Crónica Mundana / Manuel Espín
Europa ya sabe lo que puede esperar de Norteamérica y Reino Unido (RU): acuerdos en clave estratégica y de negocios donde la UE es un convidado de piedra. Aukus es el acrónimo del nombre de los tres países del pacto firmado por EE UU con dos Estados puntales en la Commonwealth (RU y Australia) para compartir tecnología y cibernética, sistemas submarinos y acceso a contenidos nucleares, acuerdo de enorme importancia militar y económica que se extiende hacia el Atlántico y el Pacífico, en el que Europa no cuenta. La UE parece que se ha enterado por la prensa, lo mismo que las cancillerías europeas. Desde la perspectiva geoestratégica se crea un contrapeso a China en una zona del mundo especialmente sensible.
“El pacto EE UU-RU-Australia revela el papel secundario de la OTAN, y la toma de decisiones de Washington sin consultar a sus socios”
El convenio ha vuelto a poner en evidencia la carencia de una política defensiva común europea, totalmente supeditada a la OTAN y a Estados Unidos. Para la UE el desarrollo de este contenido no debe implicar necesariamente un aumento de los gastos, sino una coordinación y líneas comunes de trabajo hoy casi inexistentes. Se viene a demostrar una vez más que la OTAN y Estados Unidos poseen unas prioridades, que no tienen por qué ser necesariamente coincidentes con las europeas. Tras la salida de RU del club europeo, la carencia de una política defensiva se echa todavía más en falta, sabiendo que EE UU actúa por su cuenta, como se ha comprobado en la retirada de Afganistán tras un maná de dinero invertido en estos años, de los que una parte muy importante provenía de Europa Occidental.
Con RU lejos de la UE, el bloque sigue echando en falta un liderazgo autónomo frente a Rusia o China, pero también ante EE UU y RU, mientras la dependencia económica y cultural es apabullante. La UE mantiene como ‘lingua franca’ el idioma de un estado que ya no está en Bruselas, frente al francés, alemán o el español, con un lugar secundario en las instituciones. Pero donde más se echa en falta una instancia común es en el tema de la política de defensa, espacio donde la dependencia es escandalosa.
Más allá del tema militar, hay un aspecto de especial relieve desde el punto de vista económico y estratégico: el suministro de tecnología y la venta de este componente desde una Europa donde la investigación siempre constituyó una seña de identidad. El malestar de Francia con Aukus tiene un componente financiero: firmó en 2016 un acuerdo de suministro con Australia por 66.000 millones de dólares (56.000 millones de euros) que se ha venido abajo tras el pacto con EE UU y RU con el que estos socios se convierten en proveedores. La industria tecnológica francesa sufre un terrible golpe. El enfado de Macron ha hecho llamar a sus embajadores para evacuar consultas ante un factor de “especial gravedad”, según el Elíseo, que clama contra el “inaceptable comportamiento entre aliados, fuerzas armadas y socios”, “cuyas consecuencias afectan a nuestras alianzas y asociaciones”. Washington pide calma y remite las explicaciones a los encuentros en la Asamblea de Naciones Unidas de estos días. Francia tiene otro interés directo: sus departamentos ultramarinos en el Pacífico, muy afectados por la política asiática, que ahora es prioritaria para EE UU.
El tema tiene repercusión en Alemania, pendiente de las elecciones, e impacta especialmente en Bruselas, tanto en la OTAN como en la sede de la UE. La Alianza Atlántica aparece cada vez más como un viejo instrumento del tiempo de la Guerra Fría en fase de oxidación donde Europa no mantiene la última palabra. El problema: no siempre es fácil hacer coincidir en las prioridades de la política de defensa a Estados cuya visión sobre el futuro de la UE es dispar, pero al menos puede hacer que se pongan de acuerdo los del occidente europeo.
“Para Francia representa un golpe bajo la renuncia de Australia a un contrato de 56.000 millones de euros firmado en 2016”
Borrell ha querido quitar dramatización al pacto EE UU-RU-Australia, porque no es fácil improvisar en semanas una política defensiva común cuando se carece de objetivos y definición sin contar con Washington y mientras algunos socios sostienen políticas ultranacionalistas y están de conveniencia en la UE porque reciben fondos y ayudas. Hay que esperar a los resultados de los comicios alemanes para que la nueva Cancillería sea capaz de impulsar con Francia y los demás una política defensiva común hoy por hoy imprescindible bajo un liderazgo europeo que se resiente tras el adiós de Merkel y la pérdida de imagen de Macron. Aunque no se diga de forma pública, el acuerdo con RU y Australia ha sentado fatal a Bruselas porque pone en evidencia su extrema debilidad en el campo de la defensa, y el relativo desprecio con el que se la considera desde la perspectiva americana. Biden adopta decisiones como las que podía haber tomado Trump, y ésta es un ejemplo.