Mar de Fondo / Raimundo Castro
Ya lo escribió Louis-Ferdinand Céline en su espléndida novela ‘Viaje al fin de la noche’: “Os lo aseguro, buenas y pobres gentes, gilipollas, infelices, baqueteados por la vida, desollados, siempre empapados en sudor, os aviso, cuando a los grandes de este mundo les da por amaros es que van a convertiros en carne de cañón… Es la señal… Infalible”. Y esa frase, junto a otra ilustre que se atribuye al monje cisterciense francés San Bernardo de Claraval (“El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”), son las dos columnas que sirven para analizar la terrible invasión de Ucrania por parte del imperio neozarista que preside Vladimir Putin.
Vinculando ambas frases a la posición de España en el conflicto, es razonable pensar que las dos posiciones diferenciadas de los partidos del Gobierno (PSOE y UP) son absolutamente compatibles. Porque esta guerra, a la que también me opongo de raíz, se lleva a cabo entre dos imperios de referencia evidentemente económica y capitalista. Y la pagamos todos. Especialmente las clases humildes y, singularmente, las ucranianas.
Las posiciones de Sánchez y Belarra son compatibles si se asume, como hace Mélenchon, que la Carta de las Naciones Unidas reconoce el derecho a la legítima defensa de los países que son invadidos
Bueno es destacar que, detrás de todas las guerras imperialistas, siempre han estado en juego las materias primas y los mercados. Y que los currantes de toda condición, sin excluir las clases medias, siguen siendo la carne de cañón de los poderosos. En ese contexto, quienes proclaman que la paz es el único camino saben lo que se dicen. Y más ahora que las tres grandes potencias (EE UU, China y Rusia) pueden acabar provocando un conflicto nuclear si dirigentes dictatoriales como Putin acaban aplicando la máxima de Sansón del “¡Muera yo con todos los filisteos!”. Algo de lo que afortunadamente cabe dudar porque no creo que sus oligarquías estén por la labor. Pero las escaladas bélicas, siempre incontroladas, pueden acabar provocándolo.
En España, Pedro Sánchez, sumado a la OTAN y la UE, ha optado por entregar armas defensivas al ejército del país agredido. Y los socialistas y portavoces de otras izquierdas acuden a la memoria histórica para defenderlo. Recuerdan la propia guerra civil de España y la miserable decisión de las democracias occidentales de llevar a cabo una política de no intervención para no enfrentarse a Hitler. Esa política hundió a la República. Y si tan sólo se hubiera permitido ayudar a su Gobierno elegido en las urnas que contara con armas para defenderse del golpe Franco-Putinesco, tal vez las cosas hubieran cambiado mucho.
La idea alternativa que representan Ione Belarra y una gran parte de la izquierda alternativa europea (el francés Jean Luc Mélenchon y el inglés Jeremy Corbyn, entre otros), aboga por redoblar los esfuerzos diplomáticos, sin recurrir a las armas, para evitar una escalada incontrolada que concluya en una confrontación nuclear mundial. Una propuesta que pretende, según Mélenchon, hacer una oferta diplomática radical a Rusia tras celebrar una conferencia internacional en la que la OSCE afronte la seguridad de las fronteras, incluida la rusa, y la neutralidad de Ucrania, exigiendo la retirada inmediata de las tropas rusas invasoras.
Pero, cuidado, Mélenchon afirma que su iniciativa asume el derecho a la legítima defensa de los países reconocido en la Carta de las Naciones Unidas. ¿Y acaso eso no implica la ayuda con el envío de armamento a los ucranianos?
Y ahí sí cabe perfectamente que Sánchez siga ofreciendo armas defensivas y que apueste por la paz y una salida diplomática. De hecho, eso es lo que apoya Yolanda Díaz y hace que Podemos no ponga en cuestión la cohesión gubernamental.
Estoy seguro de que tanto Sánchez como Belarra tienen claro quién es la carne de cañón. Lo que aquí se traduce, por cierto, en la marcha hacia una economía de guerra que abrasará al pueblo en su conjunto mientras un puñado de oligarcas de uno y otro bando se enriquecen escandalosamente aprovechando el conflicto.