No seré yo, como sí ha hecho Pedro J. Ramírez desde su digital ‘El Español’, quien ordene a su amigo Tamames: «¡Ramón, no lo hagas!». Por tres razones. 1ª) Conozco a Ramón Tamames, pero él no me conoce. 2ª) Yo le daría tratamiento de ‘don’, como hacían las autoridades penitenciarias al hospedarle durante unos días en las cárceles franquistas, acrecentando su leyenda de oposición a la dictadura. 3ª) Cuando se publique esta crónica, don Ramón habrá respondido ‘sí’ o ‘no’ a Santiago Abascal.
En consecuencia, tampoco me implicaré en el jolgorio mediático montado a costa de que el ilustre economista –y muchas más cosas–, pudiera desalojar a Pedro Sánchez de Moncloa tras una implacable moción de censura, encabezase las listas de Vox al Congreso de los Diputados y, finalmente, alcanzara la presidencia del Gobierno luego de que los indecisos votaran en masa a su último partido de adopción. Como no militante, por supuesto.
“Quien fuera peligroso izquierdista en su años mozos transita por un camino de Damasco a la inversa”
¿Mi preferencia? Me encantaría contemplar el duelo, en directo si fuera posible. El padre intentando matar al hijo. Las teorías del prestigioso catedrático –y muchas más cosas–, contra el pragmatismo del actual primer ministro. El memorión de Tamames contra el equipo asesor de Sánchez. Los 27 años del todavía presidente en el Partido Socialista contra el largo camino, a partir 1956, que llevó sucesivamente al quizás presidenciable desde el Partido Comunista a la Federación Progresista, a Izquierda Unida, al Centro Democrático y Social, y a los negocios… antes de deshojar la margarita del ultranacionalismo. Esto último ya jubilado, pero con un fervor socio-político-cultural que deja a Alberto Núñez Feijóo como un tipo indolente.
La mayoría de las opiniones periodísticas sobre el dúo Abascal & Tamames, en lo que llevamos de febrero, se ha repartido entre la descalificación y la crueldad. Son numerosas la referencias a la avanzada edad del economista. Habrá cumplido los 90, si Dios quiere, cuando se vote allá por Navidades. Olvidan los críticos que vivimos tiempos de gerontocracia en el poder. Don Ramón se sumaría a la tendencia, encabezada hasta hace unos meses por Isabel II de Inglaterra.
Al igual que Tamames considera a Vox un partido plenamente constitucionalista, Abascal tiene todo el derecho a recibir a su –posible– candidato como hijo pródigo con todas las de la ley. Las derechas experimentan sensaciones cercanas al orgasmo cuando quien fuera peligroso izquierdista en sus años mozos, transita un camino de Damasco a la inversa. Es decir, no se cae del caballo, sino que hace una cabriola y se monta en él. Se trata de vivir una existencia más acomodada, pues los mejores clientes y patrocinadores están mayormente en las grandes empresas.
Un buen amigo me ha contado su experiencia con Ramón Tamames, a principios de los años 80 en el siglo pasado. Ocupaba mi confidente un puesto intermedio en una entidad financiera pública. En ella tuvo la oportunidad de atender al emprendedor –y muchas más cosas– en representación de Iberplan, su sociedad de consultoría.
Un inciso: por la presidencia de Iberplan pasaron figuras del antiguo régimen tan lustrosas como Luis de Ussía y Gavalda, conde de los Gaitanes, y Antonio Barrera de Irimo. El primero, presidente de Minerometalúrgica de Ponferrada, entre otros altos cargos, compaginaba su adhesión al franquismo con el consejo consultivo de Don Juan de Borbón. El segundo, presidente de Telefónica, y ministro de Hacienda nombrado por Luis Carrero Blanco, dimitió del último puesto en 1974, cuando se respiraban aires de cambio. Para Iberplan trabajó también Matías Cortés, gran conseguidor en el diario ‘El País’, y el mejor abogado para los ricos.
“Para Iberplan trabajó también Matías Cortés, gran conseguidor en el diario ‘El País’ y el mejor abogado para los ricos”
Iberplan colaboró con los Planes de Desarrollo diseñados por los ministros del Opus Dei en los años 60-70. Y, más adelante, para cualquier empresa o institución que requiriera sus buenos servicios. Los mismos que ofreció a la entidad de mi amigo más arriba citado. No hubo acuerdo, algo que Tamames aceptó con elegancia. Pero dejó una frase memorable al final de la cita: «Hay que sacar el dinero al capitalismo».
Turnándose con los capitalistas, los líderes del Partido Comunista y de otras ilegalidades visitaban con asiduidad la sede de Iberplan, al tiempo domicilio de Tamames. Eran los albores de la Transición. El prolífico escritor –y muchas más cosas– no tiene nada que envidiar en pragmatismo a Pedro Sánchez. Su camino de Damasco a la inversa viene de bien lejos.
De cuando, tal vez, aspiraba a la presidencia de la III República Española.