Crónica Mundana / Manuel Espín ■
En el Londres de 1914 una sufragista británico-canadiense acuchilló con un hacha de carnicero el cuadro ‘La venus del espejo’ de Velázquez, como protesta por la detención un día antes de su compañera Emmeline Pankhurst, y porque «no le gustaba la manera con la que los hombres que visitaban el museo miraban boquiabiertos» a la protagonista del famoso desnudo dorsal. Más de un siglo después, varias pinacotecas han sufrido lanzamientos de productos y objetos contra emblemáticos lienzos para protestar contra el cambio climático, en los prolegómenos de la conferencia internacional que se celebra en El Cairo. Considerando que la lucha contra el calentamiento global, así como a favor de la igualdad de género, la diversidad o los derechos de las personas ‘trans’ son irrenunciables y un compromiso inexcusable, hay que poner en cuestión las formas con las que se exigen porque una vez más el fin no justifica los medios. Al contrario, la búsqueda de impacto mediático de esta clase de acciones, ahora contra emblemáticas obras de arte, puede provocar el resultado contrario al deseado, desplazando la atención hacia los métodos provocativos de una clase de activismo y obviando el hecho fundamental que aparece en el motivo: la urgente necesidad de dar respuestas a un reto ambiental que cada vez tiene menos de utopía y se acerca a un S.O.S. de supervivencia, no sólo de esta generación, sino de las venideras.
“Ausencia en la conferencia de de Rusia, China, India, las economías más contaminantes”
Además, hay un factor esencial a considerar: la defensa del patrimonio es indivisible. Tanto el natural, como el monumental, cultural, artístico…Y no cabe la reivindicación del climático contra el patrimonio de muchos siglos de historia humana. Ese supuesto activismo acaba por ser tan tóxico como las fuentes de energía contaminantes.
La conferencia mundial del clima de El Cairo nace en las peores y más imprevistas circunstancias de la historia contemporánea, bajo una guerra (Ucrania) de imprevisible desenlace que no sólo ha dado lugar a una situación económica de extrema inestabilidad con subidas de precios e inflación desbocada, sino que ante la incertidumbre de los suministros energéticos de Rusia ha favorecido la ‘amnistía’ al carbón y los combustibles fósiles. Se puede decir objetivamente que la situación de hoy es peor que la de unos pocos años o meses atrás: el miedo al desabastecimiento choca contra la política de descarbonización, una de las respuestas, pero no la única, frente al calentamiento global; que no es ciencia-ficción, ni un argumento ideológico de progresistas, sino una realidad contrastada desde la perspectiva científica.
Desde el punto de vista político, la conferencia de El Cairo es un reflejo de la situación internacional. Los tres grandes Estados que más contaminan y que ponen más obstáculos a la eliminación del carbón, Rusia, China e India, no estarán representados por su primera magistratura. En el caso de Putin era evidente esa ausencia vista la impopularidad creciente en la esfera exterior de su aventura bélica ucraniana y la creciente distancia de quienes hasta ahora habían sido sus más cercanos. Tampoco Xi Jinping, bajo el pretexto del apoyo de Estados Unidos a Taiwán; pero la realidad es otra: China es no sólo el proveedor mundial de productos, sino el que más contamina y comparte con los partidos occidentales de la ultraderecha que las políticas ambientales no pueden ser un obstáculo para el ‘desarrollo’ (entrecomillado, porque la explotación de recursos sin criterios de economía sostenible es un suicidio y una gravísima hipoteca para las futuras generaciones). India, que también mantiene el carbón y los fósiles utiliza otro argumento: el de la financiación de la eliminación de las fuentes de energía contaminantes.
Por su parte, Biden estará en las últimas horas de la conferencia, junto al resto de estados occidentales, y la presencia por primera vez en esta clase de encuentros al máximo nivel, de Emiratos y Arabia Saudí, cuya principal fuente de riqueza es la venta de petróleo. Con añadidos de última hora, posiblemente Lula, que no toma posesión de la presidencia de Brasil hasta el primer día de 2023, cuya política ambiental es antagónica a la de Bolsonaro que venía auspiciando la explotación agrícola de la Amazonia pese al enorme daño para el planeta de la desaparición del bosque tropical. Por parte de Reino Unido supondrá el debut en el escenario internacional de su primer ministro Rishi Sunak, que en principio no mostró interés en la COP-27tras descartar la representación del rey Carlos, inicialmente prevista.
“El activismo ambiental debe evitar que ciertas acciones desacrediten a las causas justas que defienden”
La ausencia de Putin y el líder chino deja cojo el alcance de la reunión desde el punto de vista político. Las decisiones que se tomen aparecen lastradas por el escaso compromiso de Rusia y China. Biden, a años luz de su antecesor Trump, antagonista a los Acuerdos del Clima de París, aparece en El Cairo tras conocer los resultados de las elecciones parciales, y bajo el efecto de la ‘amenaza’ del republicano de presentarse de nuevo a las presidenciales de 2024, en un ambiente interno inquietante, como el que detecta un reciente sondeo donde casi la mitad de los norteamericanos no descartan una próxima guerra civil. La ausencia de Putin y la falta de acuerdos para poner fin a la guerra de Ucrania pesan negativamente. Mientras se mantenga será imposible abordar la descarbonización, la reducción de los combustibles fósiles hasta su futura eliminación, o el archivo de la energía nuclear. También la investigación científica para combatir el calentamiento, desarrollar una agricultura sostenible alejada de la expansiva y contaminante de la sobreexplotación de recursos naturales depende de la situación económica. Sin las distorsiones del actual proceso inflacionista que hace tambalear la cohesión social en muchos países, generando respuestas en el campo político donde los discursos de odio acaban por ser admitidos como moneda común.