Mateo Estrella
Luego de sufrir las catástrofes globales del Covid-19 y del temporal ‘Filomena’, la humanidad debiera preguntarse qué otras calamidades nos va a deparar el futuro inmediato. De momento, ni la Organización Mundial de la Salud (OMS), ni la Organización Meteorológica Mundial (OMM), se han manifestado al respecto. A continuación de las tempestades viene la calma, y a eso hay que aferrarse si no queremos hundirnos en la melancolía que conduce a la gran depresión en términos mundiales.
Como la humanidad es un concepto abstracto, he preferido afrontar la problemática desde mi propia perspectiva, siempre pensando en el bienestar general. Mis primeras investigaciones apuntan al espacio exterior como origen más probable de la próxima hecatombe. Desde siempre se publican noticias sobre la irrupción intermitente de meteoritos, arriesgando una colisión cruenta con la superficie terrestre.
«El asteroide ‘2009 JF1’ colisionará con nuestro planeta el 6 de mayo de 2022, a las 8:34 horas. La explosión, similar a la de 230 kilotoneladas de dinamita»
Nada mejor que la Agencia Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) para confirmar o desmentir la amenaza sideral. A diferencia de otros organismos colapsados por el coronavirus y por la mayor nevada en medio siglo, en la sede de Washington me cogen el teléfono a la primera.
—¿Jelou? —exclamo en mi mejor ‘spanglish’.
—Habla con Jim Brindestine, director de la NASA —oigo en un castellano con acento de Michigan—. ¿En qué puedo ayudarle?
Le expongo mis temores sobre inseguridad cósmica.
—No se preocupe, amigo —dice mi interlocutor—. Lo tenemos previsto desde hace años. El asteroide ‘2009 JF1’ colisionará con nuestro planeta el 6 de mayo de 2022, a las 8:34 horas. El peligro potencial es del 0,026%. Mide en torno a 130 metros de diámetro con lo cual la explosión será similar a la de 230 kilotoneladas de dinamita.
—¿Eso es grave? —planteo.
—Dependerá de si el pedrusco ameriza en el Pacífico o en la cabeza de Joe Biden. Las probabilidades de la segunda hipótesis son ínfimas, por desgracia.
Mientras me habla, he consultado Google. Brindestine dimitirá de su cargo cuando la nueva Administración tome las riendas del Gobierno estadounidense. Como negacionista del cambio climático, debe estar algo quemado con ‘Filomena’.
Le agradezco el dato y, una vez descartados males mayores, me centro en las perspectivas económicas que pretenden consolidar la modernidad en España. Gracias a la inyección, por parte de la Unión Europea, de 140.000 millones de euros desde 2021 hasta 2026 (más de la mitad no reembolsables) disfrutaremos la digitalización en todos los negocios y hogares, la investigación más avanzada, la transición ecológica con eficiencia energética, una de las mejores sanidades del mundo, el transporte sostenible, la educación de calidad… y no sigo porque me estoy emocionando.
Para que se hagan una idea gráfica, el poblado chabolista de la Cañada Real podría convertirse en un semillero de innovación tecnológica.
Y lo más maravilloso: cualquier persona puede acceder a estos fondos mediante la presentación de un plan empresarial consciente. Otra cosa es que le hagan caso.
No todos lo ven de color de rosa. Los habituales cenizos intentan oscurecer el panorama. Unos afirman que nuestra burocracia es tan torpe que pasará lo de siempre. Las más de 8.000 instancias estatales, autonómicas y municipales, encargadas de analizar las peticiones, tardarán tanto en resolverlas que pasarán los plazos y quedará dinero sin aplicar. Otros sostienen que Pedro Sánchez e Iván Redondo van a repartir la mayor parte de la pasta entre sus allegados. Al otro extremo, Isabel Díaz Ayuso aprovecharía para reforzar su fondo de armario sin tener en cuenta roperos más humildes.
«Con los fondos, el poblado chabolista de la Cañada Real podría convertirse en un semillero de innovación tecnológica»
Según otra noticia ‘fake’, los bancos acabarán quedándose con los fondos, para prestarlos a particulares y empresas en cómodos plazos mensuales y con tipos de interés preferentes.
Una fórmula sencilla, que evitaría el exceso de intermediarios (sabido es que se multiplican como moscas cuando hay dinero fresco a repartir), consistiría en ingresar los millones en una cuenta del Banco de España, y enviar un cheque por idéntica cantidad a cada uno de los 47 millones de españoles en números redondos.
Tomo la calculadora y desisto en cuanto aparece el resultado. Tocamos a 2.978 euros por cabeza. No solamente da apenas para un par de mariscadas. Es que trasladaría el debate al seno de los hogares. Si ponerse de acuerdo sobre el destino de las vacaciones ha significado acerbas discusiones e incluso rupturas familiares, imaginemos los debates interminables y el rebrote del cuñadismo más rancio, empeñado en llevar la razón a toda costa.