Crónica Mundana / Manuel Espín
Ni en la peor de las pesadillas gobierno alguno del mundo podría haber imaginado un resultado más lamentable que el de 2020 como consecuencia de una epidemia global. Los ejecutivos se han visto obligados a tomar decisiones y a cambiarlas a cada momento, sin más criterio que el de los datos sanitarios variables. Todos han errado lo mismo que las fuerzas de oposición, porque a principios de este año se sabía todavía poco del virus. Aunque quienes han quedado en mayor ridículo son quienes han hecho o siguen realizando solemnes afirmaciones carentes de base científica basadas en ‘fake news’ y ‘macutazos’. El papa Francisco ha tenido que acallar, de forma silenciosa, voces integristas dentro de la institución, que cuestionan las vacunas por razones supuestamente ‘morales’, bajo opiniones compartidas con las de Bolsonaro, y la atrevida espontaneidad de negacionistas basados en ideologías o creencias, y no en evidencias científicas.
“Carente de signos de avance en la negociación con la UE pendiente de prórroga, Reino Unido se enfrenta a una inesperada cuarentena con Europa”
En su día, Boris Johnson compartió varias de esas actitudes. Pasó de negar radicalmente el Covid-19, al que consideró como la gripe, oponiéndose a tomar medidas de choque frente a la propagación, hasta comprobar hoy que el Reino Unido (RU) registra índices de contagio superiores a los del continente, incluidos Italia, España, Francia, Alemania o Bélgica, y se enfrenta a una mayúscula emergencia. Brexit y virus generan un cóctel de difícil manejo para su gobierno. Se ha hablado de ciertas señales de avance en la negociación para el ‘divorcio’ con Bruselas pero los escollos siguen sin resolverse, especialmente el tema de la pesca. El locuaz Boris Johnson tendría que desdecirse de discursivas proclamas a los cuatro vientos en clave de hueco nacionalismo. En el tirón de última hora, el sector europeo de la pesca teme por quedar descolgado y al margen de la negociación, con el riesgo de que el tránsito por las aguas atlánticas suponga un incidente con la Marina británica y una elevada sanción económica. A Johnson le crecen los enanos, y desde diversos sectores se pide la prórroga de última hora en el partido para seguir negociando y evitar la abrupta salida.
Jonhnson, ante el espejo de la realidad
Un factor añadido pone a Boris ante el espejo de su realidad: en pocas horas los gobiernos de la UE han puesto en cuarentena a los viajeros desde RU, impidiendo vuelos y cerrando el tráfico de mercancías en Dover, en lo que podría ser un aviso de un ‘Brexit a la tremenda’, en el que las ventas británicas a sus antiguos socios experimentarían una merma notable y se podría registrar desabastecimiento de ciertos productos, como los agrícolas, en una sociedad donde su producción alimentaria es insuficiente para atender a sus demandas. La variante del virus aparecida en RU ha provocado lo que podría significar un ensayo general de una salida de la UE sin acuerdo. Poniendo en evidencia una realidad sobre la que los partidarios del Brexit no hablaron: la limitada capacidad de autosuficiencia de su sociedad, por más que se difundieran abrumadores mensajes en clave autárquica y ‘patriótica’. Un imposible discurso que cada vez tiene menos visos de realidad, semejante al que ha venido utilizando repetidamente Trump en su paso por la Casa Blanca, anclado en un aislacionismo nacionalista de tintes supremacistas.
Cualquier sociedad, y más en un tiempo como el nuestro, necesita estar interrelacionada porque su composición es compleja y necesariamente requiere ser abierta, y por muchas críticas ultras que se puedan lanzar, la mayor parte son multiculturales. Las distintas administraciones, cualquiera que fuera su signo, necesitan favorecer espacios de cercanía y de convivencia mutua entre distintos, no de enfrentamiento azuzado por declaraciones incendiarias y guerras de religión o de cultura.
“La gama de reacciones de Johnson frente al virus ha pasado por las situaciones más extravagantes: del negacionismo radical a la alarma”
Johnson, como le ha recordado el alcalde de Londres, que proviene de una minoría cultural distinta pero necesariamente integrada, se enfrenta a una doble grave amenaza de fin de relación con la UE y aislamiento por el miedo a la transmisión de la variante del virus. De nada ha valido la diplomacia por separado en la que se venía pensando en un momento dado para evitar los peores males de un Brexit sin acuerdo: con buen criterio Bruselas pretende seguir negociando en nombre del bloque y no de país a país (como en un momento dado había podido pensar la diplomacia española para afrontar asuntos como el de Gibraltar y su zona de influencia). Estas son las Navidades más difíciles para RU (y Europa) desde el periodo 1939-45; el daño va a ser inmenso para sectores como el turismo sin posibilidad de viajeros británicos hacia España, Italia, Francia o Grecia. También lo es, y mucho, para la sociedad británica, que podría enfrentarse a subidas de precios en productos cotidianos, y a dificultades para acceder con sus productos hacia su mercado natural del continente. Ante una imprevista y desatada eventualidad como la de esta semana, la retórica de la campaña del Brexit –por la que también Trump apostó de forma descarada– se asemeja a una mueca de cartel de atracción de feria. El problema para Johnson es que una parte importante de su sociedad le ha venido presionando desde meses atrás para afrontar los dos retos básicos –virus y Brexit– y a pocos días para acabar el año (y los plazos) ni la retórica ni la habitual soltura de palabra y facilidad para dar titulares del primer ministro han podido desatar la alambrada. El tercero de los puntos en negro todavía no se ha producido, pero se ve venir: Biden buscará un interlocutor en la UE y no el socio preferente y privilegiado con EE UU que Trump prometía en su descarado refrendo a la salida de Europa.