El muy histórico Lhardy, que frecuentó la alta clase económica, política y literaria a lo largo del siglo XIX y del XX está resucitando de sus cenizas mientras está a punto de conseguirlo Zalacaín, el primero en España con tres estrellas Michelín, el que hasta hace pocos años era la cumbre de los almuerzos de políticos y grandes empresarios junto a Jockey y Horcher. La resurrección del antiguo Lhardy, que estaba en preconcurso de acreedores para intentar renegociar las deudas, se debe a la familia García Azpiroz, que también se hará cargo del número 3 de la Plaza de Canalejas, que está llamado a ser el moderno restaurante para la gente importante y cuyas eternas obras del inmueble que fuera la sede de Banesto fue una de las causas del hundimiento de Lhardy, situado en la acera de enfrente. Esta familia es dueña del Grupo Pescadería Coruñesas que integra los restaurantes El Pescador, O’Pazo y Filandón, así como una tienda y una distribuidora de pescado y marisco. El rescate de Zalacaín, fundado en 1973 por Jesús María Oyarbide, ha sido más complicado. Lo compró La Finca, presidida por Susana García Cereceda, quien sólo consiguió aumentar la deuda hasta los 9,5 millones de euros llevando al restaurante al concurso de acreedores del que se ocupa la jueza Bárbara Córboba apoyada por el administrador concursal FTI & Partners. La mágica marca Zalacaín excitó los deseos de algunos empresarios. Soñó con el emblemático restaurante César Álvarez, accionista de El Corte Inglés y hermano de quien fuera su presidente hasta su muerte, Isidoro Álvarez. Cesar quería confiar Zalacaín a su hijo, Isidoro Álvarez Penella, cocinero de un importante restaurante de París. Fue sólo un sueño. Hoy los aspirantes en liza son Cool Moon de Iñaki Arrola; el Grupo Urrechu, propietario de atractivos restaurantes en la calle Velázquez de Madrid y en Pozuelo de Alarcón y en La Moraleja; Manolo Marron, de Gilmar, y Antonio Menéndez.