Ante tanta digitalización que se ha impuesto en todos los territorios de la vida, incluida atenciones tan básicas como la sanidad, la recepción de la renta básica y otras atenciones a los más necesitados como, por ejemplo, las oficinas de empleo o el uso de los viajes del Imserso, quizás nos estamos olvidando de una capa inmensa de excluidos de internet, y por tanto de la vida moderna, que debería avergonzarnos como nos avergonzaba en su día el alto porcentaje de los analfabetos en el sentido estricto de la palabra, los iletrados, que sufría nuestro país, que todavía en 1970 alcanzaba al 9% de la población. En la actualidad están censados más de 600.OOO personas que no saben leer ni escribir. El acceso o no acceso a Internet marca más que otros indicadores el nivel de desigualdad entre los españoles.
Los excluidos de Internet no están censados pero ,a diferencia de los otros, los que no pueden leer ni escribir, acoge a mucha gente de medio o alto nivel de vida como el empresariado. Según el ‘Estudio sobre el Estado de Digitalización de las Empresas y Administraciones Públicas españolas 2020’ realizado por Vodafone, el 24% de las pymes españolas renuncia a la digitalización por no tener un conocimiento adecuado para llevarla a cabo.
Y, según el Índice de Economía y Sociedad Digital (DESI) 2020, España, año tras año, sigue bajando en la clasificación de países europeos con mayor nivel de digitalización en sus empresas. Se sitúa en el puesto 13º, uno más abajo que en el índice anterior. Lo más paradójico es que España ocupa los primeros puestos a nivel europeo en conectividad de la red, de lo que tanto presume, con razón, el presidente de Telefónica José María Álvarez-Pallete. También está en la línea de países de vanguardia en cuanto a la digitalización de la Administración Pública, un potencial que se desaprovecha en un alto porcentaje por la dificultad de acceso de muchos ciudadanos.