Crónica Mundana / Manuel Espín ■
Por los pelos la vicepresidenta argentina y referencia política donde la haya a favor o en contra, se ha salvado de las balas de un francotirador dispuesto a acabar con su vida en lo que parece el regreso a una lamentable etapa de la Argentina de los 70 donde la extrema crispación se utilizaba para abrir una nefasta caja de truenos que condujeron al ejercicio entre atentado-represión abocando a la perversa dictadura de Videla y compañía, que se saltó todas las reglas morales en nombre de la imposición de un supuesto ‘orden’. En los últimos tiempos la viuda de Kirchner y a su vez expresidenta del país, se ha convertido en uno de los personajes más vapuleados desde ciertos medios, a la vez que era elevado en olor de multitudes por otros. Como tantas veces, cuesta difícil deslindar dónde está la acción de la justicia y cuál es su posible uso político. A Kirchner se la ha acusado por un fiscal de presuntas irregularidades en la ejecución de obra pública cuando estaba en la Casa Rosada (2007-2015), por la que se le pedirían doce años de prisión en caso de reconocerse su responsabilidad en ese delito.. La gran polarización política tras la pérdida de las elecciones por el neoliberal Macri y la vuelta del peronismo al poder de la mano del presidente Alberto Fernández, con Kirchner de ‘vice’, se ha producido en un momento especialmente complicado de la situación social y económica del país. Macri no logró resolver el problema de la negociación con los deudores extranjeros, el pago de ese débito, y la pérdida de valor de la moneda local frente al dólar, tan habitual en este país, fue una constante.
“Lo que podía haber sido un magnicidio es una una consecuencia de una extrema polarización azuzada desde las redes, algunos medios y una parte de la representación política”
Fernández tuvo que negociar el calendario de pagos con los acreedores extranjeros, enfrentándose a una situación, la crisis del Covid-19 y el estallido de la inflación, que en una sociedad como la argentina afecta a importantes capas sociales. Así, un país con tanta extensión como talento creativo capaz de producir toda clase de bienes se vuelve a enfrentar a sus peores enemigos, con distorsiones en el mercado, necesidad de la exportación que desabastece de algunos productos encarecidos, en un momento en el que resulta increíble tener que explicar fuera del país cómo una sociedad con esa capacidad productiva y emprendedora y recursos envidiables para muchos estados europeos, siga teniendo un porcentaje de pobreza tan manifiesto.
Con la clave puesta en las medidas económicas, Fernández y Kirchner han venido mostrando públicamente sus diferencias en materias como la política social, aunque pertenezcan al mismo espacio político. Frente a la presidencia, la oposición ha logrado levantar un gran bloque adversario que busca sentarse de nuevo en el poder. Los niveles de crispación empezaron nada más llegar el tándem Alberto-Cristina al gobierno, con un frente opositor que no les ha permitido respirar en una situación muy difícil por la crisis económica exterior y las consecuencias de la guerra de Ucrania, además de los problemas tradicionales del país en cuanto a la gestión de sus dineros. Con una auténtica ‘batida’ donde Kirchner se ha convertido en el ‘blanco’, sin dejar que la justicia siga su curso, y determine la supuesta responsabilidad de la vicepresidenta sobre aquello que se le acusa del pasado. El proceso puede tener puntos en común con el ‘caso Lula’, convertido de la noche a la mañana en ‘enemigo público’, encerrado en la cárcel, que finalmente salió de prisión sin que nadie fuera capaz de determinar sus responsabilidades presuntas, y ahora convertido en la imagen contrapuesta a Bolsonaro en unas elecciones brasileñas que pueden devolverle a la presidencia.
Hacer oposición es legítimo y en un sistema liberal-democrático hay que contemplarlo como un hecho normal que forma parte de los usos políticos. Pero vivimos una época totalmente nueva, en la que las redes se convierten en una expresión constante de odio, en una licencia para el insulto más grueso. Y ese lenguaje de discusión tabernaria querámoslo o no salta a otros medios, al terreno de la política, en una retroalimentación que genera un vertiginoso abismo en el que estallan las pasiones y se generan las más temibles tentaciones. Bajo un esquema de polarización extrema donde cualquier acusación o insulto tiene bula. El juego gobierno-oposición pasa a segundo plano en favor del extremismo más irredento que encuentra fácil cancha en las expresiones públicas; de tal modo que posiciones muy minoritarias por su representatividad social acaban por encontrar eco en el discurso público.
“Las incógnitas sobre el atacante y las circunstancias del borrado de la memoria de su teléfono abocan a otra nueva ‘teoría de la conspiración”
Cualquiera que sean las ‘razones’ –de la expresión de un ‘loco’, un ‘extremista’ o un ‘fanático’–, cualquier ‘iluminado’ necesita de un espacio social que le proporcione dimensión y supuesto respaldo. En los últimos tiempos las descalificaciones han sido durísimas; y en España tenemos recientes ejemplos de ‘caza con insultos’ a personajes como Pablo Iglesias o Almeida, alcalde de Madrid, que pueden ser merecedores de críticas en el ejercicio de sus actuaciones o de sus opiniones, pero que no se merecen los insultos en forma de escarnio ni que se les ataque por sus características físicas, personales, o sus estilos de vida. Kirchner lleva tiempo convertida en el ‘blanco’ a atacar, y su posición política es más frágil que la de Fernández.
Lo increíble de este magnicidio frustrado que ha merecido la condena de Biden y de la mayor parte de los presidentes y gobiernos de la UE y de América del Sur, una llamada personal del Papa Francisco, y una intensa repercusión en la opinión pública, es que dentro de la oposición haya una parte que condene el atentado, y otros partidos retirándose antes de la declaración de repudio, en una actitud incomprensible en un sistema democrático.
En paralelo, la expresión de indignación en la calle ante el atentado y la movilización popular no deben ser utilizadas para acentuar el tono frentista de la situación, una de las más difíciles desde el final de la lamentable dictadura militar. Como en todo suceso de inciertos orígenes y extraños protagonistas –empecemos por recordar el magnicidio de Kennedy y a su vez el misterioso disparo a su asesino– las conjeturas están abiertas y la especulación es la norma. En este caso con las circunstancias del borrado de la memoria del teléfono custodiado por la policía federal perteneciente al autor del intento de homicidio.
La situación es particularmente grave porque la salida para Argentina es dar confianza a los mercados, comprometerse en pactos con sindicatos y empresarios, y generar un gran acuerdo para afrontar el problema de la inflación, y desarrollar programas de intenso calado social que atenúen el profundo malestar que la crisis genera en los sectores más vulnerables. Compromiso que hoy por hoy parece una quimera mientras el frentismo se alimenta de la actuación de esos ‘radicales espontáneos’, coreados por medios que piensan que ‘todo vale’ para echar al gobierno, y de quienes se saltan los usos y costumbres del respeto entre diferentes que no tienen que compartir las mismas ideas e iniciativas de gobierno, incluso disentir y oponerse a ellas; pero que en ningún momento deben perder de vista que su radicalismo puede acabar cobrándose el valor más importante para la convivencia pública, su sistema democrático de gobierno.