Vuelve el ‘fracking’, quién lo iba a decir. El estallido de la guerra en Ucrania y la dependencia gasística de Rusia han obligado a Occidente a buscar alternativas para incrementar la autonomía energética. Y la palabra maldita vuelve a estar de actualidad. El Gobierno de Reino Unido acaba de encargar un nuevo estudio científico al Servicio Geológico Británico sobre las «últimas evidencias científicas» del gas de esquisto después de que, en 2019, el Ejecutivo ya decidiera prohibir el ‘fracking’ en la región de Inglaterra después de que la Autoridad de Petróleo y Gas del país considera que era «imposible» predecir la probabilidad o la magnitud de los sismos relacionados con esta práctica. Y no solo los ingleses buscan fórmulas. En España, el tema vuelve a estar sobre la mesa. El PP plantea reformar la ley para extraer gas propio y garantizar la soberanía energética. Los populares ultiman un plan de presión contra el Gobierno para reducir la dependencia exterior, centrado en la reforma de la Ley de Cambio Climático para la exploración y explotación de hidrocarburos y minerales ‘críticos’ como el uranio.