Crónica Económica / José García Abad
Con el ascenso de Nadia Calviño a la vicepresidencia económica, a la altura de primera vicepresidenta –antes lo fue como tercera y segunda, desde ministra–, Pedro Sánchez marca su gran prioridad política: la ortodoxia económica. Es una señal que viene a proclamar sin palabras: “¡Es la Economía, estúpido”, la frase con la que ganó las elecciones Bill Clinton en las elecciones de 1992.
“Resulta divertido observar que Nadia Calviño, hija del acérrimo guerrista José María Calviño, ocupe desde la más alta instancia económica, el pragmatismo de la moderación de la buena socialdemócrata liberal, como las bestias negras de Don Alfonso, Miguel Boyer y Carlos Solchaga”
Con esta decisión, Sánchez, como hicieron sus antecesores socialistas, trata de tranquilizar los mercados que son nerviosos por naturaleza, tienen desatados los nervios del dinero y claman al cielo por la estabilidad, o sea, porque no cambie nada. No necesitan ni siquiera que las cosas mejoren pues temen que el demonio las cargue.
Prefieren quedarse como están, que no están nada mal, el mayor tiempo posible. Habían asimilado incluso la presencia de Unidas Podemos al comprobar que Pedro Sánchez no les dejaba meter mano en las cosas de comer, que dormía tranquilo, contra lo que temió en vísperas de la coalición “socialcomunista”. Sánchez habría tenido dificultades para situar a Nadia a tal altura si no se hubiera producido la escapada de Pablo Iglesias. No le hubiera importado a éste que lo fuera Carmen Calvo, dada la insuficiencia de fondo de la andaluza pero Calviño, la gallega, más consistente, es otra cosa.
Su fichaje y ascensión me recuerda cuando Felipe González nombró a Miguel Boyer ministro de Economía, que a diferencia de Indalecio Prieto no era liberal por socialista, sino simplemente liberal. González reiteró su jugada poniendo a Carlos Solchaga, de confesión socialdemócrata liberal, para sucederle, justamente cuando Boyer intentó que Felipe le hiciera vicepresidente, algo que no consiguió ni el uno ni el otro, por la firme oposición de Alfonso Guerra.
Con el mismo propósito sedante para los mercados, José Luis Rodríguez Zapatero puso de vicepresidente, aunque segundo, a Pedro Solbes, probo funcionario de toda la vida que, como Nadia Calviño, gozaba de la confianza europea. Ganadas las elecciones, Zapatero no le dio cancha haciendo a su amigo Miguel Sebastián, nuevo en el partido, su verdadero vicepresidente.
Sánchez no tiene ningún Guerra que le incordie
Desde la escapada de Pablo Iglesias, Sánchez no tiene ningún Guerra que le incordie, ni nadie que lo haga, pues la ungida por Iglesias, Yolanda Díaz, como buena comunista mantiene sus principios embridados y como gallega, la dulzura en las formas. Conserva los principios en el fondo de su corazón pero como ella misma señaló en una entrevista en ‘El País’ el pasado 4 de julio, refiriéndose a Pablo Iglesias afirmó: “Su presencia y aportación han sido muy grandes y Pablo es irrepetible. Pero el proyecto continúa (…) Somos personas diferentes. Compartimos la tenacidad en defensa de nuestras convicciones y del proyecto, pero él hace las cosas de una manera y yo de otra”.
Resulta divertido observar que Nadia Calviño, 52 años, nacida en La Coruña, hija del acérrimo guerrista José María Calviño, ocupe desde la más alta instancia económica el pragmatismo de la moderación de la buena socialdemócrata liberal, como las bestias negras de Don Alfonso, Miguel Boyery Carlos Solchaga.
“A Nadia Calviño, que optó, sin conseguirlo, a la presidencia del Eurogrupo en 2020, y al de directora gerente del FMI en 2021, también frustrado, se le atribuye la intención de ocupar, cuando salga del Gobierno, el de Comisaria Europea”
No es un hecho baladí
No es un hecho baladí que Sánchez sitúe tan alto a su dama de la economía. La presencia de Nadia en la primera vicepresidencia calma los mercados siempre irritables y garantiza al empresariado que la contrarreforma laboral no irá demasiado lejos; que la subida del salario mínimo será compatible con el empleo; que la de las pensiones será realista; que no habrá nacionalizaciones ni intervencionismos injustificados.
Y proporciona confianza en la Comisión Europea de la que es funcionaria, además de economista del Estado en España, y donde ocupó entre otros cargos el de directora general de Presupuestos. Nadia conoce los pasillos del Edificio Berlaymont como los de su casa, donde ahora es fundamental ganarse la confianza para el manejo del déficit, la deuda y los fondos europeos.
A Nadia Calviño que optó, sin conseguirlo, a la presidencia del Eurogrupo en 2020, y al de directora gerente del FMI en 2021, también frustrado, en ambos casos cuando era vicepresidenta tercera, se le atribuye la intención de ocupar cuando salga del Gobierno el de comisaria europea, algo más que lo que consiguió Luis de Guindos, su casi antecesor, en la muy bien pagada vicepresidencia del Banco Central Europeo.