Termina octubre con la macabra celebración de Halloween, importada desde USA, y se abre noviembre con las entrañables –pero no menos tétricas– fechas de todos los santos y de los fieles difuntos. Un cruce cultural entre zombis de pega y espíritus selectos, mientras los supervivientes hacen acopio de animales muertos, y los congelan en vano intento de combatir la inflación navideña. Parece el argumento de una película de terror, pero se trata de tradiciones festivas (!).
Esta inmersión en el oscuro Más Allá cederá paso, enseguida, al fulgor municipal de millones de luces led con bajo consumo, paradójicamente para evitar que la gente se deprima y consuma menos. Felipe VI leerá el acostumbrado discurso en Nochebuena. Esta vez de concordia, sin herir sensibilidades ‘indepes’. Una semana después, diversas cuantas parejas de famosos se pelarán de frío en las cadenas televisivas, cuidando de que nadie se atragante con las uvas de la suerte.
Josep Borrell nos ha tranquilizado: «El Ejército ruso sería aniquilado en caso de ataque nuclear contra Ucrania»
Todo dentro de la nueva normalidad, y siempre que Vladimir Putin no apriete el botón rojo, tal como especulan los analistas más cenizos. Hecho improbable, pues el líder ruso es un devoto practicante de la religión ortodoxa y no diezmará a la Humanidad en tiempos de amor y fraternidad. Por otra parte, JosepBorrell nos ha tranquilizado hace unos días, en su condición de superministro de Exteriores para la Unión Europea: «El Ejército ruso sería aniquilado en caso de ataque nuclear contra Ucrania». Terror bélico, sí, pero equilibrado.
Holocaustos aparte, lo que desasosiega a los ciudadanos no es tanto la guerra de Ucrania, o la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Ni tan siquiera la reforma del delito de sedición. Atemoriza más que nada la escalada de los precios, con la carestía energética en lo más alto de las quejas. Otra opinión autorizada, la de Cuca Gamarra, calma las inquietudes en un reciente tuit que martillea una vez más con el mantra de Génova 13: «Es a España a quien tendremos presente en cada una de nuestras decisiones». Hace unas décadas habría cambiado ‘decisiones’ por ‘oraciones’.
Según esta misma portavoz del Partido Popular, Pedro Sánchez y sus socios heterogéneos caminan en sentido contrario: «Los problemas de los españoles ni les preocupan ni les ocupan». Más dura, aunque enigmática, es la frase de Isabel Díaz Ayuso, también en la red social del pajarito azul. «Que se trabaje menos, que se estudie menos y se odie más. Enfrentándolo todo y cancelándonos». Así lo lee y escribe la aspirante a Moncloa, ahora en segunda línea pero sin mengua de su estilo corrosivo.
Desde la orilla socialista, Felix Bolaños no se corta un pelo: «El proyecto político de Feijóo es la demolición del Estado del Bienestar», ha declarado el ministro de la Presidencia, en una entrevista con ‘elDiario.es’. Y así, entre dimes y diretes, reman los políticos en las aguas prenavideñas. Los intercambios de enormidades podrían justificarse por la velocidad que imponen las redes sociales, tras pulsar la tecla de ‘publicar’ sin releer lo que se ha escrito.
Isabel Díaz Ayuso: «Que se trabaje menos, que se estudie menos y se odie más. Enfrentándolo todo y cancelándonos»
Los anteriores son líderes vivientes. Existe en paralelo un limbo para los zombis políticos, desactivados por dirigentes de su propio partido, quienes han cuidado de limarles los colmillos y recortar sus lenguas. Entre ellas y ellos, Cayetana Álvarez de Toledo, Pablo Casado, Albert Rivera, Carles Puigdemont, Macarena Olona o Adriana Lastra. En ocasiones pasan a mejor vida –en el sentido de sosiego, no se piense otra cosa–. Algunas, algunos, experimentan convulsiones transitorias antes de sumirse en el olvido.
La endiablada velocidad que devora los prestigios más consolidados provoca sobresaltos hasta en la Gran Bretaña decadente, donde tiempo y costumbres ya no funcionan a cámara lenta como en la época victoriana. Cuatro primeros ministros/ministras han caído desde 2016 causa del huracán Brexit y, sobre todo, de su propia incompetencia. David Cameron, Theresa May, Boris Johnson y Liz Truss.
A partir de ahora un millonario de origen indio, Rishi (‘Sabio’) Sunak intentará recomponer, por este orden, su ‘Tory Party’ y un país dividido. Que los dioses hindúes buenos, desde Brahma a Vishnu, le iluminen. En comparación, el vituperado ‘gobierno Frankenstein’ del Partido Socialista y Unidas Podemos sería ejemplo de estabilidad y buen rollo.