Cultura & Audiovisual / Equipo Lux ■
Escena en un autobús: un hombre de unos 40 años, indignado, acaba de leer en su teléfono móvil la supuesta noticia de que el Gobierno impondrá en los centros educativos la enseñanza del árabe y el bengalí, reduciendo a la nada el papel del inglés. Indignado llama a varias personas para lanzar duras críticas contra el Ejecutivo. En el último lustro han proliferado tanto la difusión de las ‘fake news’ o noticias falsas, publicadas en redes sociales, que posteriormente saltan a la televisión y a la prensa escrita, como la cada vez más habitual inclusión de titulares trampa. Con palabras muy fuertes y escandalosas, que luego no responden a nada, y no son más que un reclamo para atraer la atención. Esa forma está presente en redes y en la ‘información’ que se ofrece a través de los teléfonos móviles, donde se busca atraer atención con formas escandalosas y la atribución de acciones descritas bajo términos especialmente dramatizados, que una vez analizados se comprueba que no corresponden para nada a la realidad. El reclamo funciona porque el lector se ve obligado a pasar páginas y páginas de una web donde necesariamente tendrá que fijarse en los anuncios, y no suele buscar otras fuentes.
“Se utilizan toda clase de conceptos y cualquier anécdota para sacar punta y llamar la atención”
La proliferación de esos contenidos falsos o titulares tramposos aparece vinculada a diversos hechos:
a) Una popularización de las redes, con importancia creciente de los contenidos sintetizados, que en muy pocas palabras quieren dar una idea o un ‘flash’ sobre un asunto. Lo grave es que apenas se lean noticias o artículos, más allá del titular sin profundizar ni buscar otras claves, como antes se hacía en el periodismo tradicional.
El sistema también está presente en la televisión generalista, donde el reclamo es moneda de uso común, especialmente en magacines de crónica social. Un breve montaje de imágenes, un par de frases sueltas, el anuncio ‘escandaloso’ que a la hora de la verdad no responde a nada; o que como ha ocurrido en varios de esos programas debajo no hay nada nuevo que ofrecer. La novedad: el titular trampa se utiliza no sólo en temas relacionados con el ‘corazón’ sino que se aplica a la vida política, y el radio de acción incluye a personajes de toda esfera, también a los relacionados con la Casa Real, mostrados con tratamientos de cotilleo y farándula.
b) La crispación política existente en los últimos años en España se refleja en la velocidad con la que desde las redes se responde por parte de personajes cuya responsabilidad social y pública es bien reconocible aún a costa de tenerse que desdecir por dar pábulo a un rumor inconsistente, o un hecho no comprobado que podría llegar a ser falso. Junto a ello hay que destacar las ‘fábricas de ‘fake news’ de algunos gabinetes y a las que se da eco o prolongación a través de las opiniones urgentes o a vuelapluma de redes como Twitter, metiéndose en charcos sin hacer el menor esfuerzo por comprobar la fiabilidad o la verosimilitud de la noticia. La prioridad no es la de buscar la veracidad de un contenido, sino encontrar una anécdota que erosione a un adversario de otro o del mismo partido.
c) La situación de pandemia desde marzo de 2020 ha sido propicia para la difusión de contenidos acientíficos, los rumores más descabellados y las acusaciones que a base de repetirse con insistencia acaban por ser considerados como verdades.
La relación es infinita y se ha visto a lo largo de estos meses con una fábrica de desinformación y ‘fake news’ sin base científica que sin embargo tienen terreno en redes y saltan a los medios generalistas. Un ejemplo: el bulo sobre la supuesta falta de fiabilidad de los test que indica que pueden dar positivo con una gota de agua o un rastro de sudor.
La necesidad de ofrecer contenidos ‘nuevos’ que atraigan espectadores y lectores provoca un protagonismo añadido de los titulares trampa, difícilmente rebatibles por el ritmo vertiginoso y la falta de atención del receptor a la hora de ampliarlos y contrastarlos. Hace pocos meses el Centro Vasco de Ciberseguridad advertía de la presencia de contenidos sospechosos o manipulados en los que “apenas se citan fuentes o éstas están presentadas de forma ambigua” o cuya redacción es deficiente, con faltas de ortografía y utilización de un lenguaje que denota una escasa cultura o una falta de soltura en la escritura, apelando finalmente al ‘sentido común’ de los usuarios de la comunicación; algo no siempre fácil de conseguir.
A todo ello hay que añadir un hecho cada vez más presente en el ámbito de los medios audiovisuales: la mezcla entre opinión e información. Esto se comprueba en bastantes informativos tanto de radio como de televisión, donde los contenidos se ofrecen bajo un perfil de fuerte ideologización, condicionados por las opiniones y con una visión muy incompleta de las noticias o los hechos.
“Es arriesgado decretar contra las falsedades porque se podría interpretar como una vuelta de la censura o la imposición de una única ‘verdad oficial”
Salir al paso de las ‘fake news’ no es fácil, y menos cuando la iniciativa parte de un gobierno. Por el miedo a imponer la ‘versión oficial’ como una forma de ‘verdad única’ con lo que ello conlleva de riesgo para la libertad de expresión y el pluralismo en una sociedad abierta y con diferentes puntos de vista, perspectivas e ideas, sin que el Estado deba actuar eligiendo unas frente a otras, en vez de defender el papel de árbitro-regulador para que todas aquellas que no atenten contra el bien común tengan la capacidad para expresarse. En 2020-21 se hicieron prospecciones para regular sobre las ‘fake news’ que tropezaron con el gran inconveniente de entrar en un terreno tan difícil como el de establecer límites en los contenidos y las expresiones. Tampoco funcionan las ‘unidades administrativas’ para replicar a las ‘fake’ o a las ‘medias noticias’ manipuladoras porque podrían ser entendidas como un retorno de la censura. Pero la sociedad civil, las instituciones ciudadanas y las asociaciones profesionales tienen que recordar la urgente necesidad de ofrecer a la ciudadanía argumentos y vías para defenderse del aluvión de ‘fake news’ y de la presencia de los mentirosos titulares reclamo presentes en redes y medios tanto escritos como audiovisuales que distorsionan los contenidos.