Crónica Mundana / Manuel Espín
En su primer discurso ante la Cámara de Representantes y el Senado, el presidente norteamericano Joe Biden, ha adelantado el plan económico para responder a la crisis del Covid con una política que se posiciona en contra de lo que Trump supuso en su momento. El ambicioso plan de estímulos da todo el protagonismo en la lucha por el empleo y la actividad económica al Estado. Una inyección de 3,4 billones de dólares de apoyo a empresas y gobiernos locales para la reinversión en planes de fomento como carreteras, servicios públicos, agua potable, transportes… De los que 2,3 irán a carreteras, aeropuertos, infraestructuras, etc. 1,8 millones se destinan a las familias, en temas como educación y cuidados infantiles. El programa contempla las ayudas directas a personas, con la subida de salario mínimo, que pasará del los 7,25 dólares actuales a los 15 dólares/hora, además de las ayudas complementarias a los desempleados. Se invierte un viejo concepto neoliberal que decía que hay que forzar a los desempleados para que se vean en la necesidad de conseguir trabajo al no contar con ayudas sociales. Ahora Biden dice que los importante es reactivar a través del aumento de la demanda de consumo. El punto central del plan es que es el Estado quien tiene la iniciativa para generar actividad y no sólo los empresarios. La base de la reactivación es el Estado.
“En su plan económico elimina el neoliberalismo, revierte la bajada de impuestos a los más ricos de Trump y lanza un ambicioso plan de estímulos con un gran giro social”
Se quiebra además otro principio casi sacrosanto del neoliberalismo: el miedo al déficit público. Para los demócratas ya no es esencial ese dato, sino complementario, cuando la prioridad es la reactivación y generación de empleo. El planteamiento está cerca de un principio socialdemócrata: a medida que la economía se reactiva el déficit se va reduciendo sin buscar un equilibrio inicial que va a redundar en una pérdida de calidad de vida para los sectores más necesitados.
Biden busca financiar esa enorme inyección de dinero revirtiendo la política fiscal de Trump, basada en eliminar impuestos a los más ricos. Ahora habrá impuestos a las grandes corporaciones y a aquellos que ganan más dinero, con mayor presión fiscal para quienes se encuentren en los últimos tramos del impuesto sobre la renta. Se elevará del 21 al 28,8% el impuesto de sociedades.
En su intervención, el presidente afirmó que fue la clase media trabajadora y no Wall Street quienes lograron la riqueza del país. A esa clase media progresista es a quien ahora se dirige Biden, en lo que se considera un giro a la izquierda. Un grupo fundamentalmente urbano, activo, creativo, generador de ideas y cosmopolita.
El desafío del cambio climático está presente en el discurso. Se invertirán 1,7 billones de dólares en lograr la totalidad de energía limpia para 2050. Con una dinamización de las renovables, ayudas para viviendas sostenibles y bonificaciones a la compra de coches eléctricos.
“Apuesta por la lucha contra el cambio climático: en 2050 el 100% de la energía será limpia”
Biden ha suspendido la construcción del muro con México y quiere, a través de una inversión de 700.000 millones de dólares ,lanzar un plan para impulsar los productos nacionales eliminando dependencias con países como China, lo que permitiría crear 5 millones de empleos. Queda pendiente uno de los escollos más difíciles que puede afrontar una presidencia progresista, como es la extensión de Medicare, es decir, la cobertura sanitaria básica en una nación donde la sanidad pública no existe, caballo de batalla frente al cuantioso negocio de la sanidad privada y de las mutuas.