Cultura & Audiovisual / Equipo Lux ■
La imagen de prestigio del polaco Krystian Lupa (1942), referencia de primer nivel, es el gancho motor que hace que más de las tres cuartas partes del aforo de una de las salas más grandes de los madrileños Teatros del Canal participe en las dos funciones programadas de ‘Imagine’, producción teatral donde se advierte previamente a los espectadores su larga duración (más de cinco horas largas de escenario), así como los desnudos integrales y el sexo explícito. Pese a la dilatadas horas del espectáculo, en el breve descanso no se vio a nadie marcharse de la sala, ante lo electrizante del montaje, que quizás en sus primeros minutos empieza con menos fuerza para alcanzar un clímax radical en diversos momentos de la obra de Teatr Powslechny W Warszawic; estrenada meses atrás y que ahora ha llegado a España con el apoyo del Programa Prospero Extended Theatre y el soporte económico de la UE.
“Teatros del Canal ha acogido durante dos representaciones el último trabajo del polaco Krystian Lupa, considerado uno de los mejores directores teatrales europeos”
La obra se divide en dos partes. En la primera asistimos a un reencuentro entre personajes que vivieron la contracultura, la explosión de las utopías, el pacifismo, los hippies o mayo-68… Ese encuentro tiene mucho de funeral –¿o quizás están todos muertos?– en el que se simbolizan a figuras como Andy Warhol, Thomas Bernard, Caspar Hauser, Jung, Sylvia Plant, Einstein, Patti Smith, Janis Joplin, o Susan Sontag, entre otros. Se huye de cualquier argumento realista abriendo paso a un prolongado debate entre personajes sobrevivientes –o espectros– de aquella época en la que parecía que el mundo podía cambiar a mejor. Lupa, heredero de grandes maestros como Grotowski o Kantor recurre a una sucesión de absurdos o situaciones imprevisibles, en las que los tipos que representan discuten, cruzan opiniones, gritan, expresando sus muchas contradicciones. El director recurre a un lenguaje muy complejo que va más allá del texto –se percibe que Lupa es también un hombre de la imagen– en el que se sobreponen los diálogos, ofrecidos en polaco con subtítulos en castellano, más comentarios en español de un traductor, con los contenidos de dos pantallas que van añadiendo ideas, conceptos a vuelapluma sobre temas como las drogas, la violencia o el tipo de sociedad que se ha construido, hasta generar un denso tejido, que estalla sobre el escenario en momentos de desgarradora intensidad.
Lupa constata el fracaso de aquellas utopías de hace medio siglo y el cambio de valores de la sociedad contemporánea, a la que está dedicada la segunda parte: otro decorado nos lleva a un juego de texto-imagen donde se proyectan vídeos que interactúan de forma permanente con los actores, hasta formar un ‘todo’ con frases y opiniones entrecruzadas. Si en la primera parte vinculada a las expectativas de los 60, la letra de ‘Imagine’ de Lenon sirve de hilo conductor –junto a imágenes de Los Beatles en una de sus últimas actuaciones en directo antes de su disolución– ahora es una música sin melodía la base para escuchar un rico y abundante rosario de diálogos y monólogos en los que se constata no sólo el fracaso del utopismo de aquella época, sino la pérdida de valores de la nuestra: «Hoy en día lo nuevo, lo que viene, aparece en forma de restricción y no de libertad solidaria». Muchas frases dejan en la mente del espectador una traza de hierro candente: se constata la oleada represiva que rodea a buena parte de las sociedades de hoy, en aspectos como la pérdida de libertades, la reaparición de la guerra en nuestras vidas (las alusiones a la guerra de Ucrania son constantes), y el fin del mito del ‘hombre nuevo’ de los años de contracultura. «¿Quiénes representan los ‘hombres nuevos’ de hoy?: Putin, Bolsonaro, Kaczynski …?», se pregunta Lupa constatando el retroceso respecto a materias como derechos humanos, paz, libertad, respeto a la naturaleza, cambio climático, políticas LGTBI…
“Con una duración superior a las 6 horas hay muchas alusiones a temas como la guerra de Ucrania”
El vapuleo es demoledor respecto al mundo en el que vivimos, no sólo respecto a las condiciones materiales (la ‘comida basura’ exactamente igual en todas partes») sino a las religiones «comercializadas y materializadas». Aunque no es el pesimismo lo que envuelve esta parte final de la obra: «Sin sueños no hay desarrollo posible», afirma. Precisamente, el momento más endeble de la dilatada obra es la aparición de la pareja de extraterrestres, y su incomprensión sobre el mundo en el que aparecen. Pero con un inesperado giro, Lupa vuelve a la carga en otro de sus finales –TNT donde reivindica a su manera formas de humanismo y espiritualidad que van más allá de la Biblia o las religiones establecidas–, como apunta esta obra tan compleja, pero que atrapa por la fuerza que tienen las escenas. Este director es conocido por la forma de trabajar los ensayos y la complicidad de sus actores, desde el principio coautores que requieren una absoluta entrega. Las referencias religiosas nada convencionales están presentes a lo largo de la función, con un sentido que desde la perspectiva de estar viviendo una sensación desconocida en una platea se aceptan sin escándalo o irreverencia, como el personaje del ‘trans’ que ofrece una especie de comunión, o la identificación de Lenon o su doble con una especie de Cristo, que viene a decir que la paz va más allá de los gobiernos y parte de los propios seres humanos.
Hay un cuestionamiento al poder y al Estado como hoy es entendido, incluso al riesgo que representa que el discurso sobre valores positivos sea asumido en exclusividad desde el poder, y no de sus ciudadanos. La experiencia de Lupa es provocadora y sugiere ideas más allá de los textos, gracias a una puesta en escena de una contundencia radical, que no deja indiferente. El público de Madrid aplaudió durante largos minutos el esforzado trabajo de este director. El abanico de sugerencias obliga al espectador a hacer reflexiones horas después. Son muchos los interrogantes: ¿por qué fracasó el ideal pacifista?, ¿qué es lo que explica que hoy se esté hablando de fronteras, de ultranacionalismo, de provincialismo en un mundo aparentemente bien comunicado?, ¿es precisa una transformación espiritual en época de crisis?, ¿hay que reinventar la utopía?