que recomienda convertir las hipotecas a tipo de interés variable a las de coste fijo.
Asegura, y se supone que lamenta, que la renta disponible de las familias y los ahorros se vienen reduciendo desde finales de 2021 por la propia inflación –acelerada en los últimos meses por la escalada de los precios de la energía (petróleo, gas y, por tanto, electricidad)–, algo que no ocurría desde la profunda recesión provocada por la pandemia de Covid en 2020. “El aumento de la inflación – sentencia– puede reducir el poder adquisitivo de los hogares, a menos que los salarios se recuperen lo suficiente sin desestabilizar las expectativas de incremento de precios”.
“El mayor peligro es la estanflación, fórmula siniestra que suma el estancamiento con la inflación, un peligro que los expertos no veían probable hace unos meses y que ahora no desdeñan”
Esta “contracción” –señala– afecta particularmente a los hogares de bajos ingresos, que gastan una mayor parte de sus ingresos en alimentos y energía y advierte de que, “al mismo tiempo, la situación financiera y laboral relativamente favorable de la familias de la Eurozona, podría empeorar la prolongada debilidad económica, lo que se traduciría en un número creciente de empresas insolventes o con problemas”.
El que no se consuela es que es un cenizo irrecuperable, como los expertos que sostienen que el peligro no es tanto la inflación en sí misma, sino la estanflación, fórmula siniestra que suma el estancamiento con la inflación, un peligro que no veían probable hace unos meses y que ahora no la desdeñan. Nadie se compromete a aventurar hipótesis si la guerra dura mucho, que cuando escribí dicha Crónica, la situaban en más de tres meses. Ya superados. La guerra va para largo.