Crónica Mundana / Manuel Espín
Merkel, Macron o Draghi recurrieron en los últimos días a imponer nuevas medidas de control para frenar los contagios del virus mientras la vacunación se acelera, pese a limitaciones y errores de la UE en la relación con los laboratorios, cuestión que merecerá en un próximo futuro un profundo debate y análisis. Pero éste no es el momento, sino el de la emergencia. Con limitaciones que representan sacrificios para la ciudadanía e inciden negativamente en sectores económicos. El eje central europeo ha tenido muy claro desde el estallido de la crisis que la prioridad es la salud, y sin salud no puede haber economía ni expansión, por duro que sea reconocerlo. Muchas de las decisiones, como se ha podido ver en Alemania, Francia o Italia han provocado reacciones en la calle, con desgaste de los Ejecutivos; el único camino a tomar en una fase donde la capacidad de elección es escasa.
“Meses atrás llamó ‘gripecilla’ al Covid-19, recurre al Supremo contra las restricciones en varios Estados y recomienda extraños fármacos cuya eficacia no está probada por la ciencia”
Frente a estas referencias, las posición negacionista de Trump, con sus disparatadas teorías de la conspiración sobre el coronavirus, sus ‘recetas’ estrambóticas o la oposición férrea a los controles impuestos por algunos Estados para paliar la expansión del virus. Trump ya no vive en la Casa Blanca, pero, al sur del continente, Bolsonaro utiliza buena parte de sus tics. El presidente de un país tan importante como Brasil llegó al poder en medio de una ola de descontento con aspectos de gran sensibilidad en la opinión pública como la incidencia de los delitos comunes o la mala cifra de empleo bajo Rousseff, además de la intensa presencia mediática del procesamiento de Lula da Silva acusado de corrupción, cuyo calvario se ha extendido días y años hasta su absolución. Bolsonaro, exmilitar de graduación media, utilizó un discurso populista de ultraderecha presentándose como el salvador de la patria, glorificando los años en los que el inmenso país estuvo bajo dictaduras militares.
Realidad imprevista
Ahora Bolsonaro se enfrenta a una realidad imprevista: buena parte de la burguesía que en su momento lo votó se le vuelve en contra, por el pésimo manejo de la situación sanitaria. 290.000 fallecidos por Covid y los peores datos: en los últimos tiempos con senadores víctimas de la enfermedad. Hace un año se caracterizó por minimizar o negar el alcance del virus chino, al que llamó “gripecilla”. Pese a las cifras, le costó aparecer con mascarilla, y se le vio con sus seguidores en actos públicos sin adoptar precaución alguna.
Nada menos que cuatro ministros de Sanidad se han sucedido en el cargo, con la ‘solución’ de poner, como ha hecho en otras carteras, a militares sin capacidad para la gestión sanitaria. Mezclando discurso de fuerte carga ideológica ultra con el neoliberallismo extremo, recurre ante el Supremo las limitaciones que varios Estados han impuesto para evitar la expansión de la pandemia. Y acusa a sus gobiernos de atentar contra la economía. La prioridad son los negocios, no la salud.
Libertario en lo económico pero durísimo en lo ideológico, se reafirma en una retórica (evangelista) de «defensa de los valores familiares contra el comunismo». Es improbable que Brasil se encuentre en una añeja tesitura como capitalismo-comunismo por mucho que se azuce con el peligro de la pérdida de sentido de la familia, o el riesgo de que estalle una revolución en las calles. Fantasma que ahora no creen ni sus antiguos electores. Una encuesta de estos días apunta un 30% de la ciudadanía a favor del presidente, un 24 que califica de “regular” su papel, y un 45% que rechaza totalmente la gestión.
El penúltimo episodio ha sido la compra de vacunas. Uruguay fue el último Estado latinoamericano en adquirirlas, pero Brasil tampoco ha sido rápida en decisiones. Todavía más considerando la capacidad industrial de un Estado tan relevante en muchos capítulos y con un enorme futuro, entre ellos la investigación. Bolsonaro, émulo aventajado de Trump, ahora ‘huérfano’ de su referente del Norte, ha comprado 138 millones de dosis a Pfizer y Janssen en las pasadas semanas, con un proceso de vacunación más retrasado que el de otros países.
“Cuatro ministros de Sanidad, algunos militares, se han sucedido en la cartera, mientras la burguesía que lo llevó al poder ahora recela de la capacidad del presidente para enfrentarse a la situación”
Como ocurre con personajes de la política mundial que utilizan un discurso populista y esencialmente ideológico repleto de lugares comunes y estereotipos, de características maniqueas, que electoralmente puede rendir frutos, el concepto se deteriora al contrastarse con los datos más completos sobre el manejo de una crisis sanitaria que acarrea relevantes impactos sociales y económicos, y exige más respuestas y menos griterío. Los últimos días, una empresa tan importante como Volskwagen-Brasil se ha visto obligada a cerrar sus fábricas y parar su producción por el virus.
Escuchar intervenciones públicas y declaraciones de Bolsonaro llaman la atención por su tono pintoresco y su capacidad para dar titulares, tal y como ocurría con Trump. Ante una situación de grave crisis, quienes en su momento lo votaron se vuelven en su contra por la incapacidad para gestionarla y establecer acuerdos con la sociedad en su conjunto. Bolsonaro no debería estar en guerra contra el comunismo, que sólo existe en su inventada expresión radical, sino contra la pandemia, el desempleo, la caída de la economía, la pobreza… y a favor de la salud y la igualdad.