Mateo Estrella
Si hay un miembro del actual gobierno de España detestado por la oposición de Partido Popular, Ciudadanos y Vox, es el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias. Según destacados analistas psicofísicos, su tránsito de la cola de caballo al copete en el occipucio no es mero cambio estético. Tiene dos propósitos:
1º Dejar fuera de juego los argumentos de quienes le siguen apodando El coletas con machacona insistencia.
2º Lanzar un mensaje subliminal a sus detractores. Algo tan castizo como, «me tenéis hasta el moño con las caceroladas».
Circulan otras interpretaciones, como la publicada en cortesdecabellohombre.com. «Recomendamos encarecidamente que tu peinado samurai se combine con una barba llena o incluso ligera. La barba y la cabeza llena de pelo transmiten una sensación de hombría, por no mencionar que se ve muy sexy».
Quizás el ministro siga la recomendación anterior, pero es dudoso que haya tenido en cuenta esta otra: «Un cambio de look supone, en cierto (sic), un cambio de estilo pero no solo en lo que respecta a la moda o a lo que te pones, sino que además tendrás que tener (sic) en cuenta otros aspectos que te permitan alcanzar el cambio que deseas».
La cita proviene de ‘OK Diario’, cuyo director, Eduardo Inda, nunca ha deseado a Iglesias el mejor futuro. Un futuro que a simple vista parece asentado, como titular de Derechos Sociales y Agenda 2030, ya que protegería su cargo en las próximas legislaturas. Tiempo suficiente para sorprendernos con nuevos estilismos.
“La Agenda 2030 pretende garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos”
Bromas aparte, la Agenda 2030 es tarea mayúscula. Aprobada en 2015 por todos los miembros de la Naciones Unidas, pretende en síntesis, «poner fin a la pobreza, proteger el planeta y mejorar las vidas y las perspectivas de las personas en todo el mundo». Todo ello en el plazo de quince años. Es decir, tan sólo nos quedan diez ejercicios para culminarla. Y el “virus chino”, como dice Donald Trump, no ha venido precisamente para acelerar el calendario.
Me referiré al cuarto objetivo de este plan global, que intenta “garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad, y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos”. A primera vista parece tan complicado de cumplir como los demás puntos. Pero ha surgido un potente aliado. No sólo va a ayudar a los responsables educativos de todo el planeta, sino también a Isabel Celáa e Iglesias, por ceñirnos al ámbito español.
Se llama Pichai Sundarajan, más conocido como Sundar Pichai. ¿Que no os suena? ¿A que sí os suenan Mark Zuckerberg (Facebook), Jeff Bezos (Amazon) y Bill Gates (Microsoft)? Pues yo acabo de enterarme, a través de Google, y así lo trasmito a los lectores, no sólo de que Sundarajan nació en India (como se deduce de su nombre), sino también de que es el director ejecutivo de… Google. Tan importante como los otros tres líderes de las aplicaciones telemáticas que facilitan y espían nuestra vida cotidiana.
Google también nos espía a través de un conjunto apabullante de empresas. El motor que busca contenidos en Internet, el correo electrónico gratuito, los mapas que detectan dónde estamos y dónde vamos, nuestras lecturas (Google Books) y nuestros vídeos preferidos (YouTube). Etcétera, etcétera, pues la lista es interminable.
“En un semestre ‘on line’, Google ofrece cursos equivalentes a una carrera universitaria de cuatro años. ¿El coste? Menos de 42 euros al mes”
A lo que vamos. Quizás para compensar su intromisión en las intimidades, Sundar Pichai ha lanzado una oferta educativa de alto nivel, con la cual no podría competir ni la mismísima Universidad Rey Juan Carlos, regalando sus famosos másteres a distancia. De momento operativa en Estados Unidos, la iniciativa se extenderá al resto del mundo. ¡Tiemblen universidades públicas y privadas, personal docente, bedeles y padres de alumnos que han desembolsado fortunas para que sus hijos luzcan currículos esplendorosos!
Google ofrece, en un semestre de estudio ‘on line’, cursos «equivalentes a una carrera universitaria de cuatro años». ¿El coste? En torno a 49 dólares al mes (menos de 42 euros) ¿Especialidades? Las que dan acceso a puestos bien remunerados en las nuevas tecnologías. No se preocupen los tiesos económicamente. La multinacional concede becas. El certificado (supongo que digital) se acepta ya por varias empresas Big Data, donde no existe el paro.
Cuando el ministro de Consumo, Alberto Garzón, declaró en mayo que el sector turístico es «precario, estacional y con bajo valor añadido», estaba animando sutilmente a que camareras, camareros y personal de limpieza se apuntaran a los cursos de Google. Para que España dé un salto cualitativo sin precedentes en el mercado laboral.