Crónica Mundana / Manuel Espín
En medio del griterío mediático-político y la confusión de la actual situación, hay una verdad incuestionable: las vacunas son la luz para que la pandemia se minimice o desaparezca y volvamos a la normalidad sin apellidos. Los datos de Israel son estimulantes: la tasa de contagios entre vacunados es casi inexistente. De la inoculación depende no sólo la salud, sino la recuperación económica.
Es comprensible la presión de los sectores muy afectados -de la restauración y el turismo a la cultura- pero su principal argumento debería ser la urgencia a los poderes públicos, en clave autonómica, estatal y comunitaria, para que se acelere la vacunación. Buscar réditos políticos de las vacilaciones o imponderables de una situación donde se carece de ‘guión previo’ es contraproducente: se entra en una espiral de acusaciones y desmentidos que confunde a la calle.
“Críticas a Von der Leyen por sus vacilaciones ante las farmacéuticas”
Von der Leyen, presidenta de la Comisión, se ha encontrado estos días con críticas internas sobre el papel de la UE en la negociación con las farmacéuticas y los problemas surgidos en la fabricación y distribución. Merkel, por el contrario, ha reunido a los 16 Estados federales y a las ‘cabezas’ de las compañías.
Hay una realidad incuestionable: las sucesivas mutaciones del virus darán lugar a un seguimiento constante y un trabajo permanente para generar nuevas vacunas contra esas modalidades, tal y como está ocurriendo cada año con la gripe. Es probable que cada año tenga que volverse a inyectar contra mutaciones del virus.
Las críticas a la UE parten de la inexistencia de penalizaciones a las compañías por retrasos en un suministro vital para la salud y la estabilidad social. Ante la urgencia de desarrollar vacunas, Bruselas adoptó una buena decisión: crear una especie de central de compras, evitando que cada Estado quisiera hacer la guerra por su cuenta, bajo un precio fijo por dosis, supervisando y dando autorización a través de la Agencia Europea del Medicamento, hasta ahora a los productos de tres marcas: Pfizer, AstraZeneca y Moderna. Hungría, de la mano de Orbán, se sale del mapa, comprando la rusa Sputnik, mientras Bayer anuncia la suya propia, Curevac, que estará en el mercado una vez sea aprobada y testada, ofreciendo crear 160 millones de dosis en los próximos meses.
La situación permite divisar un panorama complejo: sin vacunas no habrá calentamiento económico y empleo. El valor de las farmacéuticas se dispara en las Bolsas, y a la investigación se le da un protagonismo que no tenía antes de la pandemia. Pero, a su vez, ese gran negocio depende de millonarios contratos públicos, y el papel de administraciones, Estados y organizaciones en el control riguroso sobre esa actividad es más indispensable que nunca. Los poderes públicos están obligados a exigir una estricta transparencia sobre un sector vital del que depende el derecho a la salud.
Aunque se entienda que la farmacia invierte grandes cantidades en investigación y en nuevos productos, sus empresas dependen, y ahora más que nunca, de los contratos con Estados y organizaciones, especialmente en los que existe un Estado del Bienestar, tal y como se entiende en esta parte del mundo. Esta no es una cuestión de mercado de oferta y demanda, sino de interés vital y supervivencia.
El problema es gravísimo para muchos países, tanto los que carecen de recursos como los ‘feudales’ o aquellos donde se carece de sanidad pública, o -como ocurrió en la pasada década en Europa y España, bajo el peso de las políticas de ajuste- se desmantelaron recursos sanitarios, se eliminaron camas de hospitales, redujeron trabajadores sanitarios, y se relegó la investigación a lo simbólico.
Resolver el problema del Covid en esta parte del mundo implica que el resto de las sociedades tengan la posibilidad de vacunarse, puesto que no existen islas sanitarias frente a virus, infecciones, y nuevas ‘pestes’ casi tan bíblicas como las de la Antigüedad.
“La plataforma Covax busca que las vacunas lleguen a todos los países”
La OMS participa en la iniciativa Covax, plataforma para lograr la vacunación en zonas ajenas al llamado Primer Mundo, actuando como intermediario de empresas y gobiernos para proveer de vacunas, manejando un fondo de donaciones, aportaciones de filántropos, fundaciones y particulares. Una forma de paliar una situación al borde de ser desastrosa, en países con enfermedades endémicas donde las campañas de vacunación se han interrumpido ante la falta de recursos que ahora se destinan al Covid.
En este lado del planeta, y en España, habría que insistir en claves más próximas: menos palabrería, menos discusión política, menos titulares para la galería, y más recursos para una rápida distribución de vacunas. A los gobiernos, sea el Estado o las Comunidades, no hay que valorarlos por lo que dicen, sino por lo que hacen; en este caso acelerando la distribución y vacunación como si estuviéramos ante una movilización para una guerra.