Crónica Mundana / Manuel Espín ■
Hay que tener mucho cuidado con la entrada de los partidos en los gobiernos de coalición. En España Ciudadanos perdió su oportunidad de oro preso de sus lazos con la derecha negándose a participar en un ejecutivo del PSOE, pero también la presencia de UP en el de Sánchez ha ido debilitando electoralmente al grupo de izquierdas. En Italia y tras otra de las crisis económicas y políticas del país, el tecnócrata Draghiformó un gobierno de concentración en el que logró sentar al centroizquierda, las ‘nuevas’ fuerzas del populismo (M5S), la derecha tradicional (Berlusconi) e incluso a una formación ultra (La Liga de Salvini). Fuera quedó un pequeño partido, Fratelli (Hermanos de Italia), que tenía un 4,3% de apoyos, heredero de los ‘misinos’, la extrema derecha nostálgica del fascismo aunque con caras jóvenes. En los meses del ejecutivo Draghi, su líder Giorgia Meloni se convirtió en la oposición sin rival alguno, hasta que Salvini y Berlusconi decidieron dinamitar la fórmula de gobierno y precipitar a unas elecciones adelantadas.
“La formación de un gobierno presidido por la ultra Meloni junto a los debilitados Salvini y Berlusconi no garantiza el éxito del experimento de la derecha dura italiana”
En estos tiempos, el panorama de la política italiana ha sido desolador, con escisiones en los partidos, empezando por el anterior ganador M5S, y en el PDS con la salida del ambicioso tecnócrata y ex ‘premier’ Renzi. La fragmentación representa hacerse el haraquiri bajo un sistema electoral que premia a las grandes coaliciones, y eso se ha visto en estas generales. Salvini y Berlusconi querían un frente de la derecha frente al centroizquierda e hicieron todo lo posible por que las elecciones se celebraran cuanto antes. Aun a costa de que una parte muy importante de su electorado se haya ido a Hermanos de Italia, el partido más a la derecha de todo el espectro y el único que no entró en el gobierno de concentración. En torno al 7% cada uno, tanto La Liga como Forza Italia han perdido muchos electores que se han ido hacia Meloni, pasando Fratelli de un porcentaje casi testimonial a un espectacular 26% multiplicando sus votos por seis. Ahora en ese eventual gobierno frentista de la derecha, Salvini y Berlusconi están llamados a participar como ‘añadidos’ sin la capacidad que en otra época alcanzaron en los gobiernos.
El problema es aventurar cuál va a ser el recorrido de esa convivencia entre la derecha conservadora-liberal y la extrema derecha posfascista donde el peso de las decisiones corresponderá logicamente a Meloni, capaz de alcanzar el puesto de primera presidenta de Gobierno en la historia italiana; dentro de una tendencia en la que se produce la paradoja de que tras décadas reclamando la presencia de mujeres en primera línea de la política por parte de partidos progresistas las que gobiernan son precisamente aquellas que representan la antítesis del feminismo, como ocurriera con Thatcher.
No se puede justificar la victoria de la derecha ultra en la elevadísima abstención, la más alta de las legislativas italianas. Es necesaria la autocrítica del centroizquierda. Ha sido incapaz de armar una candidatura conjunta a la vista de que la derecha Meloni con Salvini y Berlusconi iban a estar en su ‘ticket’, y a la vez la división interna tanto de M5S como del PDS se ha cobrado sus réditos. Es más, parece sorprendente que pese al elevado desgaste de aquél y sus desgarros, Conte haya sido capaz de lograr un digno 15% cuando en condiciones normales podría haberse aventurado un desastre total. Mientras, Letta y sus aliados del centroizquierda con el PDS (19%) como emblema entre socialdemócratas y aliados alcanzando un 26% ponen en evidencia otra vez más el problema de liderazgos dentro de ese partido esencial en la política italiana, donde frente a los encendidos discursos de la ultraderecha se replica con tonos casi tecnocráticos de escaso alcance político.
La aventura es conocer cuál va a ser el futuro de un gobierno de esas características, donde Meloni tendrá que guardarse en el bolso sus amenazas de sacar a Italia de la zona euro, entre otras; además del cometido que tendrá el siempre incómodo Salvini en su Ejecutivo, cuya reciente bronca con Von der Leyen ha alcanzado tonos de ridiculez, y que seguirá buscando motivos para explotar su afán de protagonismo. Desde la perspectiva europea puede ser inquietante que al frente del gobierno de una de las grandes economías occidentales figure un Ejecutivo que recela de Bruselas, busca acomodo con la Hungría de Orban y la Polonia ultraconservadora, compartiendo el propósito de dar marcha atrás en la idea de la Europa camino de una federación contraponiendo las políticas comunitarias a las nacionales, dentro de una vuelta a un modelo nacionalista donde la UE no sea más que una zona económica sin aranceles, y en la que se imponga la idea de una ‘Europa fortaleza’ bajo un discurso patriótico de defensa de la nación y oposición radical a la inmigración.
“Fratelli d’Italia fue el único partido que no entró en el gobierno de concentración de Draghi y ello le permitió rentabilizar su protagonismo en la oposición”
Las próximas semanas pueden ser decisivas en esta reconsideración de la política europea en la que una parte de las derechas liberal-conservadoras se dejan llevar por el empuje de la ultraderecha y en este caso del posfascismo, a diferencia de lo ocurrido en Francia o en Alemania, acabando por entregarse políticamente a ellas. Las descalificaciones del oportunista Salvini a Von der Leyden son un ejemplo de las hasta ahora dos actitudes antagónicas de la derecha europea: una manteniendo una idea de una Europa de libertades y derechos de ciudadanía, frente al abandono de otros miembros de esa antigua ‘familia’ hacia los que representan la nostalgia por un desasosegante pasado.
Hay otras muchas incógnitas añadidas, como la inquietante posición de Meloni, Salvini y Berlusconi respecto a Putin y la guerra de Ucrania, marcando distancias con la mayoría de los liderazgos occidentales. Más llamativo todavía parece que el electorado de un país tan vivo y dinámico como Italia aparezca cada vez más desvinculado de los asuntos públicos y esa inercia, que se demuestra en los bajos índices de participación pese a una campaña de discursos con tonos encendidos, evidencia un cierto cansancio de la ciudadanía y una creciente indiferencia frente a los temas públicos, en momentos de gran trascendencia social y económica. Esto parece lo más grave, y no que pueda llegar al poder un gobierno de un signo crítico frente al concepto de europeísmo que venían generando las instituciones de la UE. Aunque el discurso radical de Meloni se vea obligado a acompasarse a nuevas realidades.