Retiradas nuestras tropas de Afganistán, por Pedro Sánchez (éxito o desastre, a tenor de cada analista), frustrado el fichaje de Kylian Mbappé por el Real Madrid (ahorro o fiasco, según las fuentes), agotado el filón Rocío Carrasco (víctima o beneficiaria, depende de quien opine), el eclipse de las vacaciones orilla los grandes conflictos y enfrenta al ciudadano a su dura realidad.
Huérfanos de titulares sensacionales, aunque el apocalipsis puede volver en cualquier momento y en cualquier formato, los medios de comunicación se centran en el quehacer cotidiano. El teletrabajo ocupa de nuevo la atención de sociólogos, sexólogos, economistas, ergonomistas y, sobre todo, de los fabricantes de sillones anatómicos, que prometen relajar la tiranía de los ordenadores.
“Jornadas enteras ante la pantalla acaba provocando obesidad y hemorroides. Tal vez por ello el ‘influencer’ Ibai Llanos ha dado el salto hacia actividades menos sedentarias’’
El acopio de documentación acerca de este asunto, que afecta desde las neuronas a los glúteos, sin olvidar los estragos cervicales, me lleva a un callejón sin salida. Al igual que en los asuntos citados al principio de este artículo, los pareceres son irreconciliables. No queda claro si esta modalidad laboral ha llegado para quedarse, el porcentaje entre teletrabajo y tajo presencial quedará ‘fifty-fifty’, o el desempleo alcanzará tasas tan espantosas que hablar de trabajo, con o sin tele, será una frivolidad.
Ordenemos ideas, respondiendo a las preguntas clave sobre esta materia.
¿Quién invento el concepto del teletrabajo?
Jack Nills, un ingeniero de la NASA (agencia espacial norteamericana), cuando en la crisis petrolífera de 1970 presagió unos precios tan insostenibles de los carburantes, que sería más rentable quedarse en casa todo el día. Nills utilizó un término técnico: ‘telecommuting’. En la práctica su visión quedó en nada, porque hasta los años 90 no comenzó la implantación de Internet en forma masiva.
¿Cuál es su etimología?
La palabra tele procede del griego τηλε, que significa lejos o distancia. Desde hace décadas el prefijo ha invadido los hogares y los centros de producción. Representa el impacto de las nuevas tecnologías. Teléfono, telecompra, telepizza, televisión, telediario, telenovela, telesexo… y así hasta el infinito. Todo se vende y se compra ‘online’. Menos las comisiones en dinero negro.
¿Qué pasaría si el origen fuera el latín?
Hemos tenido suerte con la raíz helénica del término. Si ‘distancia’ hubiera derivado del lenguaje de la Roma clásica, la resultante se prestaría a bromas de dudoso gusto. Imaginemos que tu empresa te asigna el ‘procultrabajo’. ¿Políticamente incorrecto, o anticipo de van a mandarte a… la calle?
¿Qué no es teletrabajar?
Aunque parezca mentira, todavía hay gente ingenua que identifica teletrabajar con aparecer de tertuliano en ‘Sálvame’, o con presentar el telediario en cualquier cadena audiovisual.
¿Quién es el icono del teletrabajo?
Sin duda, el ‘streamer’ Ibai Llanos. Algunas asociaciones de padres le acusan de conducir a sus hijos al fracaso escolar. Llanos está haciendo una gran fortuna comentando videojuegos para un inmenso público adolescente, que se abona a su cuenta de Twich y permanece en ella durante horas y horas.
No es tan sencillo como parece. Jornadas enteras ante la pantalla acaba provocando obesidad y hemorroides. Tal vez por ello el ‘influencer’ ha dado el salto hacia actividades menos sedentarias.
“Los conspiranoicos difunden en las redes sociales que es un complot universal entre el G-7, Bill Gates, Jeff Bezos y el inevitable George Soros’’
Hace unas semanas entrevistó, en exclusiva y en postura de bipedestación (en pie), a Leo Messi, cabreando a los periodistas deportivos por el flagrante intrusismo. En su descargo: es mucho más enriquecedor intelectualmente ‘matar marcianitos’ que sacar una frase interesante al astro argentino.
¿Qué piensan los ‘conspiranoicos’?
Si obviamos lo discutible de aplicar la palabra ‘pensamiento’ a este colectivo, los conspiranoicos difunden en las redes sociales que el teletrabajo es un complot universal entre el G-7, Bill Gates, Jeff Bezos y el inevitable George Soros.
Al conseguir el pérfido objetivo de que la gente se enclaustre en casa, abducen sus cerebros con sofisticados softwares, al tiempo que expanden cadenas de proveedores a domicilio, servidas por ‘riders’ con sueldos miserables.
Coincide con estas tesis el Partido Comunista de los Pueblos de España. En su boletín virtual ‘¡Unidad y lucha!’, ha denunciado lo siguiente:
“Entenderemos de una forma muy sencilla lo único que se esconde detrás del llamado teletrabajo y su permanente promoción por parte de las empresas y el estado a su servicio. Articular la organización del trabajo de la forma más eficaz posible para conseguir incrementar la tasa de ganancia de los negocios de la burguesía”.