Mar de Fondo / Raimundo Castro ■
Una vez superados los “Presupuestos de las rotondas” –como llaman en broma muchos diputados a los del año que viene porque están plagados de inversiones municipales y todos los partidos se han preocupado de las obras infraestructurales en los pueblos que gobiernan o quieren gobernar tras los comicios locales del 28 de mayo–, lo más prioritario para Pedro Sánchez es la estabilidad parlamentaria. Eso dicen en el PSOE. Como añaden que, en contra de la campaña de las derechas política y mediática, estará garantizada. Sobre todo porque, al margen del ‘ruido’ que se genere, sólo se debatirán los proyectos legislativos que pueden salir adelante. Y porque la batalla en el frente progubernamental está ganada dado el interés general de que lo esté que tiene el bloque de la investidura.
Empezando por Cataluña, que podría ser el centro nuclear de la confrontación como consecuencia de la pinza que le están haciendo a Pere Aragonès, Carles Puigdemont y Alberto Núñez Feijóo, tanto el PSOE como ERC lo tienen claro. Me dicen que su consigna común es resistir hasta mayo, lo que pasará por el apoyo del PSC a los presupuestos catalanes o esa prórroga que no descarta Oriol Junqueras, aunque la considere la peor opción.
El Gobierno ultraminoritario de Aragonès hará lo mismo que Sánchez. Pocas leyes que sean rechazables y mucha gestión del dinero conseguido, repartiéndolo bien y cuidando los sectores decisivos a la hora de votar. Y en función de los resultados de mayo, decidir si hay o no adelanto electoral antes o después de las elecciones generales cuyo tope, inicialmente –de acuerdo con lo llevado a cabo desde que se inició la Transición– está fijado para el 10 de diciembre de 2023.
El segundo escollo será –es ya– el pulso entre Pablo Iglesias y Yolanda Díaz, a quien el cofundador de Podemos le niega la capacidad que se atribuyó a sí mismo de hacer las listas electorales, si no a capricho, sí a discreción o postular a sus herederos, como hizo con la propia Yolanda Díaz. Con tan mala fortuna, todo hay que decirlo, que se ha quedado solo entre los que cofundaron el desgastado partido tan miserablemente acosado por la derecha desde su nacimiento (salvando al fiel Juan Carlos Monedero).
Los herederos del 15-M están dispersos, pero no han muerto, como evidencia Iñigo Errejón en Madrid. E incluso reclaman su espacio en las listas de Sumar. Pero la filosofía extendida de que en estos momentos Podemos resta más electorado que suma puede hacer trizas el deseo de Pedro Sánchez de que Díaz recomponga ese espacio a su izquierda y le permita reeditar con un 14 o 15% de los votos, un Gobierno de coalición que se apoye en ERC y, de ser necesario, el PNV y Bildu.
El entendimiento entre Sumar y Podemos es imprescindible. No sólo por lo que dicen las encuestas, sino porque los votos del 15-M, si se abstienen, se van a casa. No vuelven al PSOE. Y hasta Pedro Sánchez lo sabe.
Un Sánchez líder de la Internacional Socialista y con una gran política de realizaciones sociales que hace pensar a algunos que podría aglutinar todo el voto de izquierdas frente al trumpismo rampante en España, pero al que los medios de comunicación conservadores y las noticias falsas, las mentiras y difamaciones (¡‘fake news’ las llaman ahora, tiene bemoles!) le han colgado el sambenito de mentiroso, en el caso más suave, y otros que da vergüenza que se lo crea la gente. Y al que sólo le queda un arma a la que se refería mucho José María Aznar: la lluvia fina, la que cala, la que desarrolla la cosecha. Parece que incluso ya está dando su fruto en las encuestas. Pero de aquí a mayor veremos mucho más gracias a la ayuda de la Unión Europea.
Quedan otros escollos –como las acusaciones de romper España, el papel de Vox, la rebeldía de la judicatura coservadora…–, pero de eso, todavía, lamentablemente, irá tocando hablar en profundidad.
La prioridad de Pedro Sánchez es ganarse la estabilidad parlamentaria hasta las municipales, lo que le garantizará el bloque de la investidura.