Humor asalmonado / Mateo Estrella
El lunes pasado, luego de desayunar, abro mi correo de Yahoo donde recibo cada día múltiples ofertas. Entre ellas, las de atractivas chicas rusas que buscan ligar conmigo. Un mensaje me sorprende (mantengo la tipografía original).
«Sr. Mateo Estrella,
Con este correo electrónico, queremos darle la última oportunidad de confirmar su Bono de 1 [BTC] Bitcoin Totalmente Gratis
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Tenga un buen día,
Administración de software BITCOIN»
«No ha pasado ni una generación, cuando la gente crédula olvida el último ‘crash’ y se lanza a comprar los productos más disparatados con la idea de enriquecerse»
Si bien me causan desconfianza las prisas para que me apunte, así como la mezcla de tuteo y usteo, pienso de inmediato en que las grades oportunidades sólo llegan una vez en la vida. Pienso, sobre todo, en que Elon Musk, el emprendedor de moda que ha creado las empresas Tesla y Space X, acaba de anunciar por Twitter la compra de 1.032 millones de euros en bitcoins. Un hombre que apenas vende coches con su primera compañía, y tiene la loca idea de llevar turistas a Marte con la segunda… un hombre que es el más rico del mundo, con un patrimonio de 152.000 millones de euros, no puede ser un cenutrio cuando ha atesorado una fortuna colosal con esos mimbres.
Una obligada consulta a la Wikipedia está a punto de desalentarme:
«Bitcoin es un protocolo, proyecto de código abierto y red entre iguales que se utiliza como criptomoneda, sistema de pago y mercancía. Fue concebida en 2009 por una entidad conocida bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto, cuya identidad concreta se desconoce. Satoshi trabajó en el código fuente de la aplicación de referencia junto a otros desarrolladores voluntarios hasta diciembre de 2010, momento en el que decidió concluir su actividad pública».
¿El timo de la estampita.com?, me pregunto ante tanta inconsistencia. Mis conocimientos sobre el ‘pedacito de moneda’ (traducción literal de bitcoin) son nulos. Necesito asesoramiento. Y quién mejor que el peculiar profesor Metodio Jodorowsky. Que se trate de un hombre con formación clásica (algo caótica por cierto), me inclina a fiarme de él antes que de de cualquier ‘influencer’ jovenzuelo
Mientras caminamos hacia una tienda física donde se puede invertir en bitcoins, el maestro me previene:
—Mucha precaución con las euforias financieras, muchacho. No ha pasado ni una generación, cuando la gente crédula olvida el último ‘crash’ y se lanza a comprar los productos más disparatados con la idea de enriquecerse en un par de meses. Sucedió con los sellos, las acciones preferentes, o el ladrillo carcomido. Ya en el siglo XVII los holandeses sufrieron una epidemia de ‘tulipomanía’.
—¿Virus o bacteria?—, pregunto con ingenuidad.
—Tulipanes. Y cuando se saturó el mercado, bulbos de tulipanes, Se llegaron a pagar 6000 florines por el bulbo Semper Augustus, cuando el salario medio de un holandés eran de 150 florines al año. En 1637, quebró la economía del país.
—Pero una cosa son los tulipanes y otra los bitcoins, profesor. Vivimos otros tiempos.
—Considere que actualmente funcionan más de 7.000 criptomonedas destinadas a reclutar incautos. Ya que sigue obsesionado, escuche esta frase de Nouriel Roubini, economista que predijo la crisis de 2008: «No sea un tonto sin cabeza, engañado por ballenas manipuladoras, ladrones, estafadores, pregoneros de carnaval, intercambios criminales de primera línea que sólo quieren robar su ahorros o riqueza. Manténgase alejado del pozo negro de miles de monedas de mierda sin valor”.
—Muy drástico —apunto—. No obstante me gustaría probar.
«Como es un activo no regulado, ni controlado por Hacienda, permite comprar drogas, lavar dinero negro y, por supuesto, evadir impuestos»
Llegamos al comercio donde venden y compran bitcoins. Es una ‘boutique’ de regalos. Una dependienta con mascarilla adornada con divisas nos acompaña hasta el fondo, donde han instalado un ordenador portátil sobre una mesita también portátil.
—Les diré que al ser un activo no regulado, ni controlado por Hacienda, permite hacer con él lo que les apetezca. Incluso —susurra—, comprar drogas, lavar dinero negro y, lo mejor de todo, evadir impuestos.
—No es mi propósito —manifiesto—. El problema es que con la pandemia estoy bastante canino. No tengo ahorros.
—Eso no es un obstáculo, caballero —me anima la intermediaria—. La cantidad mínima se calcula multiplicando un ‘satoshi’, equivalente a 0,00008548 dólares, por la cotización última del bitcoin.
—¿Por cuánto me sale, señorita?
Saca la calculadora, ante el gesto consternado de Jodorowsky.
—Ahora mismo, cuatro euritos. Pero dése prisa, el mercado está que echa humo.