Mar de Fondo / Raimundo Castro
Lo dice Pedro Sánchez en privado para referirse al segundo tramo de la legislatura, los dos años que quedan hasta las elecciones de abril de 2023: “¡A por el segundo asalto!”. Y es que el presidente sabe que la derecha no va a cejar en su intento de adelantar los comicios como sea. Incluso yendo a por él, personalmente, por la vía judicial, como Pablo Casado expresó en el discurso de su investidura de hace casi dos años.
“El presidente Sánchez confía en que salga bien la ‘operación Yolanda Díaz’ porque necesitará sus votos para gobernar en el futuro”
Porque la derecha política, económica y social más radicalizada, a la que se sumó el PP desde el mismo día en que ganó las eleccionee, intentó derribar al Gobierno sin recato para que no durase ni un año. Y con el todo vale amparado por una cúpula judicial heredada de la mayoría absoluta que tuvo Mariano Rajoy.
Pero Sánchez aguantó y, tras encontrar los aliados necesarios de UP, ERC, PNV, Bildu y los números sueltos necesarios para alcanzar la mayoría absoluta, echó a andar abriendo lo que algunos llaman el “ciclo 28 de abril” que acabó cuajando con la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado de este año.
Sin embargo, la reciente Convención del PP y el discurso de Casado escorándose a la radicalidad y compitiendo con Santiago Abascal, han hecho que Sánchez abandone toda esperanza de que Casado gire al centro. Sabe que seguirá en sus trece y procurará como sea dinamitar su mandato democrático. De ahí su autoanimoso “¡A por el segundo asalto!”.
Un asalto que mira a los próximos comicios generales y para el que necesita tres cosas. La primera, controlar el Partido Socialista de arriba a abajo, lo que parece seguro a partir del próximo 40º Congreso, en el que incluso estará arropado por la vieja guardia (con Felipe González y José Luís Rodríguez Zapatero a la cabeza) y en el que ya no tendrá ningún papel relevante su gran adversaria, Susana Díaz, reciclada en senadora.
La segunda es que, para seguir gobernando, Sánchez necesita a Unidas Podemos. Y su hundimiento electoral sería mortal para sus intereses porque sabe que el voto perdido por UP ni vuelve ni va al PSOE. Y sin UP no sumaría.
“Los socialistas sostendrían un Gobierno en solitario de ERC si Puigdemont rompiese el actual”
El presidente ve con esperanza –y está dispuesto a apoyarla en la medida de sus posibilidades– la operación de Yolanda Díaz para transformar UP en algo parecido a lo que en su tiempo supuso Izquierda Unida para el PCE. Es decir, una plataforma que aglutine a otras fuerzas progresistas, especialmente las nacidas al calor del 15-M, en un proyecto electoral nuevo que tenga en cuenta la plurinacionalidad del Estado español. Y que se conforme confederalmente, de manera que las nuevas siglas engloben a los comunes de Ada Colau, los ‘comprometidos’ de Mónica Oltra, los ‘paisanos’ de Iñigo Errejón y los ‘adelantados’ andaluces de Teresa Rodríguez y su compañero ‘Kichi’, entre otros grupos menores. De momento, ni Errejón ni Rodríguez apuestan por el proyecto de Díaz, pero queda mucho tiempo porque dos años, en política, son el 8 tumbado que define el infinito.
La tercera columna es ERC. Y en eso también se juegan cartas por debajo de la mesa. Sánchez y Junqueras saben que tienen el problema de la presión de los extremos, que se alimentan los unos de los otros. En este caso, el PP y Vox por el nacionalismo español y Junts por el catalán. De momento, no creen que Carles Puigdemont tense tanto la cuerda como para romper el gobierno catalán que preside Pere Aragonès. Pero PSOE y ERC hablan ‘sotto vocce’ de la posibilidad de que ERC siga gobernando Cataluña en solitario con el apoyo indirecto del PSC si Puigdemont tira tanto de la cuerda que la rompe. Ambos, las dos patas centrales de la Mesa de Diálogo que tanto cuestiona Puigdemont, apuestan decididamente por el diálogo y por una legislatura completa en la que se pueda recuperar la economía y una gestión progresista de los fondos europeos que resuelva los problemas de bolsillo de los ciudadanos.